Revista Diario

Plaza de Historias

Por Diebelz
En una Plaza de Mayo invernal revolotean cansinas las palomas de la esperanza. Buscan aleteando unos granos de millo, inflarse con ceguera. Son souvenires como los panfletos y pancartas que se estiran en los costados verdosos. Ya no hay madres más que las estampadas sobre los rojizos adoquines. Los hombres que secaron sus huellas sangrientas al sol, y sin más futuro que las que prometió las palabras de Galtieri en un pasado ochentero, se acuestan con reivindicaciones sobre el césped. Se aferran a las pancartas que apelan al recuerdo; que se les recuerde como víctimas de un fuego abyecto que les iluminó de horror el rostro. Pienso en una canción de León Gieco.
La Casa Rosada, el palacio de los inocuos discursos del presente, se distancia de la plaza ocupada de esperanza invisible. Un muro de lamento y olvido; sólo los foráneos se atreven a cruzarla sin parpadeos porque, como en todos los cuentos de cemento, alambras y ladrillos, parecen carecer de memoria. Me acerco a tientas y alzo la mirada hacia un balcón especial. Desde lo altivo se pronunciaron palabras de triple salto mortal. Las que arrastraron a guerras, las que anunciaban esperanzas, despedidas y júbilos como las de Perón y revelaciones como las de Evita sobre el capitalismo foráneo. Los ventanales giran sus pupilas hacia mi presencia y el portal me engulle. Ahí, en su estómago, se clava una espada de héroe que devoró en tiempos pasados y que es ahora sólo leyenda. No se conversa con ella sino que se acata la memoria; José San Martín aquí; allá sus restos embalsamados con la bandera de los borbones y lemas grabados en mayúsculas de mármol: PATRIA, LIBERTAD, ARGENTINIDAD.
Plaza de Historias La Plaza de Mayo y al fondo la Casa Rosada.
"¿Qué carrusel es éste, che? ¿Qué le conmemoran? ¿Es él o la Pampa? ¿Es hoy o tan frecuente como el eterno presente, pibe?", me interroga un hombre a mi costado. Inscribo una mueca de incertidumbre, sello un silencio de costumbre, esos que sugieren la obviedad del transcurso histórico."Siempre hubo figuras fantasmagóricas y borrosas para enaltecer y moldear una invención difícil de concebir. La patria, la nacionalidad, exógenos orgullos y valores caducifolios que son el relleno ideal para el hombre endeble que nace sobre la existencia fría y desconocida", respondo. Silencio. Miradas desconvencidas. Redondeo las pupilas hacia la cúpula de la Catedral."Mire, es simple...Napoleón, Bolívar, Thomas Jefferson, Bismarck...", le enumero algunos ejemplos y resguardo los más polémicos o que considero que para él y muchos son polémicos. Su sonrisa me indica que ahora lo entendió y que está de acuerdo en mi explicación. Salimos hablando de lo que es la Argentinidad según su punto de vista y asiento mientras recuerdo un tema de la banda Bersuit Vergarabat.
El Cabildo me saluda con su blanquecino traje. Susurra desde sus escondidas grietas que él también es Historia. Sí. Revolución. Independencia. Alucino por el inoficial adoctrinamiento o por la buena educación que poseen las generaciones venideras que habitan en sus entrañas. Un chico no más mayor de 8-10 años nos responde ante la profesora en un día de fiesta nacional: "Ese de allá el gran revolucionario Mariano Moreno; acá Manuel Belgrano que diseñó la bandera de la Argentina; allí la sala donde se celebró el Cabildo Abierto y que decide constituir la Junta y el cese del virrey."
Reconozco el mareo que causa esta inhalación de Historia Oficial. Los bustos que habitan hechos; hechos pincelados con banderas que representan lemas; lemas que son pegamento, herramienta de naciones que une, compara y abriga esperanzas. Sentado en un banco me quedo observando cómo se me acerca una anciana recogiendo bolsitas de plástico. Le recojo unas cuantas y se las obsequio. Reconoce en mi rostro la perplejidad: "¡Son útiles! La gente lo tira por acá pero se pueden reutilizar. Se limpia y ya está". Asiento sonriente mientras sigue recogiendo bolsitas rugosas para rellenarlas con millo; millo que rellenarán palomas. Exhalo y de pronto plaza de Mayo no es souvenir sino una esperanza tan engrandecida como noble. La Otra Historia Posible se confirma como utopía y práctica a la vez. Cercada por monumentos atávicos sigue siendo eje de luchas diarias y puerto de masas que quieren ver un mar sin patria ni banderas o leyes internacionales con fronteras. Hacen una Historia diferente. Quieren el mar.

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