Revista Opinión

Porque la democracia directa no es una buena idea

Publicado el 25 marzo 2015 por Polikracia @polikracia

En estos tiempos en los que la gente parece haber descubierto su conciencia política y se lanza a proponer ideas sobre la mejora de esta imperfecta democracia que tenemos, hay un punto que siempre emerge con fuerza: la participación ciudadana en la toma de decisiones políticas. La posición más radical en la participación se fundamenta en la posibilidad de que la gente proponga, elabore, discuta y vote leyes. Se argumenta para ello que los políticos, la malvada clase política, son un lastre, que solo miran por sus propios intereses y que solo discuten entre ellos. Algunos incluso afirman que se dedican a perder el tiempo en vez de solucionar los problemas de los ciudadanos. También se incluye aquí un elemento idealista de ver la idea de autogobierno cumplida de manera estricta (yo elaboro y voto las leyes que me van a afectar) y un elemento tecnológico (Con una plataforma virtual de toma de decisiones, ¿quién necesita un Congreso? ¿Quién necesita políticos?). Es lo que se conoce como democracia directa (*) en su sentido más radical: la eliminación de la representación y una vuelta al pueblo reunido en asamblea, como en la Atenas clásica. Y aunque, a primera vista, podría molar decidir directamente las leyes que nos afectan, a continuación expondré algunos motivos por los cuales no es una buena idea:

-Tiempo. Salvo que alguien haya ideado una máquina del tiempo que permita repetir el mismo día varias veces o bien la capacidad de estar en dos sitios a la vez, el día tiene 24 horas. Si una persona duerme unas 8 horas y trabaja durante otras 8, le quedan otras 8 a repartir entre hobbies, amigos, familia y demás labores. Pongamos que, después de todo eso, le quedan 2 horas libres en las que no hace nada. No sería ni un porcentaje ínfimo del tiempo necesario para el proceso de elaboración, discusión y votación de una ley. A pesar de la imagen de vagueza que puedan transmitir los políticos, una ley requiere horas ingentes de trabajo (que no solo realizan los políticos sino también sus equipos); horas que la gente corriente no tiene salvo que necesitemos años para elaborar una mísera ley. Oye, ¿Y por qué no hacemos que alguien se dedique por completo a hacer leyes a cambio de un salario que le permita vivir sin que tener que trabajar en otra cosa? Ya lo hacemos: se llama político, pero no serviría de nada en democracia directa, puesto que no tendría legitimidad para legislar en nombre de otros.

-Interés. La gente tiene que vivir su vida. Y esa vida implica, en la inmensa mayoría de los casos, caminos alejados de cualquier toma de contacto con la política más que el proceso electoral, manifestaciones y algún referéndum. La mayoría incluso pasa de leerse el programa electoral que va a votar, cómo para ponerles a leer folios y folios de documentación sobre

leyes anteriores, objetivos, bienes jurídicos a proteger etc…. Como ya hemos dicho antes, el día tiene 24 horas y solo 8 horas de tiempo libre. ¿Por qué querría alguien invertirlos en hacer, discutir y votar leyes? Y de forma continua, ojo, no llegar a aprobar una ley y ya está sino hacerlo siempre, una tras otra. Sería normal que la gente pasara de entrar en el proceso legislativo y se dedicara a otras cosas que le gustasen más.

-Capacidad. La mayoría de la gente no tiene la preparación suficiente para elaborar leyes. Esto requiere unos conocimientos que la gente normal no tiene.Por otra parte, la gente tampoco suele estar demasiado informada sobre el contenido de las leyes más que por lo que dicen en los medios, siendo un conocimiento insuficiente para votar con criterio propio. “Que aprendan conocimientos y que se lean las leyes a votar“. Claro, ¿he hablado ya del tiempo y el interés?

-Logística. Siendo 36 millones de votantes (aproximadamente) y, por tanto, 36 millones elaborando y votando una ley, es imposible hacerlo en persona. La única manera es de forma digital, a través de internet. Esto se enfrenta a un problema: ¿qué pasa con la gente que no tiene internet? ¿Mi abuela podría intervenir en el proceso de elaboración de leyes (aunque la pregunta debería ser si mi abuela tiene interés, tiempoy capacidad de elaborar leyes)?

-Fallos de concepto. Se tiende a mostrar de manera idealizada el concepto de democracia directa. Se muestra como un sistema de armonía en el que los ciudadanos discuten y llegan a un consenso (recordemos aquí el 15M y su necesidad absoluta de tomar decisiones por consenso) en el que todos buscan el interés general y el bienestar del pueblo hasta alcanzar un punto en el que todos están de acuerdo. Este modelo de hobbits y arcoíris contrasta con el modelo representativo, en el que unos señores se meten en una cámara buscando su propio interés y se dan guantazos dialécticos entre ellos hasta que el voto de unos se impone sobre otros. Esta visión choca con la cruda realidad. La realidad es que los políticos no son marcianos sino ciudadanos como otro cualquiera y si 350 ciudadanos tienen dificultades para llegar a acuerdos, ¿quién asegura que 36 millones de personas no tendrán el mismo problema? Es más, si la crítica a los políticos es que solo buscan su propio interés, ¿quién asegura que los ciudadanos no harán lo mismo? Más aun cuando no rinden cuentas ante nadie (aquí no hay elecciones), cuando el pueblo no puedequitarles la capacidad de legislar

-Resultado final. Empecemos asumiendo que la democracia directa no sería la búsqueda de un consenso imposible por los múltiples intereses presentes en cada votación sino, simplemente, la imposición del voto de la mayoría frente al de la minoría (y en votaciones tan puras se corre el riesgo de lesionar a las minorías, que no es síntoma de buena democracia). Siendo así, parece lógico pensar que las determinadas partes presentes en una votación intentarán llevarse a los votantes a su lado. Pero ya hemos dicho que la mayoría de personas no tiene capacidad para votar leyes con toda la información que eso requeriría, por tanto habría una masa de electores expuesta a informaciones demagógicas, populistas o simplemente parciales e interesadas. 

Además de esto, está el problema del interés. Puesto que la mayoría de las personas no les interesa entrar en política de manera continuada, es probable que solo entraran en debates y votaciones que verdaderamente les interesaran o les afectaran. Siendo así, las votaciones estarían generalmente sometidas al voto de minorías interesadas en la aprobación de tal o cual asunto. Minorías, que no representan a nadie más que a sí mismos, imponiendo sus posiciones a la colectividad. Problema que se acrecienta con la falta de tiempo. Si los ciudadanos no tienen tiempo para entrar en el juego político, este se verá dominado con gente con mucho tiempo libre que decidirá por el resto. Juego de minorías, de nuevo.

Por todo esto creo que este modelo, afortunadamente con apoyo minoritario, no es el correcto ni tampoco es sano. Creo que la solución pasa por elegir mejores representantes que los que tenemos y realizar profundas reformas del sistema para mejorar la conexión entre el representante y el ciudadano e introducir o mejorar mecanismos de participación ciudadana. Ir hacia esta democracia directa no sería progresar sino retroceder. Ir hacia esta democracia directa no es una buena idea.

(*): Por supuesto, hablo de democracia directa en el sentido de eliminar a los representantes de la vida pública. No me refiero a referéndums ni a iniciativas legislativas ni a otras formas de participación ciudadana directa en política.


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