Revista Moda

"personal shopper" de mercadillo

Publicado el 18 agosto 2010 por Tuestilistaonline



Paula Grande
En las últimas semanas, he desarrollado una nueva vocación profesional. Quiero ser personal shopper, pero de mercadillo. Veréis, creo que ya os he comentado alguna vez mi capacidad para hacerme con gangas de todo tipo en los mercadillos, rebajas, outlets y demás.

Siento mucha más satisfacción en decir que me he comprado un vestido de marca por 10 euros que Vicky Beckham castigando sus juanetes con los últimos Louboutines. Pero claro, mi radar para los chollos ha provocado un excedente de prendas en mi armario que para si quisieran las protas de Sexo en Nueva York.

No es que tenga bastante, o mucha ropa. Tengo tanta que, si no fuese por los cambios de talla y estilo, no necesitaría comprar nada más en la próxima década (bueno, quizás uno o dos pantalones). Me ha costado, pero debo confesarlo en voz alta: "Me llamo Paula, y soy adicta a la ropa, sobre todo a la que cuesta poco dinero".

Primero intenté quitarme radicalmente. No visitar outlets, ni establecimientos de rebajas, ni por supuesto, el mercado del fin de semana. Pero pronto descubrí que no tengo suficiente fuerza de voluntad.

Es que las calles del centro de la ciudad están llenas de tiendas, que parece que las pusieran allí a propósito para tentarme, y el mercado está pegadito al bar donde tomo las cañas, y claro, así no hay manera. Así que he decidido mantener mi vicio, si, pero orientándolo a terceras personas. Hace pocos días, una amiga estuvo de cumpleaños y fui la encargada por el resto del grupo de comprarle su regalo. Teníais que ver mi cara de satisfacción cuando aparecí en la fiesta reclamando la parte proporcional de los 15 eurillos que me costó el vestido que le regalamos. Todos diciendo: “¡jo, es precioso, y qué barato!”. Y yo, más feliz que Blair Waldorf en una tienda de diademas. Lo siguiente fueron unas sandalias para mi prima, que también estuvo de cumple. De marca, por 20 euros, y tan bonitas que, lo confieso, estaba deseando que le fuesen pequeñas para quedármelas yo, sin cargo de conciencia. Y el vestido de mi amiga también, ya puestos, porque con las sandalias me hubiese montado un modelito de impresión.

Lo cierto es que antes ya recurría a estas gangas para regalar: a mi madre, a mi churri… La diferencia es que, ahora, compro para otras personas cosas que me gustaría quedarme yo. Si, es duro, pero en el fondo da satisfacción. Claro que no tengo tantos contactos en mi agenda como para satisfacer cada semana mis ansias de ir a comprar barato. Por eso se me ocurrió lo del personal shopper de mercadillo. Ya estoy viendo el negocio: me ofrezco para acompañar a mujeres interesadas en renovar su vestuario, y enseñarles los mejores sitios para hacerlo de manera económica. ¿No creéis que tendría futuro?

Bueno, pensándolo bien, igual no, porque con estas cosas ya se sabe. Una nunca encuentra lo que busca, y hay que tener una mente abierta, como la mía, para ir buscando sandalias para una boda y salir con dos pares de botas para el próximo invierno, o para apreciar las posibilidades de customización de una falda o un vestido con algún defectillo. El verano pasado, por ejemplo, compré dos camisetas de marca con pequeños fallos (un punto suelto, un escote mal cosido) y me lo pasé divinamente arreglándolas: una cinta por aquí, un lazo por allá, y listo: dos prendas perfectamente personalizadas al gusto de la usuaria.

Pero de mi experiencia con la aguja y el hilo prometo hablar otro día.
Hasta la próxima semana.

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