Revista Cultura y Ocio

Pinocho en Venecia. Robert Coover

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Pinocho en Venecia. Robert Coover
     "Una noche de invierno del año 19__, tras un arduo periplo a través de dos continentes y casi los mismos siglos, y perseguido por un clima severo que amenaza con empeorar, un avejentado profesor emérito de una universidad americana, abrumado por la enfermedad, el jet lag, grandes dudas y un exceso de equipaje, se apea junto con sus tribulaciones en un andén ferroviario de la que muchos sostienen es la ciudad más mágica del mundo, experimentando no tanto esa llamarada de terror que se dice sufren los iniciados cuando la luz de una imagen de belleza eterna cae sobre sus ojos, como más bien ese escalofrío que recorre a los viajeros solitarios cuando se encuentran en el lugar y momento equivocados."
     Cuando ya tenía decidido comenzar por La hoguera pública del mismo autor, abrí este libro y leí ese primer párrafo que es una única frase, con la que comienza la historia. Y fue un amor de esos a primera vista, que no requieren más palabras ni sinopsis y que tampoco tienen mucha más explicación. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Pinocho en Venecia.
     A estas alturas todos conocemos el cuento de Pinocho, aunque tal vez lo que conozcamos sea la versión edulcorada que nos ha ido llegando con el paso del tiempo y que relata la historia de este personaje asociado a esa hermosa ciudad que comienza siendo madera, y finaliza siendo niño. El cuento real, creo que conviene explicarlo, es mucho más cruel, y alejándose de las fábulas que comenzaban a aparecer en su época, nos presentaba a un protagonista que elegía mal una y otra vez al que no le quedaba más remedio que ir aprendiendo de sus errores. De hecho, al verdadero Pinocho, ni siquiera le gustaba tener a un Pepito Grillo diciéndole que se equivocaba.
     Bien, este es el protagonista que recupera Coover como un viajero de regreso a Venecia, como un viejo profesor que enderezó su vida y que espera finalizar su obra magna, Mamma, dedicada, como no podía ser de otro modo, a una mujer con el cabello de color azul que le dio la vida. Poco espera este viejo profesor, advertido ya en la misma estación por una suerte de sentimiento premonitorio, que este regreso será también una vuelta a algunos de esos momentos ya casi olvidados de tantos años atrás.
     La escritura de Coover es muy particular. Dotada de una belleza estética en las formas a grandes ratos terrible, esconde en muchos párrafos actos crueles o tristes de una forma desmedida en la que chocan ambos conceptos. Pinocho en Venecia es una obra que trata, en efecto, de Pinocho y de Venecia. Una Venecia hermosa, descrita como un lugar en decadencia, cercana al fósil,  que lejos de presentarse en esplenodoros atardeceres, nos habla del frío invierno y la nieve para no regalarnos hermosas postales de su gran plaza cubierta por un manto blanco. Venecia es observadora de sus borrachos y estafadores que darán a nuestro protagonista no sólo una bienvenida de lisiados, sino que le proporcionarán un verdadero tour por la vida que olvidó. Y también trata de Pinocho, famoso burattino convertido en niño que es ahora un anciano incapaz de dar el toque final a su última obra pese a tener ya unas cuantas a sus espaldas. Una obra cuyo último capítulo se le resiste y que decide venir a recuperar a esta ciudad. Aquí, en Venecia, se encontrará con viejos conocidos, el primero Lido, Alidoro, recorriendo de este modo episodios pasados mientras buscamos junto a él ese último capítulo y hacemos un recuento de quienes van apareciendo en su periplo.
     Coover establece una suerte de paralelismo entre una ciudad que afirma está en decadencia, y su protagonista, en claras horas bajas, con una entrada a su destino en desgracia y, por si eso fuera poco, una salud deteriorada que parece amenazar con la mayor de las desgracias. Y si miramos por ahí, justo debajo del cinismo y la sorpresa que provocan las palabras de Coover, un autor que a ratos se refugia en una prosa elaborada, se encuentra el retrato de la soledad y la enfermedad, de la decadencia de lo clásico cuando se ve enfrentado al estafador mundo moderno que parece arrinconar el pasado. Y si miramos un poquito más aún, descubriremos una voz honesta que nos lleva de la mano caminando hacia un final en el que Coover se guarda un as en la manga, como un fin de juego acelerado con un simbolismo que no puedo desvelar pero que me hizo ver tanto la presente obra, como la fábula original, bajo un prisma diferente. El Pinocho de Coover se ha redimido, ha obedecido las órdenes, pero pronto descubrimos que tampoco ha cambiado tanto, que su ira sigue ahí, al igual que el Zorro y el Gato que lo acechan sin usar sus viejos nombres, como si Coover nos dijera: "busca, lector".
     Me he prometido no usar la palabra posmodernismo en esta entrada ni una sola vez y, salvo ahora al mentar el término, parece que lo estoy consiguiendo. No me gustan las etiquetas que a muchos les parecen complejas o disuasorias y que tienden a esconder obras divertidas con las que se disfruta de lo narrado y de la forma elegida para hacerlo. Hoy podría decir que traigo una fábula para adultos, y no hablar de la angustia de la búsqueda, o podría hablar de hadas y ángeles y madres que dan la vida. Pero esa parte no me corresponde a mi, a fin de cuentas, es la tarea del protagonista encontrar el final a su gran obra. Así que me limitaré a decir que ha sido una gran lectura: divertida, cruel, satírica, hermosa, angustiosa, de reencuentros, alegrías, decepciones y de viejas aventuras en las que he recorrido plazas, puentes, viejos palacios, calles estrechas y más puentes, (no olvidemos que "hay ciudades en las que para avanzar, hay que ir en círculo") y todo ello de la mano de Coover, con sentimientos encontrados, zapatos mojados, pantalones arriba o abajo, con el frío en los huesos y la seguridad de tener la sonrisa de quien está disfrutando con un libro. Un libro que tiene, además, una preciosa edición.
     Por si no ha quedado claro: acercáos a Coover.
     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
     Gracias
   

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