Revista Cultura y Ocio

Popol Vuh (undécimo capítulo): la historia de Ixquic

Por Víctor Barrera Alarcón

Oyendo, pues, cierta doncella llamada Ixquic, hija del señor Cuchumaquic, decir a su padre cómo aquel palo seco había fructificado, sintió curiosidad y se propuso ir a ver el prodigio.

-¿Por qué no he de ir a ver ese árbol del que hablan?-Exclamó la joven.-Ciertamente deben ser asombrosos sus frutos.-A continuación se puso en camino ella sola y llegó al pie del árbol que estaba en el lugar del sacrificio del juego de pelota, en Pucbal Chah.-¡Ah! ¿Qué frutos son los que produce este árbol? ¿No es admirable ver cómo se ha cubierto de frutos? ¿Me he de morir, me perderé si corto uno de ellos?

Habló entonces a la joven la cabeza de Hun Hunahpú que estaba colgando entre las ramas del árbol y dijo así:

-¿Qué es lo que quieres? Estos frutos redondos que cubren las ramas del árbol no son más que calaveras. ¿Por ventura los deseas?

-Sí, los deseo.-Contestó la doncella.

-Muy bien, extiende adelante las manos abiertas.

-Está bien.-Contestó ella.Y dicho esto la joven levantó sus manos abiertas y las extendió en dirección a la calavera. En ese mismo instante la calavera lanzó un chisguete de saliva que fue a caer directamente en la palma de la mano de Ixquic. Mirándose ésta rápidamente y con atención la palma de la mano no pudo ver nada, pues la saliva de la saliva de la calavera ya no estaba allí.

-En la saliva te he dado mi señal y mi descendencia, ahora mi cabeza no tiene nada encima, no es más que una calavera despojada de la carne e infunde miedo a la gente. Es lo que sucede con las cabezas de los grandes jefes, solamente sus carnes hacen bueno su rostro. Así es que el hijo viene a ser como saliva, como baba fue creado, es hijo de señor, mejor dicho hijo de sabios, de oradores, no se perderá, de este modo seguirá, que se cumpla, que no se extinga, que no desaparezca la generación de señores, hombres sabios, oradores, que queden siempre hijas e hijos como herencia. Es lo que he hecho yo contigo. Sube, pues, a la superficie de la tierra, que no morirás. Confía en mi palabra que así será.-Dijo la cabeza de Hun Hunahpú y de Vucub Hunahpú.

Y todo lo que había acontecido fue realmente por las palabras y por el mandato de Caculhá Huracán, de Chipi Caculhá y de Raxa Caculhá.

La joven volvió enseguida a su casa después que le fueron hechas estas y otras advertencias y amonestaciones, habiendo concebido inmediatamente los hijos en su vientre por la sola virtud de la saliva. Y así fueron engendrados Hunahpú e Ixbalanqué.

Llegó la joven a su casa, y después de haberse cumplido seis meses reparó el llamado Cuchumaquic en la preñez de su hija. Al instante fue descubierto el secreto de la joven por el padre, al observar su barriga. Se reunieron entonces en consejo todos los señores, y Hun Camé y Vucub Camé, con Cuchumaquic.

-¡Mi hija está preñada! ¡Ha sido deshonrada!-Gritó Cuchumaquic cuando compareció ante los señores.

-Está bien.-Dijeron los señores de Xib’alb’a.-Oblígala a declarar la verdad, y si se niega a hablar, que muera, que la lleven a sacrificar lejos de aquí.

-Muy bien, respetables señores.-Contestó. Más tarde, cuando llegó a su casa habló con su hija y le dijo así:-¿Quién es el dueño del hijo que tienes en el vientre, hija mía?

-No tengo hijo, señor padre, no hay varón que conozca mi rostro.

-Está bien. Indudablemente eres una fornicadora.-Y entonces les dijo a los búhos, que eran los mensajeros.- ¡Llevadla a sacrificar vosotros los Ahpop Achih!, traedme su corazón en una copa y volved hoy mismo ante los señores.

Los cuatro mensajeros tomaron el vaso y se marcharon, conduciendo sobre sus espaldas a la joven y llevando también el cuchillo de pedernal blanco para sacrificarla. Entonces ella habló así a sus captores:

-Vosotros no me matéis, oh mensajeros, porque no es una deshonra lo que llevo en el vientre, sino que se engendró solo cuando fui a admirar la cabeza de Hun Hunahpú que estaba en Pucbal Chah. Por lo tanto no debéis sacrificarme, oh mensajeros.

-¿Y qué pondremos en lugar de tu corazón? Se nos ha dicho por tu padre: “Traedme el corazón, volved ante los señores, cumplid vuestro deber, arrancadlo y traedlo pronto en el vaso, poned el corazón en el fondo del vaso”. ¿Acaso no se nos habló así? ¿Qué les daremos en el vaso? Nosotros bien quisiéramos que no murieras.

-Muy bien, pero este corazón no les pertenece a los señores de Xib’alb’a. Tampoco debe ser aquí vuestra morada. No solamente por la fuerza ha de morir la gente; vuestros serán los auténticos fornicadores, y míos serán enseguida Hun Camé y Vucub Camé. Así, pues, la sangre y sólo la sangre y las calaveras serán de ellos y estarán en su presencia. Tampoco puede ser que este corazón sea quemado ante ellos. Recoged el producto de este árbol.-Dijo la doncella.

La roja savia brotó del árbol, cayó en el vaso y de inmediato se endureció y se hizo una vola resplandeciente que tomó la forma de un corazón; fue hecho con el jugo que corría de aquel árbol encarnado. Semejante a la sangre brotaba el líquido del árbol, imitando la verdadera sangre. Luego se cuajó allí dentro de la sangre, o sea la savia del árbol rojo, y se cubrió de una capa muy encendida como de verdadera sangre al coagularse dentro del vaso, mientras que el árbol relumbraba por obra de la doncella. Es llamado árbol rojo de grana, chuh cacché se le dice, pero desde entonces tomó también el nombre de árbol de la sangre, porque a su savia se le llama la sangre.

-Allí en la superficie de la tierra tendréis vuestra habitación y vuestro alimento, lo que os pertenece.-Dijo la joven a los búhos.

-Está bien, doncella, nosotros nos iremos allá, subiremos a servirte; solamente camina tú primero a la otra parte mientras nosotros vamos a presentar la savia en lugar del corazón ante los señores.-Dijeron los mensajeros.

Cuando los búhos llegaron ante los señores ya estaban todos reunidos, aguardando.

-¿Ya se ha terminado todo eso?-Preguntó Hun Camé.

-Todo está concluido señores. Aquí está el corazón en el fondo del vaso.-Los mensajeros mostraron el vaso a sus señores.

-Muy bien, veamos.-Dijo Hun Camé. Y cogiéndolo con los tres dedos lo levantó y comenzó a derramarse la sangre de vivo color rojo.-Atizad bien el fuego y ponedlo sobre las brasas.-Ordenó.

En seguida lo arrojaron al fuego y comenzaron a sentir el olor los de Xib’alb’a, y levantándose todos se acercaron, y ciertamente sentían muy dulce la fragancia de la sangre. Y mientras ellos se quedaban pensativos y aturdidos, se marcharon los búhos, remontaron el vuelo en bandada desde el abismo hacia la tierra y se convirtieron en sus servidores.

Así fueron burlados los señores de Xib’alb’a. Por la doncella fueron engañados todos.


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