Revista Arte

¿Por qué y para qué la III república española?

Por Peterpank @castguer

Anto Carte -Le Passeur d’eau, 1941.

I

Vivimos una crisis del régimen de dictadura parlamentaria, constitucional y partitocrática que organiza la Constitución de 1978, por agotamiento de los partidos mayoritarios, alejamiento de la juventud de la política institucional y otras causas. Esto, aunque a la fecha es solamente una crisis parcial, reducida y limitada, contiene una amenaza de inestabilidad política, quizá grave, para el sistema de dominación.

Así las cosas los estrategas políticos del statu quo han diseñado tres soluciones posibles, que serán utilizada según cuál sea la situación: 1) cambio en la titularidad del jefe del Estado, con Felipe sustituyendo a Juan Carlos pero manteniendo la Constitución actual, 2) mudanza de la citada titularidad abriendo un proceso constituyente que lleve a una nueva Constitución monárquica, 3) extinción de la institución monárquica para establecer la III república española, en lo que sería una intervención política estatal similar a las de 1873 (I república) y 1931 (II república), con tres fases, referéndum sobre monarquía o república, elecciones a cortes constituyentes republicanas y elaboración, para su ulterior promulgación, de una Constitución republicana, reedición de la de 9-12-1931.

En el actual debate dentro de las elites del poder la opción escogida es la uno, aunque con muchos partidarios de la dos, quedando la tres como alternativa de reserva a aplicar en una situación especialmente delicada para el poder constituido.

La monarquía es accidental para las minorías poderhabientes. En 1868 Isabel II es destronada y enviada al exilio por un pronunciamiento militar encabezado por los generales Prim y Serrano. Esto lleva a la I república española en febrero de 1873, que se mantiene hasta finales de 1874, cuando el general Martínez Campos proclama a Alfonso XII rey. En abril de 1931 la conjunción del ejército, la pedantocracia, la guardia civil y el gran capital fuerzan la instauración de la II república con exilio de Alfonso XIII. Posteriormente, Franco, en 1969 nombra a Juan Carlos, nieto de aquél, príncipe heredero de la corona, lo que le convierte en rey en 1975. En 1978 se promulga la actual Constitución monárquica, que cuenta con la cooperación activa de la izquierda, en particular PSOE y PCE. Éste último, hoy republicano con el nombre de IU, fue entonces monárquico a machamartillo.

Tanto la I como la II república españolas han sido regímenes que, sin alterar positivamente nada del sistema de dominación política, han realizado una actividad represora notablemente violenta, con uso a gran escala de la fuerza contra las clases proletarias y populares, en la forma de intervenciones policiales bastante duras, torturas masivas, aplicación de la “ley de fugas” (crímenes de Estado), matanzas en la calle y encarcelamientos. Ese es probablemente su rasgo distintivo. Ambas repúblicas fortalecieron el capitalismo en todas sus formas, desarrollando notablemente el Estado y ampliando la carga tributaria, sobre todo para costear los crecidos gastos represivos.

¿Qué será la III república española?

Por el momento, no es la opción política respaldada por las elites de poder, lo que quiere decir que no es el régimen del futuro inmediato. Aquéllas la tienen como alternativa de reserva, financiando de diversas maneras a quienes la defienden.

La III república hará un cambio cosmético y formal en el que los elementos de fuerza, opresión y explotación queden reafirmados. Continuará el capitalismo (en sus dos formas, estatal y privado), el paro, la concentración de la riqueza en la banca, el salariado, el parlamentarismo y el régimen partitocrático, la vinculación a la Unión Europea, la expansión de la empresa multinacional española, el neo-patriarcado, la desertificación de la península Ibérica, el militarismo, el uso regular de la tortura por los cuerpos policiales, la opresión de los pueblos no-españoles, el Estado de bienestar, la deseducación a cargo del ente estatal, la sanidad institucional, el crecimiento del expolio fiscal, el dominio de la ciudad sobre el campo, la negación de la libertad de conciencia, política y civil, la manipulación mediática. El régimen republicano perpetuará la desespiritualización, deshumanización, destrucción de la cultura clásica occidental y trituración programada de la persona, declive de la calidad del sujeto, aculturación y aniquilación de la esencia concreta humana.

En 1946, en Italia, hubo referéndum sobre si monarquía y república, proceso constituyente y nueva Constitución. De todo ello surgió el Estado policial y el hiper-capitalismo existentes, cuya solidez está en que el régimen republicano pudo destruir y perseguir más eficazmente que el precedente, monárquico, las esperanzas de revolución que amplios sectores había ido desarrollando en la épica lucha, política y armada, de la Resistencia contra el fascismo y luego el nazismo en 1943-1945.

En Italia, en 1943-1946, el republicanismo y la república fueron la forma concreta que adoptó la liquidación de la revolución, tarea en que destacó el PC italiano.

Quienes ahora demandan la república española esperan lograr muchos puestos estatales bien pagados, y muchos ingresos en dinero, como fue el caso de los republicanos italianos en 1946. Hoy están en juego entre 50.000 y 100.000 cargos o empleos institucionales, que si prevalece la alternativa republicana serán perdidos por los monárquicos, que los disfrutan hoy, para ser gozados por los republicanos: ese es el suculento botín de la actual rebatiña política institucional monarquía/república.

Frente a las dos alternativas de la reacción hoy, la monarquía y la república, está la revolución. La revolución es la noción y práctica más deseable, al ser la única que puede constituir una nueva sociedad, un nuevo ser humano, una nueva cosmovisión y un nuevo sistema de valores.

II
Uno de los fundamentos de la política ha de ser la ética, por tanto, la objetividad. Se trata de lograr un hábito social y una situación en la que ninguna fuerza política se sirva de la tergiversación de la realidad presente o histórica, menos aún del engaño y la mentira, para formular y publicitar su estrategia y programa.

El movimiento por la III república es tan honorable como cualquier otro. En él se sitúan personas sinceramente entregadas, en lo subjetivo y como intención, a la causa de la regeneración de la vida colectiva. Su convicción es que es suficiente con cambiar la forma del Estado para que todo se modifique positivamente. No creen necesario extinguir el capitalismo y el ente estatal, no se declaran a favor de la revolución. Les basta con alterar la forma del Estado manteniendo el Estado mismo, por tanto el capitalismo, y plantearse la revolución.

Eso es, a pesar de todo, respetable. Lo es menos la tergiversación e incluso el falseamiento, de la historia de la II república española en sus dos periodos, el (relativamente) pacifico, 1931-1936, y el bélico, 1936-1939. La verdad ha de estar por encima de toda opción política, y las personas con criterios éticos, sin los cuales no puede haber política positiva, tienen que demandar, e incluso exigir, que se exponga la verdad, la verdad desnuda y toda ella, sobre la II república.

Con la verdad delante luego habrá gente que persista en sus ideales republicanos y gente que no. Pero sin la verdad nada puede ser aceptado. Veamos, por tanto, las verdades esenciales, innegables, sobre la II república.

La II república la imponen en 1931 el ejército, la guardia civil, la banca y los terratenientes. El presidente del gobierno provisional republicano en abril de 1931, Niceto Alcalá-Zamora, no fue ningún radical sino un conocido cacique y terrateniente andaluz. Así comienza una república en la que los caciques, oligarcas y terratenientes, hasta el día de antes monárquicos, se hacen republicanos.

Lo primero que hace la II república es declarar inviolable la propiedad privada, a fin de proteger a la gran burguesía terrateniente y con ella a la totalidad del capitalismo. Lo realiza en una solemne declaración político-jurídica de 15 de abril de 1931, que realiza la idea de Manuel Azaña sobre que la del 14 de abril era “una republica burguesa”. Si Azaña lo decía cada dos por tres, y si la Constitución republicana de 9-12-1931 es un canto al capitalismo, ¿por qué ahora los partidarios de la III república lo niegan, o lo ocultan, o guardan silencio?

La II república fue un Estado policial que torturó a decenas de miles de trabajadores, que asesinó, al reprimir manifestaciones y ocupaciones de tierras, a miles de ellos, que creó un aparato represivo nuevo, específicamente republicano, el Cuerpo de Seguridad y Asalto, que sembró el terror allí donde actuó, autor de la matanza de Casas Viejas en enero de 1933, de la carnicería de Asturias en 1934 y de numerosos actos de violencia bajo los gobiernos del Frente Popular, en febrero-julio de 1936.

La II república se sirvió de normas legales propias de regímenes de extrema derecha, como la Ley de Orden Público de 1933, hecha suya por el franquismo y mantenida en vigor por éste hasta 1959. Con la Ley de Reforma Agraria de 1932 defendió, a través de la mentira, la demagogia y la violencia institucional a la clase terrateniente de los embates de la justa ira campesina. Mantuvo no sólo intacto sino también reforzado el colonialismo español en Marruecos, ferozmente racista. Con las reformas militares de Azaña se empeñó en crear un ejército más moderno y capaz, justamente el que se sublevó en 1936. Reafirmó el régimen patriarcal. Convirtió la educación en propaganda política. Agredió al mundo rural con las Misiones Pedagógicas. Impuso nuevas maneras de mantener “la unidad de España” contra los pueblos no españoles de la península Ibérica. Hizo que los beneficios de la gran burguesía industrial cayeran relativamente poco a pesar de los efectos de la gran crisis económica mundial de 1929. Creó una nueva ley fiscal, de 1932, que expoliaba más a fondo a las clases populares. Ignoró por completo a los parados.

Con el Frente Popular, 1936, la II república se hizo aún más virulenta y violenta. En la primavera de 1936 hubo un auge cuasi-revolucionario de las luchas obreras y campesinas, que fue contestado por un terror policial sin precedentes por los gobiernos del Frente Popular, con el apoyo de todos los partidos y sindicatos de izquierda, en particular del Partido Comunista. La expresión señera del terror policial fue la matanza de Yeste, Albacete, (29-5-1936), en la que 17 campesinos fueron asesinados y casi un centenar, varones y mujeres, heridos de bala por la policía frentepopulista, bandera republicana al viento, por querer recuperar tierras comunales que les habían sido expoliadas por caciques republicanos.

Dado que el colosal ascenso de las luchas populares y obreras estaba desbordando al Frente Popular y la II república, tuvo que intervenir el ejército. En primer lugar contra las clases populares enfrentadas con la república y el Frente Popular, en segundo lugar contra éstos, por haber sido incapaces de mantener “la ley y el orden”. Así se inició la guerra civil, con tres fuerzas en pugna, las militares fascistas, las republicanas y el pueblo/pueblos, que no estuvo ni con los unos ni con las otras.

III
El rasgo decisivo de la situación política es el olvido de la idea y la práctica de la revolución. Hoy todos son no-revolucionarios y anti-revolucionarios, la izquierda igual que la derecha, y la izquierda “radical” tanto como la izquierda institucional.

En la izquierda todo es sustituir un régimen parlamentarista y partitocrático, el monárquico, por otro, el republicano. Y un capitalismo, el actual, por otro, el hiper-capitalismo del futuro con el que sueñan juntos los empresarios y el izquierdismo renovado, ese colosal montaje mediático creado para instaurar aquí el modelo chino. Porque el hiper-capitalismo será impuesto por quienes se dicen “anticapitalistas”.

La izquierda fue monárquica en 1978 y contribuyó más que la derecha a la Constitución de 1978, categóricamente monárquica. Ahora se ha hecho republicana. En 1978 era contraria a la revolución y hoy también, pues izquierda y anti-revolución son sinónimos. El proyecto estratégico de la izquierda es la III república, que concibe como un régimen de extrema derecha de facto, oculto con retórica izquierdista, socialdemócrata, pues el estalinismo viejo y nuevo es fascismo de izquierdas.

La izquierda le es imprescindible al capitalismo para manejar a las clases trabajadoras y populares, sobre todo en momentos críticos. Por eso el capitalismo financia a la izquierda. En 1974-1978, gracias sobre todo a la izquierda, fue arruinado un estado de efervescencia popular que podría haber evolucionado a situación revolucionaria. Hoy el capitalismo necesita una izquierda nueva (que está creando) capaz de realizar sucesivas operaciones de ingeniería social, intervenciones legislativas y manipulaciones político-ideológicas que culminen en un nuevo orden económico similar al que mantiene en China el Partido Comunista, con sobre-explotación despiadada, ausencia general de libertades, feminicidio a colosal escala, anulación de la persona, deshumanización general, represión fortísima, adoctrinamiento ilimitado y Estado megapolicial.

Un ensayo, aunque a un modesto nivel, es el actual gobierno de coalición de la izquierda en Andalucía, excelente para los terratenientes, la banca y el aparato estatal pero sobre todo para los jefes del izquierdismo burgués y estatolátrico. Que Andalucía sea la región más pobre, con más paro, más desigualdades sociales y más deprimida de la Unión Europea tras casi 40 años de gobierno de la izquierda resulta de ello.

Cuando derecha e izquierda coinciden en negar la idea y proyecto de revolución ésta se convierte en la noción clave para resistir y vencer al orden constituido.

Revolución significa transformación integral. Niega al parlamentarismo -que es un régimen de dictadura política- en todas sus formas, situando como meta primera a la libertad, en tanto que libertad de conciencia, política y civil. Su esencia es el autogobierno popular, a través de un régimen de intervención y participación directa de cada individuo en la totalidad de la vida política, económica, cultural y social. La asamblea, en concreto un sistema de asambleas en red, ha de ser el organismo de gobierno del pueblo por sí mismo.

Si la sociedad se autogobierna no es necesario ese aparato de dominio, fomento del capitalismo, nulificación de la persona, violencia institucional, adoctrinamiento perpetuo, militarización de la vida social y expolio fiscal que es el ente estatal. Éste debe desaparecer. Mientras existe Estado no habrá libertad para el pueblo, por eso los liberticidas de la izquierda, igual que los de la derecha, se proponen ampliar y expandir el artefacto estatal, como Estado policial, Estado “protector” de la mujer, Estado cultural, Estado de bienestar, etc.

Hoy la voluntad revolucionaria se ha de manifestar negando las soluciones dentro del sistema, y repudiando a quienes se integran en él, supuestamente para cambiarlo desde dentro pero en realidad para renovarlo y reforzarlo, a imitación de lo que hizo el PSOE con Felipe González en 1982-1996.

El anticapitalismo verdadero es parte decisiva del proyecto revolucionario. Es diferente de lo deseado por la izquierda, el capitalismo de Estado y la nacionalización (estatización) de la banca, que pondría en manos de la nueva casta partitocrática de izquierdas un poder económico enorme. El proyecto de revolución niega el capitalismo en todas sus formas, el estatal tanto como el privado. Su propuesta es que los recursos productivos deben pertenecer a quienes los utilizan, las clases populares. La elite empresarial es innecesaria y funesta. Los trabajadores pueden y deben dirigir la totalidad del proceso productivo, para lo que necesitan autoconstruirse como clase. El trabajo asalariado ha de desaparecer, lo que equivaldrá a revolucionarizar de raíz el acto de trabajar.

El único anticapitalismo creíble es el que se dice partidario en actos del proyecto de revolución total, integral. No hay anticapitalismo sin revolución.

La revolución atiende a la parte espiritual de la persona, erradicando el actual estado de desespiritualización, vacio ético, soledad patológica, desestructuración anímica programada, desamor, represión del erotismo y destrucción general de la esencia concreta humana. La autoconstrucción del sujeto se hace componente decisivo del proyecto y programa de revolución integral, la cual no otorga primacía a las metas económicas ni a las políticas dado que se propone revolucionarizar la vida humana real en su totalidad finita, sobre la base de crear un orden social sustentado en valores y metas inmateriales: libertad, verdad, autogobierno, convivencia, sociabilidad, esfuerzo desinteresado, responsabilidad, libertad de conciencia, fortaleza, voluntad de bien, consumo mínimo, reconciliación con la naturaleza, belleza y sublimidad.

Frente a una izquierda entregada a la falta de creatividad intelectual, la mediocridad, el maquiavelismo, la repetición del pasado, el fisiologismo, la sordidez y el conservadurismo la noción de revolución sostiene que se necesita pensar y obrar creativamente, saltando con valentía por encima de lo establecido.

La revolución es necesaria porque sin ella nada importante y ni siquiera nada de segundo orden puede ser resuelto. Pero, ¿es posible?, ¿es realizable? La respuesta es que, por encima de todo, resulta ser necesaria, imprescindible. Sobre su facticidad el tiempo dirá.

Esto dependerá de lo que se haga. Desde luego, nunca será posible si en cada coyuntura política se otorga respaldo a “soluciones” dentro del sistema, como es pretendida III república, burguesa y capitalista. Porque la idea de revolución, penetrando en las clases populares y en todas las personas amantes de la libertad y el bien, la hará posible en algún momento del futuro. Revolucionarias son quienes como tal se declaran y en esa dirección trabajan cuando, como sucede hoy, todavía no hay posibilidad práctica de hacer realidad la idea revolucionaria.

Hay que ir estableciendo un bloque múltiple y diverso de la revolución, que se oponga al bloque de la reacción, monárquica o republicana, así como la vieja y nueva izquierda que es instrumento del gran capital español para implementar aquí el ultracapitalismo asiático. Un bloque plural, unido por un programa mínimo de transformación social integral. En él hay sitio para todos.

La clave está en que la revolución es necesaria. Y la necesidad la hará, antes o después, posible. Y cuando sea posible será convertida, con inteligencia y valentía, por el pueblo en una realidad magnífica, iniciándose un periodo nuevo de la historia de la humanidad.

Félix Rodrigo Mora


Volver a la Portada de Logo Paperblog