Revista Cultura y Ocio

¿Por qué la Noche de San Juan coincide con el día de San Juan?

Por Rafael García Del Valle @erraticario

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No existen preguntas tontas. Sólo respuestas más estúpidas o menos inteligentes. Así que el título de este artículo exige ser redimido ante el común de los mortales… Veamos, pues…

El 24 de junio se conmemora la natividad de Juan el Bautista, el mismo día en que tenían lugar los ritos paganos de la fertilidad para contrarrestar el inicio de la caída del Sol, cuando los días comienzan a acortarse tras el solsticio de verano y era necesario rogarle a la Diosa para conservar la vida y agradecer las cosechas que permitirían sobrevivir a un nuevo ciclo.

¿Pero qué tiene que ver San Juan con los fuegos paganos? Puede que los más se conformen con saber que ya lo dijo Lucas en su evangelio dejando claras las cosas desde un principio, cuando el ángel Gabriel le anunció a María que iba a ser madre:

Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios.

(Lucas, 1: 35-37)

Así que el ángel avisa a María de que su hermana Isabel le lleva seis meses de ventaja, de modo que, una vez instaurado el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús, no quedaban muchas opciones para considerar el nacimiento del Bautista.

Pero la cosa no mola. No explica nada. Aburre…

Así que vayamos por partes y empecemos por alguna si queremos entender mejor qué tienen en común las churras y las merinas…

Para hacerlo rebuscado, como corresponde a todo acercamiento al mundo de los símbolos, comenzaremos por el medio.

La conexión pagana

Durante la Edad Media, Juan fue el personaje asociado con el amparo y sanación de los más castigados en el desierto de la vida. El sendero de Juan comienza en el desierto, donde su voz se alza para mostrar el camino por el que alejarse de la tierra yerma. Es por ello que los antiguos hospitales, lugares de refugio para los viajeros, honraban al Bautista, la voz acogedora en mitad del desierto, además de portadora del mensaje que anunciaba la llegada del Mesías, por el que los hombres habrían de sanar.

No es difícil imaginar, por tanto, que su figura fuese acompañada de alivio, gozo y motivo para festejar la alegría de vivir. Esto es, de los mismos sentimientos que los paganos exhibían durante la noche del solsticio de verano para honrar las cosechas y rogar por que la vida siga su curso.

Por otra parte, Juan tiene un final un tanto escabroso, pues su cabeza será cortada y llevada ante Salomé, la hija de Herodes, el cual, tras querer premiarla por su hermoso baile, está dispuesto a concederle el regalo que ella pida. Y Salomé, llevada por los “consejos” de su madre Herodias, la cual no tiene mucho aprecio a Juan porque éste denunció y criticó públicamente su matrimonio con Herodes, ya que éste era el hermano de su anterior esposo, la insta a pedir la cabeza del Bautista… un regalo de dudosa finura pero que parece desahogarla de tanta mala hiel.

El caso es que la decapitación es algo que vincula la historia de Juan con la de los rituales paganos, pues eso de cortar cabezas parecía tener mucho que ver con los ciclos de la cosecha y los rituales para garantizar abundancia en el futuro. Para que la vida siga su curso y la semilla germine en la tierra, antes es necesario que el fruto caiga del árbol. La cabeza cortada hace referencia a la necesidad de morir en la vieja forma para permitir que algo nuevo y superior ocupe su lugar.

Un simbolismo que parece tener su origen en los rituales ancestrales de ciertas tribus del Norte, según cuenta Robert Graves en La diosa blanca, donde el caudillo del clan era sacrificado para mantener satisfecha a la Diosa Madre, a la cual el rey estaba subordinado y por cuya gracia y voluntad la Naturaleza proporcionaba, o no, sus frutos y cosechas para sobrevivir al siguiente ciclo del año.

Pero si algo sorprende en esta asociación entre las fiestas de la Naturaleza y San Juan es la que nos muestra el Renacimiento, en concreto Leonardo da Vinci cuando nos enseña que su Baco, el equivalente romano de Dioniso, es es el mismo personaje que aparece en su retrato de Juan el Bautista:

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¿Cómo es posible? Dioniso es el dios del desenfreno, el extásis, la fertilidad y los rituales asociados al lado más salvaje de la naturaleza, ¿qué puede llevar a sugerir una relación así con el Bautista?

Quizás podamos entender una identificación tan aparentemente opuesta si acudimos a las imágenes oníricas de Carl G. Jung, pero antes debemos entender la identificación de Juan con el profeta Elías del Antiguo Testamento y adquirir unos conceptos básicos de alquimia.

Profetas y mensajeros

Las asociaciones de Juan con Elías son varías. Por ejemplo:

Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.

(Lucas, 1: 10-11)

Uno de los textos gnósticos por excelencia, el Pistis Sophia, escrito en el siglo II, nos muestra a Cristo resucitado diciéndole a sus discípulos:

…y vosotros me dijisteis: “Escrito está que: Cuando venga el Cristo, Elías vendrá antes que Él y preparará su camino”. Sin embargo, cuando me decíais esto, yo os contestaba: “Elías verdaderamente ha venido y preparado todas las cosas tal como está escrito, y ellos han hecho para Él lo que deberían”. Y cuando comprendí que vosotros no habíais entendido aquello que os hablé relacionado con el espíritu de Elías que está ligado a Juan el Bautista, os contesté abiertamente: “Si aceptáis a Juan el Bautista: Él es Elías de quien os he hablado que vendría.

La identificación de Juan con Elías nos lleva a una asociación más profunda: la conexión, a efectos prácticos, con los equivalentes clásicos de los profetas hebreos: los mensajeros de los dioses.

Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.

(Mateo, 11: 9-10)

Juan el Bautista entra en la línea de Elías pero también de Toth, Hermes o Mercurio. En cuanto que heraldo de Cristo, es, al igual que ellos, un mensajero de los dioses con la misión de transmitir cierta sabiduría celeste a los hombres.

Juan representa el final de los tiempos antiguos de la Ley y los profetas que ha de dar un paso más hacia una nueva era donde Jesús cambiará las normas en favor de una espiritualidad individualizada, frente al carácter grupal de la tradición hebrea. Pero, para que nazca el hombre nuevo que se rebele contra el orden establecido, su alma ha de ser vieja, su conciencia ha de haber recorrido un largo camino en el proceso evolutivo que es el desarrollo de la mente individualizada.

Es por ello que, según cuenta Rudolf Steiner en su Evangelio de Lucas, para cumplir con su misión de heraldo, Juan “ante todo necesita la fuerza que posee una individualidad que viene al mundo como alma madura, hasta más que madura. Él nace de padres viejos”.

Una fuerza de voluntad necesaria para ser el hombre que alzó su voz en el desierto, entre una sociedad hostil, con la misión de preparar un terreno yermo para la llegada del Mesías.

En los tiempos antiguos, el mensajero de los dioses tenía una importancia clave en las relaciones entre el Cielo y la Tierra: portaba el mensaje y, por tanto, poseía la información. Hermes Trismegisto fue aquél que pasó el conocimiento divino a los hombres y cuyas enseñanzas viajaron en el tiempo a través del Corpus Hermeticum, cuya sabiduría dice remontarse al dios egipcio Toth.

Un poco de alquimia

La alquimia describe un proceso de transmutación interior en términos químicos. Generalmente, se distinguen tres fase principales cuyo simbolismo exige un trabajo exclusivamente personal que aquí no nos compete:

  • Nigredo: Estado de la materia prima que se logra por la descomposición de los elementos que la forman. Separado cada elemento, se procede a la unión de todas las contraposiciones sueltas en un único bloque. Tal bloque acabará pudriéndose, lo que provoca el ennegrecimiento.
  • Albedo: El lavado (ablutio, baptisma) conduce al emblanquecimiento. El blanco es la manifestación de la unión de todos los colores. Es el estado plateado o lunar, que muchos han considerado la meta aunque, sin embargo, el objetivo es el estado solar.
  • Rubedo: La salida del Sol, de modo que el albedo es el crepúsculo.  Lo rojo surge directamente del blanco tras aumentar el fuego hasta el grado máximo. En algunos casos, se manifiesta como una unión de ambos colores (aqua permanens) en las bodas químicas (nuptiae chymicae). En otras, como el oro filosofal o piedra áurea.

Mercurio es el elemento fundamental para comenzar la transmutación de los metales y obtener el oro. 

El baño, bautismo, por agua es la preparación para el baño final por fuego, de modo que se impida que el fuego consuma al ser y que, por el contrario, pueda actuar como elemento purificador, no destructor. Es por ello que Jesús ha de ser bautizado por Juan antes de emprender su camino.

En términos psíquicos, tal y como dice Jung, el aqua permanens será revelada por vía onírica, pues se trata de un conocimiento cabalístico. Es decir, es una inspiración divina procedente de las esferas superiores y, como tal, se expresa en las visiones del inconsciente:

…tal como en la psique surge de la multiplicidad de la percepción sensorial la unidad y simplicidad de la idea, surge del agua inicial finalmente el fuego, es decir, la sustancia etérea; pero no –y esto es lo decisivo—como simple analogía, sino como efecto del estado espiritual sobre la materia.

(Jung, Psicología y alquimia)

Volviendo a los evangelios, dice Juan:

Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.

(Mateo, 3. 11)

Estamos ante el personaje que custodia las claves para el camino espiritual de los humanos. Y se trata de un camino de elevación, tal y como señala el dedo de Juan el Bautista en el cuadro de Leonardo da Vinci, que ha de lograrse mediante una síntesis de los aspectos femenino y masculino, las bodas alquímicas, de las que será engendrado el andrógino, el ser completo que ha llegado a la Totalidad en sí mismo.

La unión hace la trascendencia

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En El libro rojo, Jung presenta a la pareja Elías y Salomé como representación de esa unión de lo masculino y lo femenino. Son el anciano erudito y la bella hija prisionera, el bibliotecario erudito y escéptico y la cocinera humilde y devota, Amfortas y Kundry. En definitiva, el Logos y el Eros.

En su comentario al libro de Jung, Bernardo Nante nos dice:

Es a través de su función superior, el pensar, representado por Elías, que Jung puede acceder a su placer indiferenciado y elaborar su transformación. Pero es fundamental comprender que la clave se la dio Elías y, es quizá, la clave de todo el proceso descripto en El libro rojo:

“En su amor has de reconocerla”.

El andrógino o niño divino nace de la unión entre Hermes y Afrodita: Hermafrodito es el hijo inmortal de la pareja que representan la Mente y la Belleza.

Es esta imagen del andrógino la que explicaría por qué el cuadro de Leonardo da Vinci muestra un Juan completamente afeminado, pues apuntaría no a la figura en sí, sino a lo que esta anuncia: el regreso al Uno tras la unión de los opuestos. La figura de Juan va más allá de la forma física y se convierte, así, en su mensaje mismo. Es el contenedor del principio hermético para la transformación espiritual, el iniciador que muestra los resultados de la iniciación.

Y esta iniciación comienza, precisamente, por la integración del lado más oscuro y reprimido del ser, su aspecto salvaje dominado por los instintos. Será precisamente el amor el que permitirá elevar y transformar el sentir más allá del placer. ¿Podemos entender así el pensamiento escondido tras el cuadro de Leonardo, un dios Baco/Salomé/Eros elevado en su fusión con su opuesto necesario, Juan/Elías/Logos?

Quizás pudiera servir de pista la leyenda de la muerte de Orfeo, castigado por divulgar los secretos divinos y cuya cabeza cantarina fue depositada en el santuario de Dioniso, al igual que la cabeza de Juan fue presentada ante Salomé.

Sea como sea, el nombre de Salomé no sólo es principio, pues aparece también al final de la historia de Cristo bajo otra figura femenina presente en la crucifixión y premiada con la visión de la luz del Cristo resucitado.

Y esto también se ve en los sueños de Jung. Tras ser sacrificado éste en la cruz, Salomé recobra la vista. Se ha pasado del placer ciego al amor vidente.

Por ello, Elías ya es una luz blanca a la que solo puede tener acceso un amor vidente y no un placer ciego como hasta ahora. [...] Pero estos principios trascienden lo humano, son divinos, de allí que el desafío consista en asumirlos en la escala individual y mundana.

(Bernardo Nante, El libro rojo de Jung)

Pareciera que Jung tenía muy presente el Pistis Sophia:

Sucedió entonces que cuando Jesús escuchó las palabras de Salomé, dijo: “Bien hablado Salomé. Amén, Amén, te digo: Te perfeccionaré en todos los misterios del reino de la luz”.

Que le corten la cabeza…

Salome y Juan

Como se ha dicho, la decapitación está muy relacionada con los ciclos paganos de la cosecha y los rituales para garantizar abundancia en el futuro, haciendo referencia a la necesidad de morir en la vieja forma para permitir que algo nuevo y superior ocupe su lugar.

Como refleja la pintura de Leonardo sobre el Bautista, la ascensión pasa por la cruz que se interpone entre el dedo y el cielo al que apunta Juan. El heraldo une los dos mundos, el divino y el terrenal, pero el cruce de uno a otro sólo es posible mediante un proceso de purificación, de muerte y renacimiento.

Y en esto de la decapitación, tienen algo que decir los mandeos.

Los mandeos conforman un grupo gnóstico surgido a orillas del río Jordán durante el siglo I y cuyas tradiciones se mantienen aún gracias a unos pocos miles de fieles que habitan las montañas de Irak. Para los mandeos, Juan el Bautista es el último gran profeta y como a tal lo reverencian, perpetuando el ritual iniciático del bautismo por agua en el Tigris. De Juan dicen que “el fuego no puede quemarle”, lo que nos enlaza a las referencias alquímicas antes mencionadas.

Además, custodiaban la reliquia de la cabeza de Juan en Damasco, considerada portadora de poderes milagrosos.

Hay quienes han querido ver en los misterios templarios un contacto de la Orden con las sectas mandeas en la Siria del siglo XII y la explicación a la importancia de Juan en ellos. El misterio del Baphomet en cuanto que cabeza cortada adorada en desconocidos rituales ha sido parte de la leyenda templaria a través de los siglos desde las acusaciones que acabaron con la Orden y el motivo por el que se hable de su asociación con los mandeos.

Según las acusaciones contra la Orden, los Pobres Caballeros de Cristo reverenciaban una cabeza cortada, a la cual adoradaban como fuente de vida.

Y he aquí que, hablando de templarios, se hace inevitable, a la vez que tentador, introducir un elemento más en la fórmula simbólica. Así que hemos de volver a las pinturas renacentistas… allí donde Salomé recibe la cabeza de Juan bien en una bandeja, o bien en artefactos más “elaborados”, como fuentes, escudillas o vasijas varias.

…y la sirvan en bandeja

Aquí se nos abre un universo que apunta al desmadre, así que habrá que concretar y pecar por defecto. Pues, efectivamente, con el Grial hemos topado. Pero no es lugar para adentrarnos en tan magna cuestión, así que nos limitaremos a usarlo, sencillamente, para ampliar un poco más las conexiones e intuir la amplitud del símbolo con que estamos tratando.

Las primeras referencias al Grial, refiriéndonos a éste según el gusto de la tradición medieval que hemos heredado, aparecen en la literatura galesa bajo la forma de calderos mágicos. En concreto, al caldero mágico de Bran.

Bran se nos aparece en los mitos como el dios de la regeneración, el rey de los britanos y/o un gigante bastante querido por el pueblo. En cuanto que dios de la regeneración, su caldero mágico tenía el poder de resucitar a quienes morían.

cabeza de bran

En una de las leyendas, Bran muere decapitado, pero su  cabeza sigue hablando y se convierte en un talismán que da buenos consejos y ejerce de oráculo.

Robert Graves veía en Bran la importación, desde el Egeo, de los cultos mediterráneos relacionados con Esculapio, quien comenzó a salvar vidas tras decapitar a Medusa. Por otro lado, la cabeza cortada y parlante también estaba presente en el mito de Orfeo, como se ha dicho.

Podemos entender mejor esta representación del conocimiento divino, donde Bran/Juan el Bautista, enlaza la antigua representación, la cabeza, y la que habrá de popularizarse a partir de él, la copa o grial, si acudimos al Tratado IV del Corpus Hermeticum, donde se habla de un mensajero enviado para traer a la Tierra una crátera con el nous, la mente divina, en que habrán de sumergirse quienes acepten el ofrecimiento de  la gnosis, el conocimiento necesario para la elevación espiritual.

—¿Por qué motivo entonces, oh padre, no compartió dios la mente con todos ellos?

—Lo que quería, hijo mío, es colocar la mente entre las almas, como un premio a conquistar.

—¿Y dónde la colocó?

—Llenó una gran crátera y la envió aquí abajo, y designó un heraldo, a quien ordenó hacer la siguiente proclama a los corazones de los hombres: “Sumérgete tú mismo en la crátera, ya que tu corazón puede, si cree que te alzarás de nuevo hacia aquel que ha enviado la crátera aquí abajo, y si sabe reconocer para qué naciste”.

Todos aquellos que prestaron atención a la proclama y se sumergieron en la mente se hicieron partícipes del conocimiento y se convirtieron en hombres perfectos, pues recibieron la mente.

Templecombe Head cropped colour

Cabeza en la Iglesia templaria de Templecombe

Final digno de una Diosa

Sólo un apunte más para completar el cuadro…

Esculapio y Bran eran dioses de la sanación. Y los dioses de la sanación, desde que el tiempo es tiempo, comparten todos una misma cualidad: sirven a una diosa…

Los profundos vínculos entre Jesús y Juan encuentran su origen en el Evangelio de Lucas y la visita de María a Isabel, donde el encuentro de ambas embarazadas provoca el revuelo del futuro “niño Juanito”, que dice el folclore. Pero en alguna fase posterior de la historia, la unión entre profeta y Mesías parece que no quiere dejarse pasar por desapercibida.

Así, en el Evangelio de Marcos, el autor pareciera querer dejar patente la identidad de un mismo proceso en el que Jesús y Juan son, a efectos prácticos, uno:

Oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes. Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de los profetas. Al oír esto Herodes, dijo: Este es Juan, el que yo decapité, que ha resucitado de los muertos.

(Marcos, 6: 14-16)

La importancia de su estrecha conexión no pasa desapercibida al contemplar algunas de las Sagradas Familias en que se incluye al niño Juan a la par de su compañerito Jesús. Pero aquí hemos de notar algo más preciso, y es cómo ambos, cual uña y carne en el mismo dedo, crecen amparados por la Gran Madre… María.

 Rafael - Virgen del jilguero (1505)

Tal y como se mencionaba al principio, los ancestrales rituales del verano exigían la muerte del caudillo de la tribu para contentar a la Gran Diosa, a la cual éste estaba subordinado. Su sucesor contrae matrimonio con la reina, representante de la Divinidad en la Tierra, hasta fin de año, época en que le sucede, a su vez, un nuevo rey al que se considera reencarnación del que fuera ejecutado en el ritual estival.

Juan decapitado, la unión del Logos/Elías/Juan y el Eros/Salomé/Baco, y el Andrógino/Niño Divino que trasciende la labor del Bautista tres días después del solsticio de invierno, cuando se inicia el nuevo año.

¿Esconde Salomé uno de los tres aspectos, junto a Magdalena y María, en que suele dividirse la Gran Diosa olvidada por las religiones de Occidente? Todas las civilizaciones tuvieron su diosa negra de la muerte y la adivinación, su diosa roja del amor y la batalla, su diosa blanca del nacimiento el crecimiento.

Nigredo. Albedo. Rubedo. Que dicen los alqumistas…

En un texto gnóstico de los manuscritos de Nag Hammadi, El concepto de nuestro Gran Poder, se dice que aquél que conoce el Gran Poder será invisible y el fuego no le destruirá, sino que lo purificará al tiempo que destruye todas sus posesiones. Una imagen sugerente que nos permite combinar el contenido esotérico del fuego alquímico que quema al hombre material para liberar al espiritual y la expresión exotérica de las hogueras de las fiestas de la cosecha, donde lo viejo arde para iniciar un nuevo ciclo de vida. Todo ello desvelando una misma intención simbólica en que se reúnen tradiciones tan diversas en su forma pero tan idénticas en su esencia, desde el principio de los tiempos.

En la versión junguiana de tanto mito, estamos ante la rebeldía contra el orden establecido, el Padre, la emancipación de los cuidados de la Madre, la lucha con las sombras del Inconsciente, la fusión con el aspecto femenino en su calidad de par y la culminación del proceso en el desarrollo del Niño Divino o Puer Aeternus.

Tal y como señala Jung, primero es necesario reconocer los símbolos del Inconsciente que se presentan sobre todo en los sueños, o lo que es lo mismo, adquirir el conocimiento procedente de los mundos divinos. No otra cosa sería la misión de Juan el Bautista.

Sólo después, tras la preparación del terreno, puede comenzar el auténtico proceso que es la iniciativa del Niño Divino que sale de su ocultamiento y completa su camino como Cristo, el agente espiritual que aguarda en lo más profundo de la psique.

De lo contrario, surgirían la neurosis, el endiosamiento, las supersticiones mágicas y otras parafernalias que, lamentablemente, acompañan a una buena cantidad de movimientos autodenominados espirituales.

En las pinturas del Renacimiento asistimos siempre a la misma escena. Es como si Salomé, en su inocente condición de “marioneta” guiada por Herodias, no pudiera soportar contemplar el resultado de su ingenuidad y ceguera: la cabeza cortada de Juan. La cabeza profética que representa el conocimiento de los dioses desde los tiempos más remotos de la historia de los seres humanos.

De ser así, será necesario un largo proceso hasta que ésta pueda mirar al heraldo del Mesías, o recobre la visión como la Salomé de Jung, o sea premiada con la sabiduría del Cristo como en los textos gnósticos. Un largo proceso, en definitiva, para que el ser trascienda los aspectos indómitos de la naturaleza en su sentido de impulsos incontrolados y se decida a conocer el ser espiritual que hay en él.

Ese largo proceso es el que sucede desde la voz que clama en el desierto hasta la culminación del misterio del Gólgota.

O en su versión pagana, si nos creemos que “junio” rinde honores a la diosa Juno, matrona y bienhechora de los matrimonios y, por tanto, muy cercana a las funciones primordiales de la Gran Diosa ancestral, un proceso que comenzaría con la quema de toda representación del orden pasado y continuaría con el abrazo de la diosa, superando la vida estival y enfrentando las sombras en otoño hasta la reencarnación del nuevo rey tras el solsticio de invierno, cuando los días comienzan a alargarse y se ha vencido la muerte, para enfrentar la parte más exigente del ciclo anual que es la manifestación final de la vida en todo su esplendor y sentido, allá por primavera.


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