Revista En Femenino

Primera clase de matronatación

Por Clara Ingeniera @mamaingeniera

El otro día comenté (creo que por Twitter), que el lunes teníamos la primera clase de matronatación de Bichito. Primera y penúltima, porque son turnos de una semana, de dos clases cada turno. Yo llegué tarde y no tenía plazas para nada más, pero no quería quedarme sin probarlo porque nos planteamos apuntarnos en septiembre.

matronatación

He de reconocer que lo que más miedo me daba, era la logística. Es decir, el hecho de llegar, prepararnos, y entrar y salir de la piscina, ya que no dejan entrar a nadie más que a un solo progenitor, los vestuarios no están preparados para bebés y en teoría, tenía que dejar el carro atado fuera.

Todo me parecía muy complicado, pero era el único sitio con plazas, así que me lancé.

El problema de todo esto viene a raíz de que Bichito pesa mucho. Pesa muchísimo y yo no aguanto mucho rato con él en brazos.

Para facilitarme las cosas, me fui lo más preparada posible de casa. Llevaba el bañador puesto y encima un vestido, para que solo fuera quitármelo y listo. A Bichito también lo llevé de casa con el pañal de agua y el bañador puesto.

No pensaba ducharnos allí, ni mucho menos, así que en la bolsa tan solo llevaba nuestros gorros, el candado de la taquilla, 3 toallas (para mí, para él y para encima del carrito), pañales, mi ropa interior y la ropa con la que vestiría a Bichito al salir de allí.

Cuando llegamos allí nos abrieron la puerta, y efectivamente, el vestuario no estaba preparado. Había el cambiador de rigor, pero no daba para todos, obviamente. Una chica que ya había ido a otros turnos me dijo que aunque el carro había que dejarlo atado fuera, ellas lo dejaban allí dentro. Total, en ese vestuario solo están las mujeres que van con sus bebés y son comprensivas.

Así que, después de usar mi carrito como cambiador, y desvestirme mientras Bichito estaba bien sujeto, nos fuimos a la piscina.

Mi siguiente miedo era entrar en la piscina con mi bebote en brazos. Caerme o resbalarme con él, me daba cierto respeto, la verdad. Así que me senté en el borde de la piscina y de ahí salté (cubría por las caderas). Vi que el resto de madres y padres entraban por la escalera, pero yo me vi incapaz de seguirles.

Empezó la clase que duró 30 minutos. En ella hicimos varios ejercicios con tal de que los bebés se acostumbrasen al agua. El único nuevo era Bichito y yo ya lo llevaba entrenado de la piscina de mi madre. No lloró nada, es más, yo creo que le gustó. No tanto cuando lo zambullí, porque tragó agua, pero no se quejó igualmente.

Había una bebé que estuvo los 30 minutos llorando. Sin parar. Me sabía tan mal.

Los ejercicios que hacíamos se basaban en que chapoteasen, que hiciesen como si nadasen hacia juguetes, que reptasen por el borde de la piscina, incitarles a entrar a la piscina, zambullirlos y flotar boca arriba (esto es lo que menos gustaba en general).

Yo disfruté mucho y me alegré de haberme apuntado y tener esta experiencia.

Llegó el momento de salir de la piscina y enfrentarme a la dichosa escalera. Reconozco que me costó mucho. Estoy muy fofa, Bichito es enorme… ¡yo que sé! Una vez fuera, lo envolví en su toalla y nos fuimos al vestuario (yo no me sequé porque no tenía manos).

Con Bichito en brazos, abrí la taquilla, saqué la toalla que había traído para el carrito y la puse a modo de funda. Tumbé al peque ahí y lo dejé listo en un plis. Estaba agotadito, pues no había dormido mucha siesta, y se quedaba embelesado mirándome las tetas.

Me sequé y antes de poder ponerme la ropa interior, Bichito se puso a llorar. Así que tal cual, en bolingas, le di teta antes que nada. Se quedó tranquilo en el carro y ya pude terminar de vestirme.

Vi que otras mamis si que iban a la ducha a “hacer que duchaban” a los bebés, y les ponían crema detenidamente, los vestían, todo con mucha calma. Yo pensé que cuanto más rápido saliese de allí, antes llegaría a casa para darnos nuestra ducha/baño de la tarde.

En cuanto salimos del gimnasio y empezó el traqueteo de la calle, Bichito cayó en un profundo sueño. Así que me encontré con maridín y la primogénita, y fuimos a pasear.

Así transcurrió nuestro primer día de curso, y yo salí tan emocionada que me interesé por los horarios del curso que viene. Me gustaría mucho que Bichito se acostumbrase al agua y aprendiese a nadar desde bien chiquitín.

¿Vuestros bebés van a natación? ¿Cómo fue su primer día? Esta tarde repetimos la última clase, y estoy en lista de espera para el turno de la semana que viene… ¡ya veremos si falla alguien!


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