Revista Diario

Pero el amor es más fuerte…

Por Morochaurbana @morochaurbana

(Advertencia sumamente necesaria nota no apta para espíritus impresionables y antes de enojarse, leer hasta el final de la nota)

No es bueno que el hombre este solo han sabido decir por ahí y yo me atrevo a decir que huelga aclarar que tampoco es bueno que la mujer este sola.  Y teniendo en cuenta que la relación demográfica hombre-mujer no nos beneficia: (siete de nosotras para ellos, contra uno de ellos para nosotras)  hay que tener más cuidado con el searching amoroso.  Además el  que se hace a los veinte, convengamos que es más fácil y fluye más naturalmente que a los cuarenta.  Las cuatro décadas es una mixtura de experiencia y juventud con lo cual, sola pero no desesperadas, tendremos que ser más sabias a la hora de echar el ojo para apuntar bien la bala o bien, asesorar a Cúpido, que a veces se equivoca demasiado.  Haciéndolo entrar en razones, diciéndole donde meter bien sus flechas para  no andar errando, así como así, por la vida.  

Esbozo de guía práctica: de algunos “No” de la mujer cuarentona.   Siempre tendremos a nuestro favor la opción de apelar a la excepción de la regla.

 Las comparaciones  nunca son buenas pero que las hacemos, las hacemos igual, así que es como con lo que se dice de las brujas: “yo creer en las brujas no creo (reemplácese comparaciones por brujas) pero que las hay, las hay”; entonces, creer o reventar.    Si nuestros ex ya peinan canas, tienen calvicie y pancita incipiente, es hora de decir: tentación vade retro, porque como efecto retráctil, hasta que acostumbremos los ojos a lo que hay, es teledirigir nuestra mirada a algún joven musculoso  y lo primero que tenemos que poner es pies en polvorosa.  Le explico porque.  Es de público conocimiento que la adolescencia (especialmente la de ellos) se extiende en el tiempo.  Eso nos llevará a esquivar las variables, siempre incómodas, en su comportamiento y/o forma de vivir:  Por empezar:  a) comparten techo con sus padres a pesar de pisar la treintena o haberla pasado ya;  por seguir:  b) se entienden con gente de su generación amen que con la nuestra (obvio, ¡que vivo! porque nosotros los entendemos: primero por haberla vivido primero y segundo por haber sobrevivido; así cualquiera) pero nos ponen en jaque cada vez que una chica de su rango etáreo se le acerca; desplegando nuestros celos que siempre están a la orden del día c) nuestras “amigas” les echan el ojo y probablemente tengamos que empezar a tachar de nuestra lista de contacto a varias de nuestras confesoras; d) no quieren relaciones formales; e) nos dejan esperando al lado del teléfono por un llamado que probablemente nunca llegará, pasados los primeros efusivos encuentros carnales, lo que nos obligará a consumir kilos de helado mientras miramos pelis por cable, mientras dure la dulce espera (no por lo que esperamos, precisamente, sino por lo que consumimos); f) como explicación a los reiterados plantones tienen una batería de excusas a  la carta y a gusto de la consumidora, al estilo de:  “no…lo que pasa es que no pude avisarte porque me quedé sin batería en el celu”  o “me olvidé de contarte, de puro colgado nomás, que justo tenía la despedida (no se sabe si de soltero o de este mundo, siempre es a confirmar a último momento ese tipo de cosas) de un amigo ó la bienvenida al club de divorciados del último casado; y un largo etcétera de malabares dialécticos con los que quieren disculparse para que no dejemos sus jeans gastados y su remera favorita de ac/dc en la calle.  Por ende es dable recordar que: con los chicos, no.

   2)  Solterón empedernido por lo general son edípicos: adosan mamá porque invariablemente, en su gran mayoría: viven con mamá. Sra a la que ud., automáticamente, convierte en suegra.  Por ende, escuchará frases del estilo: ¿ puede venir mamá a dormir esta noche a tu casa.  En el cuarto de huésped por supuesto?.  A lo cual nuestra mirada, involuntariamente, trasmute en una de bulldog asesino y trata de dulcificar su voz para preguntarle y ¿donde querías que durmiera, querido, con nosotros; eh, con nosotros?  Y una vez que planeamos una planificación familiar, indudablemente ella viene incluida, para vivir en montón, amontonados.   Aún imaginándonos de sobrevida no nos evitará frases del estilo: “mamá hace mejor las milanesas” y encima te sugieren: ¿por qué no le pedís la receta?  A lo cual nosotras haremos un esfuerzo extrahumano para refinar el estilo a la hora de decirle y por qué no te cocina ella, ya que estamos.  Ni que hablar que tengamos que recordar que nosotras también seremos suegras antes de contestarle cuando nos dice, ya más en confianza, el nene, (recordar también que es su hijo además de nuestra pareja y que hace un buen tiempo que cumplió la mayoría de edad),  está muy flaco o no tener un ataque de suegricidio cuando la escuchamos llamar a su hijo por un diminutivo.  Ella con parecidos casi idénticos a los papiros y él un veterano bien plantado.

2)  Separados y/o divorciados: Al principio se presentan galantes, aduladores, corteses, nos regalan flores y nos llevan a los restaurantes de moda pero warning: después que cedimos nuestro juego de llaves de la casa,  el sofá podrá adquirir una forma alarmante que antes no tenía.  La de la terminación de su espalda y paulatinamente no solo el príncipe azul destiñe al verde; sino que adquiere un notable parecido con Homero Simpson y su irresistible vicio televisivo.  Ni que hablar si hay partidos de football, su ciclotimia será proporcional a los resultados de su equipo favorito.  b) recientemente separado,  ud deberá convivir de vez en cuando, con el síndrome de la mirada perdida.  Es aquella que se pierde en la lontananza añorando a su ex, que curiosamente, cualquier cosita que usted haga, por nimia que sea, se la hace recordar.  Y una apela entonces a todo su performance de dama para no esgrimirle: entonces ya que la extrañas tanto por qué no te quedaste con la otra.  Otra pregunta para la dimensión descocida que nos toca vivir.  c)  Separados sin hijos, pretenden enseñarle a una ser madre cuando ni siquiera fueron padres: insólito pero real.

   3) Separado con hijos.  Allí ya estamos arrimando el bochín.  Al menos hablamos el mismo el mismo idioma.  No se va a sorprender ni horrorizar, si en el transcurso de alguna visita o intercambio familiar se nos escapa un: mocoso de… (Rellénese con el adjetivo personal que más le resuene), cuando el mocoso en cuestión casi nos mató de un infarto con su última aventura.  Pero si por fortuna, para entendernos mejor nosotros, tiene hijos adolescentes de la misma edad pero diferente género, agarráte Catalina.  Porque querida mía correrá el riesgo que su hijo de 17 y nuestra hija de 15 se concentren en desparramar hormonas juveniles por la casa, lo que implicará tener que dejar la puerta de nuestro cuarto entre abierta ante el primer murmullo descuidado y dejar nuestras feromonas en default y en remojo hasta aclarar el panorama.  No por ellos precisamente ya que de tanto aclarar, oscurecen, sin duda alguna.

   4) Viudos.  Ahí y sí, DANGER.  Inevitablemente, salvo honrosas excepciones, que también las hay, no escaparemos de la comparación con la difunta.  Podemos llegar a escuchar: ¿por qué no te peinas así o asá?  ¿Y si te vestís así?  Indicadores natos de que algo  extraño pasa.  La duda se disipa cuando plantean: ¿por qué no vamos donde íbamos con Juanita?  Ahí tomamos súbita conciencia, que espero no nos mate de un susto, que nuestra relación está condenada al trío psi.  O alguna versión de conviviendo con un fantasma, de él.  Por ende si sentimos un escalofrío no será como diría el guatemalteco Arjona de pingüinos en la cama sino más bien un frío de necrópolis mezclado con el más allá.

   5) jóvenes, solteros y con domicilio ambulante.  Son los de las estratagemas y coartadas brillantes hasta que descubrimos que se tomaron su tiempo para informarnos de su condición sexual.  Y nos damos cuenta que a Victor le gusta ser Victoria de vez en cuando o como diría Sabina, en vez de Don Juan te llamaremos Juana La Loca.

   Pero a no desesperar que a toda naranja le llega su medio naranjo.  El o la que busca, encuentra.  Además si Sigmund Freud nunca logró decodificar: ¿qué pensamos las mujeres?, no tenemos que ser nosotras la que lo descubramos.  Y si reincide en estos tópicos a pesar de los no de neón, olvídese de esta lista negra pero nunca olvide que el amor es más fuerte.

 

Mónica Beatriz Gervasoni

[email protected]

En colaboración con Nicolas Trainni.


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