Revista Música

Ponty: "Tocar todo el tiempo"

Publicado el 29 noviembre 2011 por Bitacorock

De visita en Buenos Aires y esperando el concierto de Ringo en el Luna Park, los carteles callejeros que anunciaban el show de Jean-Luc Ponty en el Gran Rex para la semana siguiente enseguida trajeron a mi mente esos geniales acordes de "Aurora", "Imaginary Voyage" y los dos últimos álbumes de la Mahavishnu.

Es tan vasta la obra de este francés radicado desde hace 40 años en Los Angeles, que un breve repaso por su carrera artística desparrama a diestra y siniestra luminarias de las más variadas vertientes, de Frank Zappa a Elton John, pasando por la exquisita banda inglesa Renaissance y el polifacético músico argentino Lalo Schiffrin.

Pero supo el amigo Ponty encontrar la horma de su zapato en el jazz, y así, de John McLaughlin a Stanley Clarke y Al Di Meola, de Robert Wyatt a Allan Holdsworth y, más recientemente, Chick Corea y Lenny White, su trayectoria se ha desplegado por los cuatro costados del mundo volando sobre un mágico violín de sonido, a esta altura, inconfundible.

Hoy, a los 69 años, Ponty prosigue con su trayectoria de medio siglo y acaba de terminar su gira por el Cono Sur con su Atlantic Years Band. Su secreto parece ser "tocar, tocar y tocar". Y por cierto no es de ahora. En 1978 la revista "Pelo" publicaba una entrevista en la que Ponty, entonces girando con su JLP Group, brindaba las claves de un éxito sostenido por su propia pasión.


"Pelo" Año IX
Nº 94 - Marzo 1978

JEAN-LUC PONTY

MORIR CON EL VIOLÍN EN LA MANO

Falta poco tiempo -alrededor de una hora- para que Jean-Luc Ponty comience uno de los conciertos europeos que realizó en el '77. El concierto será extraordinario de vitalidad y de energía, intenso desde el principio hasta la zapada final en compañía de Larry Coryell y de Philippe Catherine. Pero, por el momento, Ponty está muy tranquilo, y responde con interés y aplicación a las preguntas sobre el porqué de su exilio norteamericano y de su repentina reaparición.

Muestra, al mismo tiempo, una gran serenidad y un punto de vista objetivo sobre la música a los dos costados del Atlántico.

En París, yo vivía tranquilamente. Daba tres o cuatro conciertos por mes, hacía una gira de cuando en cuando, grababa algunas sesiones aquí y allá. Tenía un departamento cómodo, televisor... De alguna manera, gozaba de ese estado especial del que gozan los músicos que realmente pueden vivir de su música sin reventarse. Pero rápidamente me dí cuenta de una cosa: no vendía mucho, no tenía demasiadas oportunidades de tocar, no había emoción. En Francia, en Europa en general, hay muy buenos músicos. ¿Por qué, entonces, no tienen la misma repercusión que otros? Porque se acostumbran y se resignan a vivir una pequeña comodidad, tocando muy poco. Y lo que debe hacer un músico es tocar y tocar, tocar todo el tiempo, tocar cada vez más. Si uno practica, ensaya todos los días, poco a poco va avanzando. Yo aprendí eso tocando con McLaughlin. Durante un año, subíamos a un escenario diferente casi todas las tardes, siempre en lugares distintos. En esas condiciones uno comprende rápidamente qué es la energía, cómo se maneja, cómo se controla y se goza. Uno se convierte en un músico profesional.

¿Es esa -según vos- falta de profesionalismo una de las razones que explicarían el ascenso tan lento de los músicos en Francia, y quizás también de Sudamérica, por ejemplo?

Esa es una de las diferencias esenciales con Estados Unidos. Desde mi punto de vista personal, la lentitud proviene de ahí: de la falta de trabajo y de la falta de voluntad, digamos, para meterse en la cosa hasta las últimas consecuencias. En Estados Unidos es difícil sobresalir, porque hay muchos buenos instrumentistas, pero el público es muy objetivo, sabe apreciar, Si uno es bueno, y si uno hace lo que hace falta, no importa de dónde venga: su oportunidad llegará, a veces rápidamente. Clara que también puede llegar tan rápido el olvido como el éxito. Lo que tiene la gente relacionada con la música en Estados Unidos, desde los mismos músicos hasta los managers y los plomos, es que comienzan a trabajar cuando se levantan y no paran hasta que no terminan lo que tienen entre manos, no importa que haya que dormir. Tienen una pasión adentro que les impide dedicarse a otra cosa. Por supuesto que hay motivaciones, como el dinero, que restan importancia a esa actitud, pero también es cierto que si uno no tiene cierto amor por lo que hace, nunca llegará a ninguna parte. Yo me contagié un poco de todo ese sentimiento de competencia que hace que todo el mundo quiera brindar lo mejor de sí para brindar algo mejor que los otros. Pero ya estoy empezando a pensar en unas vacaciones.

¿Para cuándo? Porque no se te ven intenciones de parar por un largo tiempo...

Lo que sucede es que no puedo parar, aunque lo deseara terriblemente. El Jean-Luc Ponty Group es una organización, hay mucha gente que vive de él. Cuando termine esta gira retornaré un avión para Los Ángeles y comenzaré la grabación de mi próximo disco. Después volvemos a viajar, junto con Renaissance, en una gira mundial, después haremos otra gira norteamericana, muy larga... El hecho es que en Estados Unidos hay un sistema, la competencia, la enorme máquina que se instala alrededor del grupo, que te obliga a trabajar, hasta la saturación si es necesario. Ese es el lado malo. Pero también es muy dinámico. De todos modos, la elección entre Estados Unidos y Europa es muy evidente, por lo menos para mí. Por lo menos, de esta manera funciono.

¿Cómo ves a Europa y su música?

Cada vez más como un extranjero. Europa me parece atrasada. Sobre todo Francia. Tal vez es muy difícil cambiar millones de cabezas viejas. Lo que más me molesta y me apena es el derrotismo típicamente francés. Aún el más revolucionario de los norteamericanos está orgulloso de ser norteamericano; ellos critican a su sociedad para hacerla progresar. Los franceses, en cambio, critican todo pero finalmente están conformes con la morosidad de su estilo. Los grupos franceses deberían salir de Francia, recorrer Europa, el mundo, vivir como músicos. Si yo me conformara con tocar en California, no vendería más de 300.000 discos. En cambio, si voy de un país a otro... El estado de espíritu de los músicos franceses es pequeño: cuando me incliné hacia el jazz, todos intentaron convencerme de que no la hiciera. ¿Por qué? Y después está el problema social. Hay muchos lugares del mundo en que la música no es aceptada como un arte, como algo respetable.

Vayamos al jazz-rock. Muchos sostienen que está muerto o a punto de morir o que nunca existió.

Es difícil hablar de jazz-rock, porque es el punto de encuentro de dos horizontes muy diferentes. Por ejemplo, Weather Report tiene un público preponderantemente de jazz, mientras que Herbie Hancock lo tiene preponderantemente de rock... Nosotros somos algo diferente, si bien es cierto que tenemos una pulsación más cercana al rock. En realidad, yo no sé mucho sobre el tema, porque no suelo escuchar mucha música para evitar influencias cuando compongo. Pero lo que me parece importante es que el jazz rock, por su diversidad, se haya convertido en una categoría, a la misma altura que el blues, el jazz o el rock, con sus músicos, sus radios, su público, etcétera.

¿Podrías definir musicalmente el jazz-rock?

Al principio, creo que eran dos movimientos diferentes. De un lado, los músicos de jazz atraídos por el sonido y la energía del rock; el caso de Herbie, por ejemplo. Por el otro lado, gente como Jeff Beck: músicos de rock en busca de más libertad en la improvisación de sus aproximaciones al jazz, indiscutiblemente más complejo. Yo pienso que todo esto está muy ligado a eso de la "música progresiva", es decir: una música que busca experiencias nuevas.

¿Cómo se formó el Jean-Luc Ponty Group?

Después de Mahavishnu, decidí tocar mi música, lo que era algo completamente nuevo para mí. Lo más duro era ser reconocido. Comencé a rechazar todas las sesiones de grabación que me ofrecían, para demostrar que era lo que me interesaba. Era un gran riesgo, sobre todo financieramente. Pero tuve éxito.

¿Cuál de tus experiencias musicales es la que más satisfacciones te ha dado?

La actual. El grupo marcha muy bien, desborda energía, y todos tocan sinceramente, verdaderamente. Mis músicos son jóvenes, y muy talentosos. Hay una especie de intercambio entre nosotros: yo les hago compartir mi saber y mi madurez, y ellos, en contrapartida, me dejan tocar mi música como yo la concibo.

¿Volverás algún día a establecerte en Francia?

No. En Estados Unidos tengo la oportunidad de morir en gira, con el violín en la mano. En Francia, no.


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