Revista Ciencia

Primeros capítulos de la Paleobiología de dinosaurios (II)

Publicado el 21 febrero 2015 por Omar Rafael Fernandez @mathchaos

Iguanodon bernissatensis

( Leer la parte I aquí)
-[Lord John...] A nosotros mismos esto nos parecerá algo soñado, dentro de un mes o dos ¿Qué dijo usted que eran?
-Iguanodontes -dijo Summerlee-. Puede usted encontrar sus huellas por todas las arenas de Hastings, en Kent y en Sussex. Pululaban en el sur de Inglaterra cuando allí abundaban las sabrosas sustancias vegetales que les permitían alimentarse. Cuando las condiciones cambiaron, las bestias no pudieron sobrevivir. Al parecer, aquí no han cambiado esas condiciones y estas bestias siguen viviendo.
-Si alguna vez logramos salir vivos de aquí, me gustaría llevar conmigo una cabeza -dijo Lord John-¡Por Dios! ¡Si vieran esto algunos de los muchachos de Somalilandia y Uganda se pondrían verdes! No sé lo que ustedes piensan, camaradas, pero yo me huelo algo extraño, como si estuviéramos todo el tiempo sobre una capa de hielo a punto de quebrarse.
[Narra Malone...] Yo tenía la misma sensación de misterio y peligro, que parecía rodearnos por todas partes. Entre las tinieblas de la arboleda se cernía una constante amenaza, y cuando mirábamos su sombrío follaje, vagos terrores se insinuaban en nuestros corazones. Es cierto que aquellos monstruosos seres que habíamos visto eran bestias inofensivas y torpes, que no parecían capaces de causar daño a nadie, pero en este mundo de maravillas podrían hallarse otros supervivientes ¿Cuántos horrores activos y feroces podrían hallarse listos para abalanzarse sobre nosotros, desde sus cubiles en las rocas o entre la maleza? Poco sé de la vida prehistórica, pero tengo un claro recuerdo de un libro que había leído, y que hablaba de seres que vivían cazando leones y tigres lo mismo que un gato mata ratones ¿Qué pasaría si hubiese animales semejantes en los bosques de la tierra de Maple White? [...]

Fragmento del Capítulo 10. Han ocurrido las cosas más extraordinarias, de El Mundo Perdido, Arthur Conan Doyle, 1912.

Era una mañana soleada del año 1822 en el condado de Sussex Oriental. Gideon Mantell se encontraba en la casa de uno de sus pacientes en el pueblo de Cuckfield. Su esposa, Mary Ann, decidió dar un paseo por el pueblo mientras su esposo se desocupaba; en su andar, Mary Ann se topó con un montón de rocas despezadas que se utilizarían para reparar un camino dañado. La curiosidad le llevó a poner su atención en una roca con una forma peculiar,... al observarla con más cuidado descubrió que se trataba de un fósil. Lo recogió y se lo llevó a su marido.


Una vez en casa, en la ciudad de Lewes, Mantell estudió el fósil descubierto por su esposa y concluyó que se trataba de un diente fosilizado al que no podía atribuirle una especie propietaria. Se las arregló para conseguir información sobre la procedencia de las rocas que se utilizarían en Cuckfield para el camino y supo que la fuente era una cantera de caliza en Whiteman's Green. Al llegar a la cantera, Mantell consiguió más dientes y huesos. Amplió su búsqueda hacia el Bosque Tilgate, un bosque de coníferas de las cercanías, donde encontró todavía más restos fósiles del mismo tipo. Al no ser capaz de identificar los restos como pertenecientes a una especie actual en particular, decidió enviarlos a dos eminencias de la zoología comparada: Georges Cuvier en París y William Buckland en Oxford. Al comparar los dientes de los fósiles de Mantell con los de su especimen, Stutchbury sugirió una tercera posibilidad: una iguana. Fue ahí cuando Mantell se dio cuenta de que no había encontrado ni un pez ni un mamífero, sino los restos de un reptil gigante. En 1834 las noticias de un Los hallazgos de estos grandes reptiles del pasado llevó al naturalista británico, Richard Owen, a la necesidad de poner orden definitivo, literalmente. Para el 1842 ya se había descrito otra criatura semejante, el Más tarde ese mismo año, el inglés Samuel Beckles, quien después sería considerado como el primer cazador de dinosaurios, descubrió la Formación Weald en la isla británica de Wight un gran número de pisadas de tres dedos que parecían ser de un ave de gran tamaño. Sin embargo, Beckles se aventuró a decir que en realidad eran pisadas de algún dinosaurio. Poco después descubrió en la Isla una pierna completa de un dinosaurio; Beckles llevó su hallazgo a Richard Owen y determinó que se trataba de un Tras la publicación del libro Pero no todo estaría dicho con el
Primeras ideas
Como resultado, Mantell recibió dos diagnósticos. Para Cuvier, se trataban de los restos de un rinoceronte, mientras que para Buckland era un gran pez y sugería a Mantell no darle más vueltas al asunto. Mantell no se convenció. Al continuar estudiando las rocas de las que provenían los huesos, determinó que el animal al que había pertenecido debió haber vivido en el Mesozoico. Por aquél entonces, los únicos restos que se habían encontrado para el periodo Cretácico inglés eran fósiles marinos, lo que suponía que la isla estaba inundada y dirigía a la conclusión lógica de que los restos pertenecían a un pez. Cuvier, sin embargo, en Francia, mantenía la duda.
Mantell había estudiado medicina en el Royal College of Surgeons, en Londres, de donde se graduó en 1811. Al visitar nuevamente su antigua escuela en 1825 se encontró con el naturalista y geólogo Samuel Stutchbury, quien estaba en calidad de curador visitante. Stutchbury acababa de preparar un especimen de iguana que sería exhibido en el Museo Hunterian: la iguana había sido enviada por un naturalista inglés a bordo del Beagle en su viaje de circunnavegación por el globo -un tal Charles Darwin-. Un año atrás, William Buckland había hecho pública la descripción de un reptil gigante del Mesozoico, el Megalosaurus ¿Serían estos huesos los restos de una criatura semejante?
Mantell decidió publicar el hallazgo del Iguana-saurus en un artículo donde describía el material hallado tres años atrás. Poco antes de publicar, recibió una carta del amigo de Buckland, William Coneybeare, donde le sugería un nuevo nombre: "Tu descubrimiento de las analogías entre los dientes de Iguana y los fósiles es muy interesante, pero el nombre no funcionará, porque es igualmente aplicable a la Iguana reciente. Iguanoides o Iguanodon serían mejores". Fue así que fue nombrado el segundo reptil gigante del Mesozoico: Iguanodon o "diente de iguana". El hallazgo fue publicado en un artículo titulado "Notice on the Iguanodon, a newly discovered fossil reptile, from the sandstone of Tilgate Forest, in Sussex", publicado en las Philosophical Transactions de la Sociedad Real de Londres, vol. 115 (1825), pp.179-186. nuevo hallazgo encontrado en Maidstone llegaron a Mantell. Durante los trabajos de extracción en una cantera se había dinamitado una pared de roca y entre los restos había quedado desenterrado un bloque con un conjunto desarticulado de huesos de lo que parecía haber sido una gran bestia. El dueño de la cantera solicitó la cantidad de £25.00 para permitirle a Mantell quedarse con los restos, el equivalente a £1,463.25 actuales, €1,979.94 o $2,249.65USD -sin duda una baratija-. Los amigos de Mantell y él lograron juntar el dinero y adquirir el fantástico hallazgo. Mantell dedicó entonces su tiempo a intentar reconstruir al animal en el papel a partir de lo que veía en el bloque.
A partir de la idea de que se trataba de un reptil "iguanesco" reconstruyó al animal con la semejanza de una iguana. Los mismos huesos del reptil se correspondían con los que estaban en la gran laja de roca y dibujó la primera reconstrucción del animal. La característica sobresaliente del animal era un hueso que Mantell no pudo sino identificar con un cuerno, pues se parecía mucho a los cuernos de los actuales rinocerontes -tal vez reciclando la idea original de Cuvier-. Así, el Iguanodon de Mantell era una iguana gigantesca con un cuerno en el hocico. Nuevos hallazgos Hylaesaurus, y decidió que el grupo Orden Sauria no era lo más adecuado para albergarlos a todos. Por ello creó el Orden Dinosauria. Nacía al fin la palabra "dinosaurio".
Este grupo de criaturas extintas estaba fascinando al mundo. Charles Darwin también contemplaba con asombro cómo estas fantásticas bestias eran descubiertas y cómo prometían revolucionar lo que se sabía de la historia natural del mundo. En 1854, a tono con esa fascinación, Owen mandó construir modelos a escala de los dinosaurios descubiertos y así surgieron las representaciones clásicas de los dinosaurios victorianos. El Iguanodon era una iguana gigantesca que parecía un temible rinoceronte.
Iguanodon joven. Owen confirmó que la pata era del mismo tamaño que las huellas encontradas, pero no se aventuró a concluir que fuera más que una coincidencia.
Beckles publicó su hallazgo ese año en el Quaterly Journal de la Sociedad Geológica de Londres, donde las identificó como ornitodicnitas, que significa "pisadas de ave". Posteriormente, tras cuatro años de considerar la cuestión, Owen publicó en 1858 que en efecto las pisadas de tres dedos correspondían con la extremidad trasera descubierta por Beckles. La obra se tituló El Origen de las Especies del naturalista inglés Charles Darwin, Richard Owen declaró estar en rotundo desacuerdo con los postulados de Darwin. Si bien, aceptaba que la evolución era un hecho que permitía entender la historia natural, los mecanismos que proponía Darwin eran demasiado simplistas para Owen. De acuerdo con Owen, la selección natural no permitía explicar fenómenos complejos como el desarrollo de los organismos (asunto que, por cierto, sigue estando pendiente). Irónicamente, el trabajo de Owen permitiría a uno de los defensores más aguerridos de Darwin postular una hipótesis fascinante. Monografía de los Reptiles Fósiles de la Formación Wealden Parte IV.
Thomas Huxley utilizó la monografía de Owen para demostrar que Iguanodon tenía la suficiente fuerza para caminar erguido, razón por la cual no se habían encontrado pisadas de las patas delanteras. Esto era evidencia suficiente para sostener que mediante el proceso de selección natural era posible trazar una conexión entre las aves y los dinosaurios, ambos compartían un ancestro común, algún reptil. Esta hipótesis la publicó Huxley en 1868 en Annals and Magazine of Natural History, titulado
Posteriores descubrimientos cerca de la misma fecha, pero en los Estados Unidos, confirmaron que habían existido dinosaurios en efecto bípedos, relegando los modelos de Owen a meras curiosidades de una época que ya había pasado. Así fue que el Iguanodon se puso de pie. "Sobre los animales que son casi cercanamente intermedios entre las Aves y los Reptiles".
Iguanodon. En 1878, en una historia que parece reescribirse cada década, se descubrió en una mina de carbón en Bernissart, Bélgica, una manada de iguanodontes, enterrados a 321 metros de profundidad. La manada se componía de 31 adultos que parecían haber caído directo en una rambla (o uadi), que es una especie de caudal que solamente se inunda durante la temporada de lluvias. En alguna de esas rellenadas, la manada había quedado atrapada conforme la inundación los rodeaba y ellos se hundían en el lodo. Quien realizó la extracción y descripción de los dinosaurios fue el paleontólogo belga Louis Dollo.
Al estudiar los ejemplares, Dollo finalmente pudo esclarecer que los Iguanodon parecían haber sido bípedos, con patas traseras rígidas para sostener su cuerpo. En 1882 realizó la primera publicación donde determinaba la existencia de dos especies: una de tamaño modesto que se denominó
La imagen de los iguanodontes de Dollo fue la que se utilizó para reconstruir a los iguanodontes durante casi un siglo. En la década de 1990, nuevos estudios permitieron confirmar que la estructura ósea de las vértebras de los adultos no era la adecuada para una postura bípeda, mientras que en los juveniles era perfectamente plausible. Esto implicaba que conforme el animal crecía pasaba de una postura indistinta entre la bípeda y la cuadrúpeda, a una postura preferentemente cuadrúpeda con momentos muy ocasionales para ponerse en pie, tal vez intentando alcanzar alimento. Iguanodon mantelli y otra de mayor tamaño que denominó
En el Museo de Historia Natural de Londres se exhibe una réplica del fósil hallado en Bélgica, que se montó completamente erguido. Mientras que a una hora y media de distancia, hacia el sur de Londres, se exhibe en Crystal Park la primera idea que se tuvo sobre un Iguanodon, un modelo en tamaño real de esa "iguana gigantesca" que se pensó habitaba los bosques ingleses del Cretácico hace 125 millones de años. Iguanodon bernissartiensis. Para montar a los esqueletos, el único edificio que se prestaba para tan descomunal tarea era una iglesia, de donde fueron trasladados al Instituto Real Belga de Ciencias Naturales de la ciudad de Bruselas. Dollo también terminó por descubrir que lo que por mucho tiempo se pensó que era un cuerno no era tal sino un pulgar modificado para la defensa, por lo que ese espolón era un prueba concluyente de que las manos del Iguanodon estaban libres. El Iguanodon se pone de pie
Referencias

  • Dollo, Louis (1882). "Première note sur les dinosauriens de Bernissart". Bulletin du Musée Royal d'Histoire Naturelle de Belgique 1:161-168.
  • Horner, John R.; Weishampel, David B.; Foster, Catherine, A. (2004) "Hadrosauridae". En Weishampel, D. B.; Dodson, P.; Osmólska, H. The Dinosauria (2nd ed.). Berkeley: University of California Press. pp. 438-463.
  • Norman, David B.; Weishampel, David B. (1990). "Iguanodontidae and related ornithopods". En Weishampel, David B.; Dodson, Peter; Osmólska, Halszka. The Dinosauria. Berkeley: University of California Press. pp. 510-533.
  • Mantell, Gideon A. (1848). "On the structure of the jaws and teeth of the Iguanodon". Philosophical Transactions of the Royal Society of London 138: 183-202.
  • Mantell, Gideon A. (1825). "Notice on the Iguanodon, a newly discovered fossil reptile, from the sandstone of Tilgate forest, in Sussex". Philosophical Transactions of the Royal Society 115: 179-186.
  • Owen, Richard (1858). "Monograph on the Fossil Reptilia of the Wealden and Purbeck Formations. Part IV. Dinosauria (Hylaeosaurus)".

Volver a la Portada de Logo Paperblog