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Por aquello de la compensación, tres días después del suc...

Publicado el 06 julio 2010 por Kotinussa

Por aquello de la compensación, tres días después del suceso narrado en el post anterior, el desayuno me deparó otra sorpresa, pero esta vez de lo más agradable.

El hotel de Madrid donde voy siempre está al lado del Real Canoe Natación Club que, al tener unas magníficas instalaciones, alberga muchísimas competiciones a todos los niveles. Por eso, rara es la ocasión en que no coincido en el hotel con algún grupo que viene a competir. Una vez fueron unos campeonatos de natación para la tercera edad y otras veces son competiciones de infantiles o alevines.

Pero esta mañana, mientras me despachaba un desayuno mucho más enjundioso que el del otro día, a dos metros de mí, con sólo un cristal por medio, desembarcó de un autobús un grupo de unos veinte muchachos a cual más guapo y con mejor tipazo. Iban uniformados, y en la espalda de su polo blanco se leía Hellas National Team. Pues sí, eran griegos, y eso me hizo recordar que cuando se celebró en 2007 el Campeonato de Europa de Voleibol, hasta yo, que soy refractaria a practicar y contemplar como otros practican cualquier clase de deporte (excepto el tenis), me zampé varios partidos en televisión sólo para deleitarme la vista con el equipo griego, que estaba todo de “toma pan y moja”. Hasta ahora, en la historia de los campeonatos de Europa sólo han conseguido una medalla de bronce, pero es que no se puede tener todo, sería demasiado injusto.

De momento, y aunque el trabajo de campo es demasiado escaso, he llegado a la conclusión provisional de que los deportistas griegos están como un cañón. Y debe ser que lo da la tierra. Por eso a Lisipo, Fidias y demás colegas les salían esas esculturas, mientras que a Botero le salen sus gordas.

Para terminar, como no tengo Alzehimer ni soy una asaltacunas, me limité a mirar a los chicos a través del cristal según bajaban del autobús. No quiero ni pensar en la visión de ese grupo cuando luzcan sus bañadores de competición. Un rato más tarde, mientras en recepción me cambiaban un billete grande, me vi rodeada por el grupo, al que estaban asignando sus habitaciones. Y yo, tan modosita, a lo mío, palabrita del Niño Jesús. Ni una miradita ni una sonrisa. Que no quiero que a la vuelta a Grecia alguno de ellos pueda escribir en su blog un post como el que escribí sobre el abuelete.

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Tal día como hoy, hace tres años: Navegando a la deriva


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