Revista Cultura y Ocio

Presentación de 'Lila', de Emily Roberts

Publicado el 04 mayo 2011 por Goizeder Lamariano Martín

Presentación de Lila, de Emily RobertsEmily Roberts es el seudónimo de Laura de la Parra Fernández, una jovencísima escritora que nació hace 20 años en Ávila y que en la actualidad vive en Madrid, donde estudia Filología Inglesa. Emily Roberts presentó el pasado viernes 29 de abril en el bar Cosmos de la capital su primera novela, Lila, publicada por Ediciones Oblicuas. Aunque la presentación estaba prevista para las 19 horas, no comenzó hasta cuarenta minutos después, cuando hasta el número 3 de la madrileña calle de Garcilaso ya habían llegado todos los familiares y amigos de la autora, a los que ella esperaba llena de nervios.

Junto a la joven escritora se encontraba Alberto Trinidad, director de Ediciones Oblicuas, quien destacó: “Si hace cinco años comencé la aventura de crear esta editorial fue para vivir días como el de hoy, para poder descubrir la obra de jóvenes talentos y darla a conocer a los lectores. Esto es lo que me mantiene viva la ilusión y la vocación por este trabajo. La obra que presentamos hoy, Lila, tiene un gran valor sustantivo por lo que promete. No es la octava o novena novela de una escritora de 40 años. Es una obra seductora porque está escrita por una jovencísima autora de 20 años. Por eso este libro encierra la promesa de que pocos años Emily creará las mejores novelas que se publicarán en nuestro país. Estoy seguro. Y todo esto me llena de un gran orgullo como editor”.

A continuación tomó la palabra Emily Roberts, quien se dirigió a sus familiares y amigos, que llenaban el pequeño local. “Empecé a escribir Lila, o Laila, como queráis decirlo, entre octubre y diciembre de 2009, cuando acababa de llegar a Madrid para estudiar en la universidad. Estaba sola y para mí fue un choque con muchos contrastes. Una época de muchos cambios: el paso de la adolescencia a la madurez, del instituto a la universidad, de una pequeña ciudad a una grande...”. “El libro habla de la lucha por la vida, de las elecciones que tenemos que hacer. Porque elegimos nuestro camino sin estar nunca seguros de si lo estamos haciendo bien o no. Los protagonistas forman distintas pero complementarias de ver la vida. Al final lo que hay que hacer es elegir vivir, caminar, seguir hacia adelante. Acumular experiencias pero sin olvidar y apartar el pasado, las vivencias y los recuerdos. Porque a todas las personas nos marca lo que somos, el pasado, pero el presente sirve para cambiar el futuro”.

“En el libro también está presente la enfermedad como oposición a la vida, a lo que peleamos para encontrarnos a nosotros mismos, para encontrar respuestas, aunque sean subjetivas, porque siempre vemos lo que queremos ver. Llegar a conocer a alguien por completo es imposible, igual que es imposible llegar a conocernos a nosotros mismos. Por eso aceptamos el amor que creemos que merecemos y siempre nos sentimos deudores de algo, pensamos que tenemos que pagar por lo que vivimos. Pero lo que yo creo es que lo que tenemos que hacer es vivir en ese desequilibrio entre lo que recibimos y lo que damos”.
Tras veinte minutos de presentación, a las 20 horas y para terminar, Emily Roberts leyó las primeras líneas de su novela y tras recibir un ramo de flores de sus amigas, firmó ejemplares de su libro a todos los que se lo pedimos.
Este es el inicio de Lila.

“Me acuerdo todos los días de ti, Lila. Intento no hacerlo, intento evitarlo y pasarme el día ocupado pensando en otras cosas, para llegar a casa y caer rendido en la cama y dormirme sin soñar, porque si soñase sé que lo haría contigo. Estos trucos me han funcionado bastante bien hasta ahora, hasta ayer, cuando fui a mirar apartamentos porque el que tengo actualmente es demasiado pequeño y el centro demasiado ruidoso y estoy harto de encontrarme vómito en las escaleras cada fin de semana. Fue entonces cuando lo vi, y me pareció perfecto. Perfecto para ti, para mí, para lo que hubiéramos podido ser nosotros. Era una vieja casa en las afueras del Greenwick Village (¿te acuerdas de cuando decías que querías irte a Nueva York, Lila Pues ahora estoy aquí. Sin ti), una especie de granero reconvertido, muy antiguo, de esos que apenas quedan, puesto que la mayoría han sido demolidos y reconvertidos en rasacacielos, en lofts de cristal sin paredes, de formas rectas y limpias. Había visto ya un puñado de esos lofts y no sé por qué, ninguno me terminaba de convencer. Eran demasiado fríos, demasiada seriedad y monocromía. Pero todo cambió cuando entré en el apartamento. De repente, todos mis esfuerzos por no pensar en ti se vinieron abajo después de tres años, y no pude evitar derrumbarme. Comencé a sollozar de rodillas, en el suelo, la mujer de la agencia se quedó en silencio, incómoda, con los brazos cruzados y sin saber qué decir. La dueña era una mujer mayor que había sido pintora; no llegó a cosechar ningún éxito y vivía de lo que lograba vender en ferias de artesanía: cuadros, manteles hechos a mano, bisutería, muebles restaurados. Era una mujer de cabello largo y blanco, de facciones dulces, cinceladas de arrugas como los meandros que hace un río, y manos nudosas revestidas de callos, que revelaban lo que había vivido. Fue ella la que nos enseñó el piso, pues no estaba dispuesta a vendérselo a cualquiera, y fue ella la que dijo, cuando me puse a llorar en la sala (como un crío; creo que no he llorado tanto desde aquella vez en que Tommy Webber me tiró del columpio del parque, cuando tenía cinco años. ¿Te acuerdas, Lila? No lloraba porque me hubiera hecho daño, sino porque tú estabas ahí, delante, mirándote las rodillas, raspadas como siempre, con el flequillo disimulando el pudor de tus ojos y viendo lo incapaz que era yo de defenderme, ¿y cómo podría protegerme de ti entonces, pensaba?), que podía quedármelo. Era una de esas personas que tienen un aura muy fuerte, Lila, un aura que mana como un buen perfume, que viaja a través del aire, se te pega y se te enreda en la piel, sentí que estaba allí, abrazándome, como al niño pequeño en el que me había convertido; que ella me miraba, con sus ojos casi transparentes y entrecerrados, y lo sabía todo. De ti, de mí, de tus padres, de los míos. Recuerdo que, al ver aquella sala, pude imaginar tu presencia allí como si te estuviera viendo realmente. Allí, sobre esa alfombra, estarías tú tumbada, con las piernas hacia arriba, en esa lánguida postura tuya tan característica de dejar la vida pasar, escuchando tus vinilos. El tocadiscos estaría sobre aquel cojín de lentejuelas, y la música (aquella música ecléctica, que variaba según tu estado de ánimo, que podían ser los Beatles hoy y Lez Zeppelin mañana) inundaría la sala como el mejor de los aromas a pan recién hecho. Yo llegaría de trabajar a las cinco, con algo de comida en una bolsa de papel marrón, y colocaría la chaqueta sobre un sofá (ya la recogería después), posaría un beso sobre tus labios azul cian e iría a la cocina para dar de comer a Milkshake, ya que tú, seguro, lo habrías olvidado. Luego abriría una botella de vino, me prepararía algo de comer y lo llevaría al salón, para sentarme en el sofá, junto a ti. Y te diría ¿quieres una mandarina?, y te ofrecería ¿te apetece chocolate caliente? Y me sentiría profundamente feliz cuando comieses unos gajos, o tomases algún sorbo, aunque después volvieras a tu estado de absorción absoluta. Sería feliz sólo de tenerte a mi lado, y sé que tú, en aquella estancia, alejada de Nueva Jersey, alejada de nuestras familias y las presiones que ejercían sobre ti, también lo hubieras sido, al menos un poquito. Y yo te hubiese cuidado, Lila, te aseguro que te hubiese cuidado; porque aunque Tommy Webber me tiró del columpio, no hubiera permitido que lograran arrancarte de mis brazos”. Os dejo también la sinopsis del libro. “Roger es un joven ingeniero que vive obsesionado con el recuerdo de Lila su mejor amiga de la infancia y adolescencia, de la cual ha estado siempre profundamente enamorado. Cuando decide cambiar de apartamento, descubre un loft que le hubiera parecido perfecto para compartir la vida con ella. A raíz de ese encuentro fortuito, Roger invoca a su amada y le relata, de forma imaginada, todos los recuerdos que conserva de ella y de esos años que compartieron. Emily Roberts nos describe, en boca del protagonista de esta estremecedora novela, los años cruciales de la vida de dos adolescentes que no poseen las armas necesarias para enfrentarse a un mundo que no entienden. Y lo hace con una ternura producto de una prosa sencilla y delicada, alejada por completo de la superficialidad o lo almibarado".

Presentación de Lila, de Emily Roberts

Emily Roberts leyendo las tres primeras páginas de su novela.

Para ir abriendo boca, sólo deciros que he leído el libro en un suspiro, este domingo 1 de mayo por la mañana, y que no sólo me ha gustado, me ha entusiasmado y, sobre todo, me ha emocionado como hacía mucho que no me emocionaba un libro. Tanto, que he terminado llorando a moco tendido, como una tonta. No lo he podido evitar. Es una historia triste, dura, cruel, injusta, pero también tierna, dulce, preciosa, entrañable. Os contaré más cosas en la reseña que espero publicar el viernes día 13.

Presentación de Lila, de Emily Roberts

Presentación de Lila, de Emily Roberts

Alberto Trinidad y Emily Roberts durante un momento de la presentación.


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