Revista Comunicación

Primero motivación y luego talento, no al revés

Publicado el 28 noviembre 2016 por Javier Díaz Sánchez @javierdisan

El talento es uno de los conceptos que empieza a no significar nada debido al abuso que hacemos de palabras que se ponen de moda. En la era del buen rollismo queremos creer que todos tenemos talento para algo. Es genial ¿verdad? Podemos venirnos arriba diciéndonos a nosotros mismos que somos personas de talento (aunque no sepamos realmente en qué somos buenos). Visto lo anterior, permíteme que matice un poco. El talento en sentido estricto proviene de una combinación de habilidades más o menos innatas y del esfuerzo sostenido en el tiempo para desarrollarlas.

Como dice Jose Antonio Marina, cuando nacemos solo tenemos una serie de potencialidades que únicamente llegarán a materializarse dependiendo de que pasemos horas y horas practicando. Algunos autores incluso han llegado a cuantificar este tiempo. Según una investigación dirigida por el psicólogo Anders Ericsson, el dominio sobre un ámbito concreto exige, al menos, diez mil horas de práctica deliberada. Casi nada, ¿verdad? Si hacemos un cálculo rápido en base a 8 horas de dedicación diaria nos saldrían 1250 días, estos es, casi tres años y medio (fines de semana incluidos). Supongo que no se te escapará el detalle de que muchas empresas que publican ofertas de empleo solicitan al menos 5 años de experiencia en el puesto ¿adivinas cual es uno de los motivos?

La detección del talento en las empresas

La mayor parte de las empresas intentan (a menudo torpemente) identificar entre sus empleados a aquellos profesionales que pueden ser más valiosos. Para ello empiezan por detectar a las personas con alto potencial, y a partir de ahí les ofrecen planes de desarrollo (vía formación, mentorización, etc.) para que puedan crecer y alcanzar todo su potencial. Suena lógico pero con frecuencia la realidad nos demuestra que esta estrategia puede no ser la mejor. ¿Cuál es el problema? Las personas no invertirán horas y horas en desarrollar sus habilidades en un campo concreto si no existe una fuerte motivación para hacerlo (y esa motivación no procede únicamente de un presumible aumento de sueldo).

En mi vida profesional he tenido la suerte de trabajar con personas que destacaron inicialmente tan solo por una cosa: no conformarse con un rendimiento mediocre. Su pasión y perseverancia por convertirse en grandes profesionales fueron motores de cambio y mejora continua para brillar frente a otras personas en las que quizá nos hubiésemos fijado primero. Por tanto, mi recomendación es que inviertas el orden. Identifica primero a las personas altamente motivadas y luego analiza sus capacidades. El talento natural es importante pero una vez superado un cierto umbral, el esfuerzo/motivación será el factor determinante para que una persona llegue a alcanzar todo su potencial.

Primero motivación y luego talento, no al revés
Primero motivación y luego talento, no al revés

Psicólogo / Humanista digital / Consultor Ayudo a empresas y organizaciones en sus procesos de cambio y transformación. Trabajo en la intersección entre la tecnología y las humanidades.


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