Revista Regiones del Mundo

Polonia topa con la Iglesia

Por Nestortazueco
- La batalla en torno a la cruz de Smolensk enfrenta a ultrarreligiosos y seculares.
(Fátima Ruiz (Enviada especial), Lublin / Varsovia, El Mundo, 18/10/2010)
Polonia topa con la Iglesia Unos obreros trabajan en la estatua de Jesucristo en Swiebozdin (Polonia). EFE
Polonia ha topado con la Iglesia. El plácido matrimonio entre el país que alumbró al Papa más popular del siglo XX y la más sagrada de sus instituciones ha entrado en crisis. Y todo por una cruz, convertida en alambre de espino que divide en dos la sociedad polaca; un país católico y uno secular que se reflejan como espejos invertidos.
En medio, Bronislaw Komorowski, presidente accidental en abril tras una tragedia de tintes griegos -que seguramente rebaje la Historia al sumarla a estos cien años de catástrofes sobre la misma tierra-, la muerte del presidente Lech Kaczynski junto a un centenar del altos cargos al estrellarse su avión en el bosque maldito de Smolensk, tumba de miles de soldados polacos asesinados en los años 40 a manos de los soviéticos.
Revalidado por las urnas el pasado julio, el nuevo jefe de Estado ha ordenado retirar de la explanada del palacio presidencial el inocente madero construido por los scouts con el que la vieja y la nueva Polonia se habían atizado semanas atrás. Lo ha guardado en la capilla, un lugar a salvo de convertirse en manifestódromo. Un 77% de la población opina que es una buena idea, según un sondeo del diario 'Rzeczpospolita'.
Una antorcha en solitario
Sin embargo, en la calle, los radicales partidarios de la cruz rondan el lugar donde se hallaba erigida hasta ahora para defender lo que representa: el catolicismo ultraconservador; el escepticismo europeo; la condena de la homosexualidad y la caza de brujas de los antiguos comunistas. Una antorcha que ahora lleva en solitario Jaroslaw Kacynski, líder del Partido Ley y Justicia (PiS) tras la muerte de su hermano gemelo.
Eso sí los 'manifestantes', son mucho menos numerosos que a finales de septiembre. Apenas un puñado de hombres y una mujer que van dándose paso en las estrofas del rezo en una estampa que podría tener varios siglos si no fuera por el micrófono. Frente a ellos, también en actitud menos beligerante, unos jóvenes que niegan con la cabeza.
Son los representantes de una generación más preocupada por el euro (que podría entrar en 2012) que por el catecismo. Junto a ellos, el partido del primer ministro Donald Tusk (Plataforma Cívica) e incluso los ex comunistas de la Alianza de la Izquierda Democrática, habitualmente prudentes por la cosa de purgar su oscuro pasado y ahora envalentonados por el nuevo clima anticlerical: la religión "perjudica la neutralidad del Estado", ha afirmado su líder, Grzegorz Napieralski.
Brecha generacional
"Existe una brecha entre la generación que aún recuerda la guerra y los jóvenes que desean un país secular donde la Iglesia tenga un papel menos fuerte", dice Eva Korczynska-Madej, profesora de inglés en la ciudad de Lublin, asegurando que la radio ultracatólica Radio Maryja le ha hecho un flaco favor a la institución eclesiástica: "Ha jugado un papel muy perjudicial porque con sus consignas radicales está apagando la voz de la Iglesia".
Lo mismo piensa el antiguo jefe de la conferencia episcopal polaca, Tadeusz Pieronek, que llegó a calificar a los defensores de la cruz de "secta fanática" en declaraciones al Financial Times. El alcalde de Lublin , Adam Wasilewski (Plataforma Cívica), no va tan lejos, pero expresa su disgusto por un rifirrafe que dice afectarle "personalmente": "Encuentro muy inquietante que se use una tragedia así políticamente. Era obvio que había que conmemorar esas muertes, pero como católico puedo decirle que no me gusta que un símbolo religioso se convierta en arma política".
El propio Kacynski ha contribuido a echar leña al fuego, advirtiendo de que sólo un nuevo Gobierno podría hacer justicia a la memoria de las víctimas de Smolensk. Es más, asegura que el premier Tusk tiene la "responsabilidad política y moral" sobre el accidente, insinuando que su Gobierno intentó abortar la presencia de Lech Kacynski en el homenaje a los soldados muertos en ese bosque durante la Segunda Guerra Mundial. Y probando su gusto por las novelas de espías.

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