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Pequeña Rania

Publicado el 17 diciembre 2008 por Heribertorodriguez
Pequeña Rania Para la “pequeña Rania”, ella no sabe ni cómo ni cuándo, solo por qué. O quizás ni eso.

Afuera del bar un hombre canoso, que luego supe que era el patrón, se afeitaba sosteniendo con la mano izquierda un espejo circular. Adentro, Perico dejó la conversación y se apresuró a saludarme. ¡Hey maes, llegó la persona que nos trae la letra de la canción!, les gritó a sus compañeros de banda, que parecían juguetear con los instrumentos musicales instalados en una esquina del pequeño salón. Hay algo de dramatismo en este tipo de bares que a media tarde los hace ver como una especie de sala de juegos de asilo pobre, la luz esclarece con crueldad los daños que luego se disimularán con la llegada de cada noche y así pasan engañando año a año: el piso percudido de grasas inmemoriales, las paredes agostadas, la esencia del orinal exacerbada por el calor no se privaba de invadir el área social ni de mezclarse con la ranciedad del aroma a cerveza añeja derramada; en fin, una atmósfera muy propicia para compartir con amigos. Una mujer gruesa y morena de rasgos bruscos y brazos como piernas, limpiaba callada el mostrador. Pronto el resto de compañeros de Perico se acercaron. Qué bueno que nos traes la letra, decían afables como un comentario generalizado, poco antes de volver su atención hacia la “pequeña Rania”, que, dada su falta de quejas, parecía muy entretenida por el lugar y por los músicos que le hablaban tan pronto con mucha familiaridad . Yo no encontraba el momento para decirles la verdad. Había practicado varias respuestas posibles, algunas de las cuales deseché por falta de originalidad. Ejemplo: la canción terminaba tan triste que no pude empezarla; et al.
Empujado por Perico y animados por las cervezas que nos sirvió la mujer morena de brazos como pilares, nos extendimos en la conversación y en la confianza. Cada vez me sentía menos capaz de levantar la mano, pedirles su atención por favor y confesarles la verdad. La “pequeña Rania” se había acomodado en una esquina de la barra, con una especie de gorro tejido de reminiscencias andinas, que se suponía muy moderno, parecía muy entretenida conversando, se notaba distendida y sonriente, -quizás tenía ahora más confianza en la niñera que llegaba por las tardes a su casa a cuidar a sus dos hijos o en los depistes de su marido, tal vez por ahora un poco menos aprensivo- como fuera, se veía hasta sonriente conversando con los músicos amigos de Perico y con la mujer morena que todas las tardes fingía limpiar el lugar.
El músico a cargo de los teclados, quien, por formal o por sobrio, parecía ejercer de jefe de la banda, me habló con seriedad, que no por afable era menos directa -Tenés alguna melodía en mente para la letra- me preguntó de una forma que no me dejó mucha oportunidad de escabullirme.
-Bueno una base rítmica típicamente gringa, el rock de la “americana”, batería , bajo y guitarra muy a lá Dave Matthews band, solo un poquito “blusy”.
-Ahh , claro, entiendo, por donde vas.
Desde la esquina de la barra, la “pequeña Rania” me llama con un gesto de su mano, salvándome de esa manera sin saberlo.
-Permiso amigo – en pleno escape alcanzo a decirle al tecladista.
Ella tenía las mejillas enrojecidas, la extraña boina moderna o gorro tejido andino modificado le enmarcaba las fracciones casi frangibles de su rostro trigueño, me miraba fijamente, en alguna parte ya había visto yo esa expresión. Me dijo un par de incoherencias que no entendí pero que serían divertidas dada las risas que las sucedieron. Su tranquilidad no se vio alterada ni siquiera por el constante zumbido vibratorio que provenía de las llamadas entrando a su teléfono móvil. El sonido de la banda imposibilitó continuar con la conversación. Salía una base rítmica típicamente americana, una mixtura de Tom Petty, con Springsteen, con algo del más energético Dylan, que los integrantes -todos menos Perico que seguía conversando con el patrón del lugar con su cara recién afeitada- súbitamente concentrados y prolijos, tocaban con ganas como de botar las paredes del localito.
-A ver el poeta , que empiece-me llaman. La “pequeña Rania” me aprieta fuerte la mano y sonríe, me ponen nervioso sus sonrisas, son tantas ahora, es que las sonrisas de una mujer son siempre una responsabilidad. Me pongo al frente de la banda, saco de la bolsa trasera derecha un papel, ajusto la altura de la base del micrófono:
In these days and these hours of fury/ When the darkness and answers are thin/Lovers come and check out in a hurry/Shallow and hollow again/Come lay your body beside me/ To dream to sleep with the lamb/To the question your eyes seem to sendAm I your passion your promise your end/I say I am/ Yes I am/ Your passion your promise your end/Yes I am / Barring divine intervention/There is nothing between you and I/ Your body your power can sanctify/ Come feed your hunger your thirstLay it down the beast will die/You can question my heart once again/ I will stand firm in the tempest/ I will ride destinys' trail/ To believe when the truth comes up empty/ To hold and respect without fail/Come and be one in the motion/A desire they cannot comprehend/Never to question again/For I am your passion-
Muy bien, muy bien poeta, ahora dános la canción original que le prometiste a Perico - dijo siempre serio el tecladista.Yo pretendiendo que todo estaba planeado y que el intento de presentarles una canción de la Etheridge como propia era solo una broma, saqué sin titubear otro papel de la bolsa trasera izquierda. Era uno de los últimos poemas que Hubert Robertson me había enviado. Los músicos empezaron de nuevo con la música. Sí, muy Dave Mattews Band, muy “Americana”, con dejos de Petty, de Springsteen, un poco blusy. Sin más remedio empiezo a cantar la letra como si fuera propia.La Bitacora del Faro Tuerto www.heribertorodriguez.blogspot.com

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