Revista Diario
¿Qué les está pasando a alguno de nuestros niños?. Ayer leí que no estoy sola en esto, son varias las mamás blogueras que están pasando con sus hijos por una fase de rabietas constantes, gritos, lloros... Aunque el mío se lleva la palma por edad, ni 13 meses tiene aún...
¿Qué es un perraque? Palabra de mi propia cosecha, quiero definir con ella a la rabieta que va mucho más allá, que es más un ataque de ansiedad que un berrinche. No se me ocurre otra forma de definir lo que le está pasando a mi hijo.
Con las rabietas ya llevamos un tiempecito. Al principio suaves, menos frecuentes; desde que cumplió el año, algo más a menudo y en aumento. Esta semana hemos inaugurado lo que yo llamo, también por aliviar la tensión que llevo encima, los perraques.
Tanto ayer como antes de ayer, conseguí que se durmiera la siesta en su cuna y no encima de mi, pero a los 20 minutos clavados se despertó llorado como un histérico, gritando tan alto y tan fuerte que al final sonaba afónico. Mientras lloraba hablaba en su idioma a grito pelao, ¿qué querría decir?. Se revolvía tantísimo, arqueaba tanto la espalda, que no tenía más remedio que soltarle. Ayer incluso le tuve que dejar en el suelo del pasillo para evitar que se tirara de cabeza desde mis brazos y una vez en el suelo sujetarle como podía para que no se hiciera daño dándose cabezazos. Pasan los minutos y no se calma, entre estertor y estertor me echa los brazos, pero cuando le cojo tampoco quiere abrazos. Le tiembla todo el cuerpo, las manos, la boca... ¿No es eso un ataque de ansiedad?. Ayer me acordé de algo que decía Mamá en Alemania de sujetarle con fuerza para calmarle, ¡en qué hora!. Parecía que iba a poner los ojos en blanco, morado completamente, rígido, sin respirar... Ahí pensé que yo también me iba a poner a llorar, qué duro...
Sí, me asusté, me asusté. Estuve por pegarle un par de leches para sacarle de ese estado de ansiedad tan irracional. Estuvimos así al menos 10 minutos hasta que poco a poco fue aflojando, me fue abrazando y se quedó dormido sentado encima de mi, agarradito como un mono, mientras yo suavemente le acariciaba la espalda, el pelo y le felicitaba por haberse tranquilizado.
Cuando le volví a dejar en su cuna la que estaba para acostarse era yo.
La tarde no fue mucho mejor. Lunes y martes han sido muy malos. Todo el rato protestando, todo el rato indeciso entre el suelo y los brazos, nada conforme, pocas horas de sueño...
Para colmo de males, han vuelto los mocos. De momento son claros, pero ahí están. Y le cae la saliva por el cuello, se muerde la mano y se deja marcados los dientes, supongo que tiene la boca fatal. Nada de esto ayuda, desde luego, porque se despierta muchas veces por la noche porque se ahoga en los mocos y cuando no duerme bien al día siguiente no hay quien le aguante, en eso ya le conozco.
Se que está en una etapa de muchos cambios. Quiere hablar, expresarse, su idioma cada vez está más perfeccionado, incluso parece que ha empezado a repetir frases que le decimos. No consigue andar, se que querría, pero no lo consigue. No es nada constante, se distrae con una mosca, no quiere practicar. Le saco a la calle a andar y se sienta en el suelo, quiere tocar la tierra, las hojas, pero en cuanto se ve sentado se cabrea por no estar andando. Quiere que le lleves a andar, pero por dónde él quiere, en cuanto no le parece, arquea la espalda y se tira hacia atás de cabeza. Se cabrea y no se tiene de la mala leche que le entra, se tropieza, se cae, se desequilibra... Quiere una cosa y su contraria al mismo tiempo y eso no puede ser.
Anoche no quería que le soltara ni para abrir el grifo de la ducha para llenar su bañera. Como no quiso quedarse de pie apoyado en el bidet, le tuve que tumbar en el suelo. Ayer tuve que repetir escenas como esas no menos de 10 veces. Y ahí se queda, tumbado en el suelo boca arriba, como un recién nacido, llorando a todo volumen.
Me agota, si dijera lo contrario, mentiría. Le adoro, me encanta que tenga mamitis, me gusta dormir con él, aspirar su olorcito... pero esto no me gusta nada, me tiene confundida y preocupada. Si no fuera por otras mamás blogueras, hoy mismo estaría buscando un psicólogo infantil.