¿Por qué la inmediatez obstruye nuestros juicios?

La necesidad y el deseo son las fuerzas primordiales que nos encadenan a la vertiginosa trama de los hechos contemporáneos, cuya arrolladora intensidad nos obliga a concentrar todos nuestros esfuerzos vitales para hacerles frente como nadadores enfrentados al oleaje. En ese marco, sometidos a la fuerza de los hechos que nos involucran y al peso de las opiniones y convicciones compartidas por los núcleos sociales que frecuentamos, nos vemos imposibilitados de considerar con desapasionamiento las ideas y los paradigmas de nuestra época; por el contrario, movidos por nuestras aspiraciones y conveniencias, tendemos a atribuirles con demasiada facilidad un valor definitivo. Esa característica de nuestra conducta se verifica claramente en el caso del arte contemporáneo, que a pesar de la inocultable inanidad de sus postulados y de los objetos y las ocurrencias indescifrables que presenta como obras de arte, disfruta de una consideración positiva prácticamente unánime en todos los grandes centros artísticos del mundo, una situación que se torna comprensible cuando se piensa en el funcionamiento de los núcleos sociales consumidores de los productos culturales de moda. Integrados por profesionales de clase media, poderosos empresarios, periodistas complacientes, estudiantes de arte, intelectuales no exentos de esnobismo, nuevos ricos, celebridades varias y gente aficionada a los eventos muy publicitados, es decir, personas por lo general cultas, inteligentes, cordiales y sofisticadas, cuyo trato suele ser tan útil como gratificante, esos grupos proyectan una influencia a la que es muy difícil sustraerse, porque la audacia de despreciar las convicciones y los consensos que los unen implicaría una abrupta ruptura de relaciones y el consiguiente ninguneo del audaz. No obstante, si optáramos por enfrentar el riesgo y tratáramos de alcanzar una visión razonablemente desapasionada y ecuánime de los paradigmas dominantes en el momento actual, deberíamos hacer el esfuerzo de considerar la situación imaginando que la coerción de los círculos influyentes y sus modelos culturales se encuentran a varios siglos de distancia. Convengamos que no es nada fácil conjeturar qué defensa podría tener en ese futuro lejano la descabellada heterogeneidad de tantos elementos comunes e irrelevantes que hoy son aceptados y celebrados como arte.