Revista Opinión

Primarias

Publicado el 27 enero 2014 por Jcromero

Ya lo sabes, ahora pretenden imponer primarias como sinónimos de democracia. Por el desafecto actual, heredero del desencanto de los ochenta, o por la necesidad de hacernos regresar al redil se abren paso las primarias que, en algunos casos, suponen la  cesión de privilegios del «aparato del partido» a las bases. Cansados de los políticos, podemos tener la tentación de sumarnos al coro que entona el que todos son iguales o que sobran los políticos y sus partidos. Dan ganas, pero eso es una gilipollez igual que escupir hacia arriba. Cada vez que escucho esta consigna me viene a la memoria el innombrable aconsejando a los jóvenes que hicieran como él, que no se metieran en política. Es cierto que hay demasiadas razones para la indignación y el cabreo, que el descrédito de la política se acentúa día a día pero, no todos son iguales y llegado el caso, ¿quiénes sustituirían a los políticos? 

Que los partidos políticos dejaron de ser mediadores entre la ciudadanía y el poder o los encargados de encauzar las demandas sociales, parece evidente. Corrupción aparte, hoy son inútiles para resolver los problemas de los ciudadanos y canalizar sus demandas. En Gamonal, ¿qué hubiera pasado si un partido político, cualquiera que fuera, hubiera tenido la tentación de ponerse al frente de la protesta?

Conocedores del rechazo ciudadano, algunas formaciones han emprendido el camino de la participación. Es lo de Mahoma y la montaña: perdidas plazas y calles, intentan que los ciudadanos lleguen hasta sus sedes para la elección de candidatos. A la izquierda del PP, las formaciones políticas han convocado primarias; la excepción es IU. Aunque no sean la panacea, generen algunas dudas y no garanticen nada, suponen un intento de impregnar de democracia la elección de candidatos. En sus distintas versiones, aspiran a ser un mecanismo de participación para contrarrestar la desconfianza instalada entre los ciudadanos y hacer realidad algo tan simple como aportar democracia y participación.

La derecha que representa el PP no las hace; argumenta que ya tienen líder. El PSOE, que se propone como alternativa al PP aunque en algunos temas se quede en alternancia, busca en las primarias la credibilidad perdida. No lo tiene fácil, ha sido tanta la confianza depositada en esta formación y tanta la frustración generada, que unas primarias no transformará la desconfianza en votos.

El problema de las formaciones de izquierda es la movilización ciudadana. Entre su electorado ha germinado la idea, nada descabellada por otra parte, de que los gobiernos no tienen autonomía, que todo está rígidamente controlado o que el poder político está al servicio de otros poderes, entre los que no se encuentra el de los ciudadanos. También se extiende la idea de que todos los partidos políticos están dominados por sus «aparatos», que la militancia es la clac que hace su trabajo cuando el guión lo requiere y que sus votantes sólo son importantes cada vez que se convocan elecciones. En todo caso, para que la izquierda pueda ganar unas elecciones, es necesaria una alta movilización social. El recurrente “miedo a la derecha” tan exprimido en otras ocasiones, no será necesario agitarlo esta vez; ese miedo ya está aquí encarnado en la contrarreforma del aborto o la ley de seguridad ciudadana.

Si con las primarias sólo se pretende una apariencia democrática, si se quedan en buscar un rostro que genere empatía y complicidad pero no constituyen una cesión real de poder de las cúpulas en favor de afiliados y simpatizantes, ni van acompañadas de compromisos y proyectos que generen expectativas, se corre el riego de agotar el penúltimo cartucho cargado de esperanza.

Es lunes, escucho a Duke Jordan

 


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