Revista Europa

Poco pan y mucho circo

Por Argonautas
EL verano está boqueando. Se le va la vida como al pez que vi ayer en una de las playitas de la ribera del río Nemunas. Una pequeña perca de río. Enredada entre unas algas verdes y que se moría sobre la arena. Los días se hacen cada vez más cortos. Y por todos lados se presiente ya el otoño. Que aquí, en el Báltico, suele venir acompañado de abundantes lluvias y de un frío que pela. Las hojas de los castaños y de los álamos hace ya unas semanas que empezaron a amarillear. Y se caen al suelo. Los colores ocres se harán pronto dueños de los frondosos bosques de este hermoso país en el que vivo desde hace ya más de cuatro años. Con el otoño llega la rutina. Si es que hay algo rutinario en esta vida de expatriado medio nómada que llevo. El curso escolar empezó hace una semana. Y todavía no se me ha hecho el cuerpo a los madrugones. Porque todos los días debo levantarme entorno a las seis y media de la mañana. Pegarme una ducha. Prepararme el café mientras le echo un vistazo a las últimas mentiras que emiten en la BBC o en TV5 Monde. Y salir pitando para tomar alguno de los microbuses que me llevan al centro de Kaunas. Los microbuses, o "mikriukas" como los llaman por aquí, abundan en la mayoría de ciudades del Este de Europa. Al menos en la mayoría de las que conozco. Los mikriukas suelen ser furgonetas de color amarillo o blanco que circulan dentro de las poblaciones importantes. Y que siguen una ruta predeterminada. Resulta fácil distinguirlos porque suelen tener una banda de cuadros negros y blancos como la que lucen los taxis. Y un número en la parte frontal del vehículo indicativo de la ruta que siguen. Los mikriukas no tienen paradas fijas como los trolebuses o autobuses. Para acceder a ellos hay que levantar el brazo. Como se hace con los taxis. Entonces, si tienes suerte, el mikriukas se detiene. Te subes a él y pagas inmediatamente al conductor. No sé cómo seleccionarán a los conductores de los mikriukas. Supongo que escogerán a los tipos más temerarios que se postulen al puesto. Porque todos ellos tienen la asombrosa capacidad de contar el dinero que les das, imprimir y darte el billete y devolverte correctamente el cambio, mientras adelantan a los vehículos que les preceden y maniobran peligrosamente para evitar a la señora que cruza el paso de zebra con las bolsas de la compra. Con la radio a todo volumen o hablando por el walki-talkie con alguien de la compañía. Los mikriukas en cuestión suelen ser vehículos bastante "trotados". Con los asientos mugrosos y chirriantes. Y con los vidrios opacos por el polvo, el barro y la mierda acumulados. Todavía me extraña que, en todo este tiempo que llevo utilizándolos, no haya presenciado ningún accidente. Cruzo los dedos por si acaso. A pesar de sus inconvenientes, los mikriukas son la forma más rápida de moverse por esta ciudad. Y aquí en Kaunas sólo cuestan dos litas y cincuenta céntimos. Cincuenta céntimos más que el billete ordinario de autobús. Y sin el problema de buscar sitio para aparcar. Cuando quiero bajarme, al llegar al centro de la ciudad, suelo espetarle al conductor "prie stotele!". Y el conductor frena el vehículo cerca de la primera parada de autobús que encuentra en su camino. Entonces tengo que abrir la puerta de la furgoneta y cerrarla de un portazo. Y saltar a la calle. Siempre estoy atento a que nadie más quiera bajarse en la misma parada en la que me apeo yo. Porque entonces no debo cerrar la puerta para no darle con ella en las narices a alguien. Cuando llega el invierno, con veinte grados bajo cero y medio metro de nieve sucia en las aceras, subirse y bajarse de los mikriukas es toda una odisea. Todavía no sé cómo no me he partido una pierna.
Este verano ha pasado deprisa. Casi sin darme cuenta. El verano lo he dedicado básicamente a estudiar lituano. Una lengua, que según los expertos, es una de las más difíciles de Europa. Una lengua indoeuropea arcaica, muy similar al sánscrito, con cinco familias de sustantivos y siete casos. Uno más que el latín. Y con un rico y complejo sistema de prefijos que al añadirse a los verbos cambian su significado. O le añaden matices que no existen en lenguas más "evolucionadas" como el inglés o el castellano. No creo que nunca llegue a dominar completamente la lengua lituana. Al menos en esta vida. En algún lugar leí que la lengua estructura el pensamiento de las personas. Y que en gran parte nuestra forma de ser y de pensar viene determinada por la lengua que hablamos. Dicen que quienes hablan lenguas declinativas tienen más facilidad para aprender lenguas que no lo son. Y que eso explicaría por qué jugadores de fútbol o de baloncesto que proceden del Este de Europa cuando llegan a España acaban dominando el español en pocos meses. Karpin frente a Beckham. Por poner dos notorios ejemplos. Supongo que este pensamiento me sirve a modo de excusa. Para justificar mi absoluta ineptitud para aprender lituano. Una lengua que desde el primer día ha sido como una barrera. Una barrera idiomática que, sin embargo, no me ha impedido desarrollarme en este país. Pues en este país es posible vivir, estudiar y trabajar sin hablar la lengua nacional. Ya que la mayoría de gente, sobre todo los más jóvenes, hablan con soltura el inglés. Este verano, sin embargo, decidí coger el toro por los cuernos y ponerle voluntad al asunto. Y he hecho un curso superintensivo de lituano de cuatro semanas. A razón de seis horas por día. Cinco días por semana. El curso incluía también actividades culturales y recreativas. Y media docena de viajes y excursiones de fin de semana a poblaciones y lugares pintorescos de Lituania. Y bueno, la verdad que me lo he pasado bien. Conviviendo en una pequeña comunidad de alrededor de cincuenta extranjeros que, por distintas razones, también aprendían lituano. La mitad del grupo eran estudiantes Erasmus. Con más interés en la fiesta que en el aprendizaje de la lengua nacional de este país. Al fin de cuentas el Erasmus es un animal de costumbres nocturnas y migratorias. Y que está aquí de paso. Y el lituano es una lengua que luce poco en el currículum de nadie. ¿Para qué perder el poco tiempo que se va a estar aquí estudiando una lengua tan difícil y que sólo se habla en este pequeño país? El resto de sufridos estudiantes de lituano estaba formado por un grupo variopinto de ciudadanos de diversas nacionalidades. La mayoría, claro está, eran varones casados o "liados" con ciudadanas nativas de aquí. Aunque también había una china de Cantón que se había casado recientemente con un ciudadano de Kaunas. Una historia interesante la suya. Dice el refrán que tiran más dos tetas que dos carretas. Hay tipos que por una mujer son capaces hasta de aprender lituano, estonio, malayo o lo que haya que aprender. Y hasta de apuñalar a un amigo si hace falta. Que conste que ese no es mi caso. Si estoy aprendiendo lituano es simple y llanamente porque llevo viviendo cuatro años en este país. Y porque quiero relacionarme y entenderme mejor con la gente de este país. Y también para mejorar mi empleabilidad. Pues hablar mediocremente lituano me abriría sin duda nuevas puertas que por ahora se mantienen cerradas. Yo el romanticismo lo dejé atrás hace unos años. Y por una mujer, desde luego, yo no aprendo ninguna lengua. A lo sumo le pago un cubata o una cerveza de las baratas en un club. Y sólo si la fémina en cuestión lo merece. Porque, qué ocurre si en la mitad del proceso de aprendizaje de la lengua nativa de tu maravillosa chica resulta que ella se cansa de uno. O uno se cansa de ella y se enamora de otra. ¿Para qué te sirvió mal aprender un poco de lituano? ¿Y qué vas a hacer ahora? ¿Aprender búlgaro porque tu nueva novia es de Sofía? Sé que no debería valorar las lenguas en función de su "utilidad". Pero desafortunadamente vivimos en el mundo en que vivimos. Y yo estoy muy lejos de ser un políglota o de tener un interés especial por aprender lenguas. Las lenguas que hablo las aprendí por necesidad. Porque no tenía más remedio. Porque me resultaba útil aprenderlas. Supongo que algo parecido me está ocurriendo con el lituano. Para mi las lenguas son un instrumento de comunicación. Códigos que ha creado el ser humano para comunicarse. Ninguna lengua me parece mejor que otra. O más interesante que otra. O más hermosa que otra. Este tipo de adjetivos sirven quizás para referirse a objetos físicos, paisajes, sonidos, sentimientos o emociones. Pero una lengua es un instrumento. Como una llave inglesa o unas tenazas. Y unas tenazas no son "bellas" o "melódicas" o "hermosas". Aunque son útiles para sacar clavos. También algunas lenguas resultan más útiles que otras en la medida que nos permiten comunicarnos con un mayor número de personas. O en la medida que nos permiten comunicarnos con las personas que viven en nuestro entorno más inmediato. Ya digo que no soy lingüista. Ni tengo un interés especial por aprender lenguas. Entre otras cosas porque no tengo tiempo para ello. Con las cinco lenguas que domino y el lituano que estoy aprendiendo creo que habré cumplido. No está mal para un tipo que no tiene un interés especial en aprender lenguas. A mí, para ser francos, lo que me hubiera gustado siempre es aprender ruso. Desde niño siempre tuve simpatía por esa lengua. Probablemente porque el primer libro que leí, cuando era niño, fue una recopilación de cuentos del gran León Tolstoi. Un libro que me regalaron en la escuela como premio en un concurso de poemas escolares. O por algo que hice bien. No sé, un libro que recibí como premio por algo de lo que ya no me acuerdo.
El verano, como he dicho, lo he pasado hincando los codos y dándole caña al lituano. El curso se acabó con una fiesta y comilona en el "Zalias Ratas" (la "rueda verde"). Uno de los restaurantes "imprescindibles" de Kaunas. Ubicado en un misterioso callejón con una estrecha salida a la Laisves Aleja (el "Paseo Libertad"). Una vía peatonal que vendría a ser algo así como "Las Ramblas" de Kaunas. Un paseo de un kilómetro y medio de largo. Y que cualquier turista que visite la ciudad acabará recorriendo de arriba abajo más de una vez. En el "Zalias Ratas" se celebró también la "ceremonia de graduación" y a todos los estudiantes de lituano nos dieron un diploma muy chulo. Un diploma oficial firmado por el Rector de la universidad. Y con créditos ECTS y toda la pesca. Este diploma de "nivel intermedio" de lengua lituana me serviría para baremar en algún concurso-oposición en el Reino de España. Y ya digo que estoy muy lejos de hablar lituano. Lo que son las cosas. Podría acreditar mi nivel "intermedio" de lituano con este diploma que me entregaron hace unos días. Aunque en realidad estoy bastante lejos de tener ese "nivel intermedio" que puedo acreditar con mi bonito diploma. Y sin embargo no podría acreditar mi alto nivel de inglés simplemente porque no he pagado por ningún documento que lo acredite. Y eso que el inglés lo domino, sin duda, mejor que muchos tipos que tienen el TOEFL, o que se han sacado algunos de los certificadillos que expiden las EOI en España. Cosas de la meritocracia que impera en Is Pain. Ese triste país medio quebrado del que procedo. Un país que es como un enfermo en fase terminal cosido a puntos. Los puntos de las baremaciones.
La fiesta de entrega de los diplomas terminó, como era de esperar, cuando se acabó la comida y la bebida. Las más de cincuenta personas congregadas aquella tarde en el "Zalias Ratas" devoramos todo lo que se nos puso por delante. Yo que no soy precisamente un fan de la contundente comida lituana le hinqué al diente de lo lindo. Y acabé con la barriga llena y bastante “tomadito”. Eso ocurrió el pasado 28 de agosto y esa misma tarde se celebraba en el recién estrenado Zalgirio Arena, el estadio más grande y moderno de todas las repúblicas bálticas, la ceremonia de apertura del Eurobasket 2011. Y jugaban nada menos que España contra Lituana. Se trataba de un partido de exhibición que no formaba parte del campeonato. Me surgió la oportunidad de ir por el morro ya que una de mis jefas me había hecho una llamada horas antes y me había dicho que tenía una entrada gratis para mí. La verdad es que a mi el baloncesto me importa un pebrot. De hecho el único deporte que en realidad me estimula es el levantamiento de jarra (de cerveza). Y también un poquito el fútbol. Pero sólo cuando juega el Barça, claro. Esa tarde tuve la oportunidad de ver a Gasol, Navarro, Calderón y a todas las superbienpagadas estrellas de la ÑBA jugar aquí en Kaunas. Pero ya digo que estaba en medio de una comilona que no veas. Y bueno, tengo alma de gañán yo. Y si me ponen a elegir entre el pan y el circo. Escojo el pan y el vino. El buen yantar y el baile agarrao con señora de buen ver. Y el circo y su negocio que se lo queden los deportistas. Y todos los borregos que aplauden al Emperador. La entrada al match se la cedí a mi profesora de lituano. Que estaba también presente en la comilona. Y a la mujer casi se le saltan las lágrimas de alegría. Pues era imposible, desde al menos hacía un mes, conseguir entradas para tan magno evento. Y ella según parece adora el baloncesto.
Sobre el Eurobasket 2011 no me apetece ahora hablar demasiado. En otro post que espero subir en breve, daré cuenta de lo que por aquí haya ocurrido. No sé, ya veremos. Que dijo un ciego. De momento sólo diré que el Eurobasket 2011 sólo ha servido para que algunos se llenen los bolsillos. Especialmente aquellos que han mojado en el huevo de la regeneración del Nemunos salos, una isla natural formada con material de aluvión, en el centro del río Nemunas. Y adyacente al supermegamall AKROPOLIS. Ahí, sobre esa isla fluvial, se ha construido el Zalgirio Arena. Y seguro que alguien habrá sacado tajada en el asunto. Por lo demás, los negocios oportunistas han aparecido como las setas de otoño. En menos de seis meses al menos he contado una docena de nuevos cafés, bares y garitos diversos en el centro histórico de la ciudad. Con precios muy semejantes a los que se pueden encontrar en Barcelona. Algunos negocios antiguos cambiaron las cartas de precios. Y han mandado imprimir cartas nuevas con precios, claro está, más elevados. Todos preparados aquí para hincarle el colmillo al turista deportivo. La gallina de los huevos de oros que todos quieren estrujar. Ya veremos hasta qué punto ese dinero que le cae como llovido del cielo a Kaunas servirá para fortalecer, en el largo plazo, a la anémica economía local. Desde mi punto de vista, muchos de esos nuevos garitos y comercios que acaban de abrir hace apenas unos meses encontrarán enormes dificultades para subsistir si no hay una recuperación económica que beneficie al ciudadano de a pie. Y no sólo a los que ya eran ricos. Porque el ciudadano de a pie no puede permitirse pagar todos los días nueve litas por una cerveza. Casi tres euros. Cuando el salario mínimo establecido por el Gobierno de Kubilius no llega a las setecientas litas. Y cuando alrededor del 20% de la población carece de empleo. Por cierto, uno de los negocios florecientes en este mes del Eurobasket es el negocio de la prostitución. Leí en un diario nacional que las autoridades calculaban que el Eurobasket "daría empleo" a más de tres mil meretrices. Muchas ellas venidas de Ucrania. No sé de dónde habrán sacado esa información las autoridades gubernamentales. Y tengo yo mis dudas sobre el origen de las prostitutas. Porque no creo que las ucranianas puedan competir en nada con las nacionales de por aquí. El gobierno siempre echando balones fuera. Y culpando a los vecinos de todos los males que aquejan al país. Todo sea por no ver la joroba en el ojo del vecino, o la paja en el ojo propio. O la paja en el ojo del vecino. O no me acuerdo ahora mismo de cómo decía aquel tonto proverbio biblíco.
Historia de las fotografías: He subido varias fotografías que tomé yo mismo con mi camarita de todo a cien. Una de las imágenes muestra un balón de baloncesto gigante. Que había sido instalado frente a la catedral de Kaunas. Al final de Vilniaus gatve, en el casco viejo de la ciudad. El balón se encontraba situado a una distancia prudencial de la tumba del gran poeta nacional, el clérigo Mairionis. Tumba que está encastada en uno de los muros laterales de la catedral. Y que siempre tiene flores frescas y velas en honor a la memoria del sacerdote que pone rostro al billete de más circulación en el país. El billete rosado de veinte litas. En el balón se aprecia el logotipo oficial del Eurobasket 2011 y el de la empresa de electrodomésticos BEKO. Esta empresa, según reza en el escrito que luce el balón, es el principal espónsor del Eurobasket 2011. He hecho mis investigaciones sobre la empresa en cuestión. Pero no he sacado nada en claro. Se trata de una de las principales empresas fabricantes de electrodomésticos en Lituania. Y poco más he podido saber de ella. Aunque si rascase seguro que saldría premio por algún lado. Las otras dos fotografías las tomé en plena Laisves Aleja. La vía principal de Kaunas. El Ministerio del Interior se ha gastado una pasta en distribuir carteles de este tipo. Recordando a los señores turistas que Lituania tiene sus leyes que castigan la prostitución. Y que venir a follar a Lituania está castigado con, ojo al dato, mil litas. Unos trescientos euros que te pueden caer por solicitar los servicios de una puta. Pues eso, caballeros, que Lituania no es un lupanar. Y que los verdaderos hombres no pagan por sexo. A lo sumo invitan a unas copas. O se van a Ucrania de excursión o de viaje de negocios.
(Nota del autor: Esta carta la he ido escribiendo en mis ratos libres. Entre el 1 y el 10 de septiembre de 2011. Aunque sólo hoy he conseguido rematarla. La subo al blog en la madrugada del lunes 26 de septiembre de 2011. Día Europeo de las Lenguas)div.bgtags { border-top:1px solid #888; margin:5px; margin-top:15px; padding:5px; color:#888; font-family:Tahoma, Arial, sans-serif; font-weight:bold; font-size:11px; }

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