Revista Cultura y Ocio

Poetas malditos: baudelaire

Publicado el 21 febrero 2016 por Yolandamartinezaranda36
POETAS MALDITOS: BAUDELAIRE
El poeta Baudelaire
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Los poetas malditos, se caracterizan por  un grupo de escritores quienes no aceptaban ni la sociedad, ni la realidad que les rodea,  se rebelan contra ella. Se consideraban superiores al resto de la gente porque eran poetas, decían que tenían mayor sensibilidad. Se consideraban incomprendidos. Se sentían más cercanos a la belleza.  

Sus poesías son  de carácter metafísico, trascendental, porque se supone que a través de ella consiguen ir más allá de este mundo, y desvelan el misterio de la existencia.
Para ellos la poesía es como para una persona creyente la figura de Dios, a través de ella, juegan con la sugerencia, su poesía no es descriptiva. Quieren insinuar con la palabra, sensaciones (cinco sentidos). 
El nombre de poetas malditos lo creó Verlaine. Editó una antología de poemas de autores diversos que se ajustaban a las anteriores características. Lo tituló "Los poetas malditos". Sólo recogió 6 de ellos, y algunos de los que están, luego no han sido malditos. 
Charles Baudelaire es uno de ellos, poeta, crítico y traductor francés, fue llamado poeta maldito debido a su vida de bohemia y excesos y a la visión del mal que impregna su obra. 
La metamorfosis del vampiro
La mujer, entre tanto, de su boca de fresa
Retorciéndose como una sierpe entre brasas
Y amasando sus senos sobre el duro corsé,
Decía estas palabras impregnadas de almizcle:
«Son húmedos mis labios y la ciencia conozco
De perder en el fondo de un lecho la conciencia,
Seco todas las lágrimas en mis senos triunfales.
Y hago reír a los viejos con infantiles risas.
Para quien me contempla desvelada y desnuda
Reemplazo al sol, la luna, al cielo y las estrellas.
Yo soy, mi caro sabio, tan docta en los deleites,
Cuando sofoco a un hombre en mis brazos temidos
O cuando a los mordiscos abandono mi busto,
Tímida y libertina y frágil y robusta,
Que en esos cobertores que de emoción se rinden,
Impotentes los ángeles se perdieran por mí.»
Cuando hubo succionado de mis huesos la médula
y muy lánguidamente me volvía hacia ella
A fin de devolverle un beso, sólo vi
Rebosante de pus, un odre pegajoso.
Yo cerré los dos ojos con helado terror
y cuando quise abrirlos a aquella claridad,
A mi lado, en lugar del fuerte maniquí
Que parecía haber hecho provisión de mi sangre,
En confusión chocaban pedazos de esqueleto
De los cuales se alzaban chirridos de veleta
O de cartel, al cabo de un vástago de hierro,
Que balancea el viento en las noches de invierno.
El

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