Revista Insólito

Pijus Magnificus

Por Carolus @n_maquiavelo

Pijus Magnificus
Hace ya muchos años un compañero de trabajo tenía que entrevistarse con un gran jefazo que imponía más miedo que respeto. El caso es que estaba muy acojonado. Entre varios le dimos algunos consejos, pero el que mas recuerdo fue que imaginara a este ogro de jefe disfrazado de bailarina de ballet con cara de payaso. Funcionó de tal manera que nos dijo que a punto estuvo de echarse a reír al verlo tan grave y pagado de si mismo e imaginarlo dando saltitos y andando con los pies de puntillas. En su mente le despojó de la autoridad y demás etiquetas que, tal vez exageradas, todos ponemos a los demás.
En otra ocasión, otro ogro semejante se derrumbó de una forma muy simple: todos nos reímos abiertamente de él. Es muy jodido que la gente se ría de alguien, sobre todo si este alguien se cree poderoso, ya que toda el aura que le rodea desaparece como el humo en un vendaval quedando desnudo como la puta verdad.
Le cuento esto porque desde los “líderes” políticos hasta jefazos cabrones, jefecillos de mierda, famosillos, trepas, jugadores de fútbol multimillonarios y analfabetos y demás fauna hispánica que más que legión son plaga, tienen pavor al ridículo. Bueno, más bien a percibirlo claramente, ya que si tuvieran más desarrollado este sentido tal vez todo funcionaría mejor.
¿Se imagina al “líder” político, incontestable en su Partido, que al poco de empezar un baño de masas mitinero todo el rebaño se tronchara de risa? ¿O al gran jefazo de esa empresa en una junta de accionistas? ¿O tal vez en TV en directo a todo el público descojonarse de risa ante el famosillo gilipollas de turno? Porque motivos para reírse de ellos no le van a faltar. 
No sé si ha visto la película “La vida de Brian”. Hay una escena donde el Pretor romano Picus Magnificus, tartaja él (dicho con buen rollito y con respetos al máximo a los tartajas, por favor), se dirige al pueblo de Judea. Éstos acaban revolcándose de risa por el suelo. Esa es la imagen de lo que le cuento.
Ánimo, tal vez un buen ataque de risa sea el último remedio de la “ciudadanía” contra la casta que nos oprime.

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