Revista Opinión

Por Dios, no reformen la Constitución

Publicado el 21 febrero 2016 por Franky
La Constitución española necesita reformas, pero es mejor no tocarla si los que van a reformarla son los actuales políticos españoles. La España del presente no está en buenas manos. Si en 1978, con mejores personas y mas preparadas, se redactó una Carta Magna que sirvió para encumbrar a partidos sin valores y para hacer pasar por democracia una vulgar dictadura de partidos, ahora, con políticos ineptos en las Cortes y en un caldo de cultivo corrompido, el resultado sería una catástrofe. --- Por Dios, no reformen la Constitución Si analizamos las obras y el espectáculo que están ofreciendo los actuales políticos, desprovistos de ética y enfermos de codicia, ambición y desvergüenza, es lícito deducir que son un peligro mortal para España. Las decisiones y medidas que surjan de ellos pueden ser letales para el país.

Sirva como ejemplo el hecho de que la cesión a otros partidos de diputados y senadores para que puedan formar grupos parlamentarios, reciban mas dinero y tengan mas voz no es cortesía sino fraude y, probablemente, también delito porque altera el sentido de la ley y viola la voluntad popular expresada en las urnas. En todo caso, es una indecencia que refleja la bajeza de la política española en general y socialista en particular.

La clase política actual, envuelta en un ambiente de ambiciones y codicia, sólo piensa en participar de lleno en la orgía del poder y, desde las alturas del Estado, atiborrarse de privilegios, solucionar su economía para toda la vida y en colocar grilletes que impidan a los españoles pensar y comportarse como ciudadanos libres y exigentes. Piensan, con razón, que cuanto mas imbéciles y esclavos sean los españoles, mas libertad tendrán ellos en la gran orgía del poder.

Lamentablemente, un Estado totalitario dominado por ellos está en la cima de sus pretensiones.

Permitir que esa clase de políticos reformen la Constitución es un riesgo terrible para España. Todos quieren ser presidentes del gobierno o, por lo menos, ocupar cargos en el gobierno de la nación. Para conseguirlo, parecen dispuestos a todo, incluso a renunciar a sus propias ideas y a pactar con cualquiera. Voces que podrían tener su origen en la Zarzuela dicen que el rey Felipe está asustado de lo que escucha en sus consultas para formar gobierno. Unos le han dicho que tienen que ser presidentes, otros que vicepresidentes y otros que jamás permitirán que fulano lo sea. Ninguno habla del bien común y nadie parece interesado en el futuro de la nación.

Hay que ser realistas y admitir que la clase política española no da la talla y que una tribu de ineptos con ambición desmedida ha alcanzado la cima del poder, aupada por una ciudadanía que so es capaz de percibir que los corderos son lobos y que los partidos a los que aupa y defiende son manadas descontroladas más interesadas en el botín que en el bienestar colectivo.

La única vía solvente para reformar la Constitución es designar a ciudadanos de prestigio y solvencia moral para que redacten las reformas necesarias y someter el nuevo texto a referendum para que el pueblo decida. La intervención en ese proceso reformador de los actuales partidos políticos, degradados, alejados del pueblo y contaminados por el abuso de poder y la corrupción, es un peligro mortal para España.

No podemos pedir patriotismo a aquellos cuya patria es el poder y el disfrute porque no sirven para otra cosa que para pastar en el presupuesto. No podemos pedir honradez a los que lo sacrifican todo por la pasta. No podemos pedir sacrificios a los que piensan que la política es para servirse, no para servir.

La única salida es alzarse, alzarse hasta que los españoles corderos se conviertan en lobos y entonces, cuando el ciudadano se haya indignado y enfurecido, cambiar a las actuales tribus políticas por otras que crean en el honor, la decencia, la nación común, el sacrificio, la honradez y el servicio a los demás.

Los codiciosos y corruptos quieren cambiar la Constitución. Si lo logran, tal vez España esté definitivamente perdida porque éstos desconocen la democracia, ignoran el servicio y no pueden ofrecer al pueblo y a la nación garantías de ningún tipo.



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