Es posible que en alguna ocasión te hayas planteado estas preguntas, yo misma también me las formulo como madre ante los enfados de alguno de mis hijos (porque no olvidemos que ante todo soy mamá).
En este artículo hablo sobre el enfado y las múltiples expresiones del mismo en los niños, qué les supone esta emoción tanto desde el plano fisiológico, psicológico como social o relacional.
Como emoción que es, debo decir que todos, sin excepción, tenemos el derecho a enfadarnos de vez en cuando si algo nos ha salido mal, si alguien nos hace daño, nos quitan o roban algo, cuando algo nos disgusta o si pierde el equipo al que apoyamos. El problema radica en la expresión conductual del mismo.
Si, todos nos enfadamos, todos hemos sentido enojo en alguna ocasión. Incluso la persona más tranquila y calmada se ha sentido enfadada anguna vez, porque el enfado es una emoción básica que sentimos todos sin excepción. Y como que los niños no son una excepción, ellos también se enfadan, y mucho. Se enfadan con o sin motivo. Se enfadan y tienen derecho a sentir esta emoción. Pero cuando el enfado les domina, cuando se vuelve ira, cuando nubla el pensamiento y se vuelve destructivo debemos enseñarles a gestionarlo de manera que no haga daño, ni a ellos mismos ni a los demás.
El enfado puede suponer para los niños problemas con la familia y los compañeros, e incluso puede repercutir en su rendimiento escolar
Cuando nos enfadamos sufrimos cambios fisiológicos importantes que nos preparan para la acción (agresivo-defensiva):
- aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial,
- puede aparecer temblor, sudoración y tensión muscular,
- ...
Está claro que en función de la edad la forma de manifestar el enfado, enojo o ira es diferente y que va evolucionando con nosotros a la vez que crecemos y desarrollamos capacidades y habilidades más sofisticadas.
¿Qué podemos hacer los padres?
La forma en que los padres respondemos a las situaciones emocionales influye de manera significativa en el aprendizaje del niño a manejar sus propias emociones. Pero nosotros los padres podemos ayudarles estimulando la adquisición de habilidades eficaces para manejar el enfado, la rabia o la ira de alguna de las siguientes maneras:- Ayudándolos a desarrollar la empatía . Por ejemplo, le puedes preguntar a tu hijo: “¿Cómo piensas que se puede sentir María cuando le gritas y le quitas su juguete?” o “¿Cómo te sentirías tú si Pablo te hiciera lo mismo?”.
- Enseñándoles que puede admitirse cualquier sentimiento pero no cualquier comportamiento . Es decir, uno puede sentirse frustrado, pero no por ello puede golpear, patear o agarrar a otro para expresar lo que siente.
- Cada situación que lleva a tu hijo a afrontar sentimientos de enfado es una oportunidad de aprendizaje. Cuando notes que tu hijo mantiene la calma ante una situación irritante, remárcalo y felicítalo. En cambio, si notas que no controla bien el enfado, acércate para ayudarle a resolver el problema. Pregúntale, por ejemplo, qué podría hacer la próxima vez que le suceda algo que suscite su enfado. Ayúdale a encontrar opciones como “avisar a un adulto” o “dar la espalda”, y luego aliéntalo a que la próxima vez reaccione eligiendo una de estas formas socialmente aceptadas.
- Ayudándolos a desarrollar hábitos de control efectivo del estrés para evitar exabruptos de ira. Pídeles que piensen y participen regularmente en actividades positivas, como hacer ejercicio, leer, escuchar música, etc., que los mantengan alejados de aquello que los irrita.
- Aconsejándoles a hacer inspiraciones profundas antes de reaccionar agresivamente cuando están enfadados.