Revista Viajes

Primeras impresiones de Phnom Penh

Por Zhra @AzaZtnB

En algún momento de histeria sobre si el visado electrónico iba a ser aceptado en las fronteras terrestres o no, compré un billete de avión de Ho Chi Minh a la capital de Camboya, Phnom Penh. El vuelo más corto de mi vida, y encima fue con Qtar airlines. Si queréis revivir lo que era volar hace 50 años cuando era privilegio de unos pocos coger un vuelo con ellos. Para un vuelo de 35 minutos usaron un avión intercontinental. Es decir 2 filas a cada lado y 4 en el centro, cada asiento con su televisión personal con mando y teclado, sus cascos, enchufe para USB, tapones para los oídos, kit dental con cepillo y pasta de dientes, manta, cojín, calcetines.

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Durante el vuelo además me dieron caramelos, toallitas húmedas y zumo de naranja. La llegada prevista a Phnom Penh era a las 14:55 y a las 14:45 ya estaba saliendo del aeropuerto con mi mochila facturada a la espalda.

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Todavía echando de menos el avión se abren las puertas de la terminal y me empiezan a acosar para que vayas en tuktuk, taxi o moto con ellos. Los esquivo a todos y me voy en busca de un cajero para sacar dinero, el aeropuerto es enano así que no tardo en localizarlos. El primero rechaza mis dos tarjetas del segundo saco 500$ americanos. Repito para los despistados: dólares americanos. Tal como había leído en Camboya el Riel sólo se usa para transacciones pequeñas y la moneda al uso es el billete de dólar americano. Es importante lo de billete porque el billete más pequeño del dólar es la unidad y si algo cuesta menos de eso o un producto vale decimales el cambio se da en rieles. Pongo un ejemplo: Voy a la tienda y compro un batido que me cuesta 1.25$, yo pago con 5$ y ellos me dan de cambio 3$ y 3000rieles. Por suerte el cambio ahora mismo está a 1$=4000rieles lo que hace muy fácil calcular los cuartos.

Mi puñado de dólares bien planchaditos y yo nos sentamos en la puerta de llegadas observando para descubrir que transporte cogen los locales, que es más barato y cómo funciona en general. Al poco me dirijo a un señor que me guía hacía un TukTuk, 5 dólares más barato que un taxi, y por 7$ me lleva a mi albergue.
De camino encuentro a niños pidiendo en los semáforos, una moto con una plataforma de madera para transportar cosas con restos de almejas se para frente a nosotros en un semáforo. Un niño coge un vaso de plástico del suelo, lo recompone y lo usa para recoger almejas de la madera bajo la mirada del motorista y su acompañante. Cuando ha llenado el vaso se pone una almeja en la boca y se dirige hacía mi. Primero me pide dinero y cuando le dio que no se saca la almeja de la boca y me la ofrece. Vuelvo a decir que no. Entonces se da cuenta, tira la concha de la almeja y coge otra del vaso que me vuelve a ofrecer. Le sonrío y le repito que no gracias, me empieza a explicar algo que no entiendo mientras se sienta en los escalones del tuktuk, llega la que parece su hermana mayor. El semáforo se pone en verde y mi conductor les dice algo para sacarlos del tuktuk. Seguimos nuestro camino entre motos, tuktuks, algún coche y mucho polvo hasta llegar al albergue. Le intento pagar con un billete de 10$ y me dice que no tiene cambio. Tengo que entrar al albergue a pedir cambio y volver a entregárselo al conductor. Me da su número de teléfono para que lo llame si necesito transporte. Todavía no sé que cada centímetro de calle tiene conductores de moto y tuktuk deseando llevarte a donde sea así que lo apunto.

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En apenas unos kilómetros la piel de la gente ha oscurecido y me pregunto si es genética o que no se esconden tanto del sol como los vietnamitas y japoneses. El khmer es un idioma completamente ininteligible, no soy capaz de diferenciar los números de las letras ni una letra de otra. Antes de darme tiempo a deshacer la mochila llega a la habitación una chica con la que tengo la siguiente conversación:
-¿De dónde eres?
– Inglesa
– ¿De dónde?
– De Londres
– Guau! Interesante! ¿De dónde?
– Del Sur
– ¿De dónde? – Aquí me vi obligada a explicarle que yo viví en el sur de Londres para no parecer que iba a ir a su casa a robarle.
-De Croydon
– Yo trabajé ahí!!!
Lo que continuó con una conversación sobre lo poco recomendable que es Croydon. Ella lleva 6 meses de voluntaria y grita de emoción al ver agua caliente en la ducha, espera a su hermana que está literalmente “en algún sitio de camboya” y llegará al día siguiente.

Después de marcar en el mapa los sitios interesantes para visitar. Voy a investigar los alrededores para descubrir la cantidad de tuktukeros (palabra que me acabo de inventar para definir a los conductores de Tuk Tuk) y moteros que a cada paso te acosan para preguntarte si necesitas que te lleven a algún sitio. Por supuesto las frases son tan complejas como: motorrrrbike? O Tukktukk lady? Y los más divertidos aún que hacen el gesto de conducir una moto con las dos manos y yo siempre pienso que van montados en un buey y le estrujan las orejas. El panorama es exactamente igual a todas horas con excepción del mediodía cuando se juntan bajo un tuktuk y juegan a cartas o dormitan para reaccionar justo cuando pasas a su lado.

Los restaurantes al lado del río parecen todos iguales, decoración de madera con sillas de mimbre, wifi gratis, menús de comida asiática y occidental, tres camareras y un camarero tras la barra que se encarga del dinero. Los precios son baratos pero tengo la sensación que los suben con la excusa del dólar. No hay un sólo camboyano sentado en estos restaurantes con una excepción de la que hablaré más adelante. El paseo al lado del río me recuerda a cualquier paseo marítimo lleno de niños jugando, familias paseando, carritos con pelotas de plástico y gominolas, puestecitos de comida y algún mendigo pidiendo dinero.

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Son más de las 6 así que está oscuro y no pasan barcos por el río. En las calles perpendiculares leo carteles como “Conejita bum, bum” y “Gran fiesta caliente” que me hacen levantar una ceja. Un poco más lejos del río y de la zona turística hay puestos con botellas de agua rellenas de un líquido turbio que resulta ser gasolina. Escojo un restaurante cualquiera y mientras decido qué cenar aparece un niño intentando venderme libros, mientras espero la comida aparece una señora intentando venderme no tengo muy claro que y mientras estoy comiendo otro niño pidiendo dinero. Cuando le digo que no a este último me pide un trozo de pan que hay sobre la mesa y se lo doy. De vuelta al albergue me ofrecen tuktuks, motos, “fumar”, happy hour de cócteles y desde el suelo una mujer con sus hijos me vuelve a pedir dinero.

Estacion de bus
Tuktuks frente al FFC

Ya en el albergue vuelvo a mirar los sitios de interés en la ciudad: el palacio real, la pagoda de plata, el museo nacional, What Phnom, el S21 o prisión de Toul Sleng, un campo de exterminio, el mercado central, el mercado nocturno. En menos de media hora estoy buscando como llegar a la isla de Koh Rong, le doy una semana a la ciudad.


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