Revista Viajes

Pequeños grandes hoteles

Por Rafael @merkabici
Pequeños grandes hoteles

Son pequeños, no tienen más de diez habitaciones, pero ofrecen todo lo que tiene que tener un gran establecimiento en cuanto a confort y actividades. De playa o de montaña, estos pequeños hoteles, situados en rincones tan atractivos de España como la Costa Brava, los Picos de Europa o Mallorca, prometen una estancia inolvidable, relajada y exclusiva.

Sa Rascassa, Girona: Tranquilidad garantizada

A 50 metros de la cala de Aiguafreda, en Begur, un bosque de pinos protege el hostal Sa Rascassa, un bello refugio en el Empordá, en plena Costa Brava, para disfrutar de la naturaleza, el Mediterráneo y la gastronomía. Y todo ello, gozando de la paz que proporciona un establecimiento en el que no hay ni bares ni discotecas a tres kilómetros a la redonda y que sólo dispone de cinco habitaciones dobles, tan perfectamente equipadas que no cuentan con teléfono. Tampoco hay necesidad de ir muy lejos, pues el hostal y su entorno permiten todo tipo de actividades culturales (descubrir el patrimonio indiano de la zona, por ejemplo) y deportivas (senderismo, golf, submarinismo...) y garantizan el cuidado del paladar más exigente a través de la cocina de su restaurante, tradicional, sencilla y a base de los exquisitos productos locales.

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Son de Mar, Asturias: la Toscana en Asturias

Los propietarios del hotel más pequeño de España, el Son de Mar, son unos enamorados de la Toscana italiana y han trasladado ese espíritu a sus dos únicas habitaciones, cuyos nombres son sintomáticos: Azul y Toscana. No más de cuatro huéspedes pueden ocupar esta casona de un intenso color azul situada a 10 kilómetros de Gijón y 18 de Villaviciosa y que posee un inmenso jardín de 6.000 metros cuadrados. Aunque podríamos quedarnos aquí para siempre, el hotel supone además un inmejorable punto de partida para todo tipo de actividades aventureras, desde senderismo a rafting, pasando por la escalada y la espeleología. Si buscamos relax, la playa de la Ñora está ahí mismo.

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Salvia, Mallorca: Una mansión para amigos

Enclavado en el centro histórico de la localidad mallorquina de Sóller, el hotel Salvia se autodefine como "una casa para amigos", algo que es muy cierto, siempre y cuando éstos no sean demasiado numerosos, pues el alojamiento ofrece exclusivamente seis suntuosas suites y un penthouse apartment, más espacioso. Decoradas en estilo tradicional mallorquín, las habitaciones de esta mansión centenaria cuentan con todas las comodidades y, si nos asomamos a las ventanas, el olor de los jazmines y limones del jardín envuelve nuestro olfato mientras la vista se nos pierde contemplando la Sierra de la Tramuntana. Fuera nos espera una terraza con piscina donde se sirven helados y gran variedad de cócteles, para sentirse en la gloria bajo el sol de Mallorca.

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El Bosque de la Anjana, Cantabria: soñar en un cuento de hadas

Un nogal centenario y el sonido de un manantial presiden la plaza de la localidad cántabra de Selores sobre la que se levanta desde 1882 una cuadra-pajar reconvertida hoy en un hotel mágico. El Bosque de Anjana es una casona de piedra cuyas siete habitaciones rinden homenaje a hadas de distintas mitologías. A este ambiente onírico contribuye un entorno de cuento, el valle de Cabuérniga, dentro del Parque Natural de Saja-Nansa. No quedan lejos los Picos de Europa y tampoco el Parque Natural de Oyambre, que nos lleva por la costa desde San Vicente de la Barquera a Comillas. También puede ser un buen refugio para visitar desde allí las cuevas de El Soplao o las de Altamira. Pero, volviendo al cálido interior de este curioso hotel, conviene disfrutar en su cafetería de 98 variedades distintas de cerveza y probar su exótico menú de carpaccios, que incluye desde la carne de Kobe hasta especies como el bisonte o el reno.

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Arimune, Bizkaia: dormir y comer

En uno de los rincones más impresionantes de la costa vizcaína, casi enfrente del mirador de la ermita de San Juan de Gastelugatxe, se encuentra el hotel Arimune, una casona de recio estilo vasco cubierta de hierba que, desde su paseo marítimo, se asoma a la playa de Bakio, una de las favoritas de los surfistas. El exterior, con sus dos terrazas jardín para celebraciones, es casi más grande que el interior, donde sólo hay diez habitaciones dobles, con todas las comodidades, eso sí. Pasar aquí una noche es una delicia, pero aún lo es más si nos dejamos seducir y arrastrar por los aromas que salen de su restaurante. Aquí, Unai Palacio Garai, biznieto de los fundadores de la casa y criado, entre otros, en los fogones de Martín Berasategi, nos propone una cocina vasca tradicional convenientemente actualizada y basada en los productos de temporada, que en esta zona son inmejorables.

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Fuentes: Guía Repsol


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