Revista Opinión

Puerta del Sol

Publicado el 16 febrero 2014 por Cronicasbarbaras

La Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid le han pedido al Gobierno que limite las manifestaciones diarias que, como ve usted por televisión, confluyen en la Puerta del Sol de Madrid porque importunan a los residentes y dañan el turismo y al comercio.

Alegan que allí sólo hay un edificio oficial, la presidencia de la autonomía con la torre del reloj de las doce uvas, ajena a protestas y ocupaciones, como las del 15M de hace dos años, dirigidas contra el capitalismo o contra el Gobierno central, cuyas sedes están en Wall Street y en el palacio de la Moncloa.

Julio Camba escribía en 1907 que Pío Baroja definía la Puerta del Sol como el lugar de reunión “de estas tres clases sociales cuyos intereses deben ser sagrados para el Municipio: los vagos, los filósofos y los conspiradores. El último período de nuestra historia lo han hecho esos hombres”.

Aunque ahora con muchas mujeres, la Puerta del Sol sigue con igual tipo de ocupantes 107 años después: gente que vaguea, y filósofos que observan a los vagos y a los que quisieran trabajar, pero que al no conseguirlo conspiran con al menos tres manifestaciones diarias para derribar el gobierno.

Baroja quería que no hubiera tranvías por la plaza y que todo el espacio fuera para sus arquetipos, lo que invita a filosofar ahora sobre el pasado y el mañana: las autoridades madrileñas deberían saber ya que no hay nada que pueda cambiar su destino, marcado desde su génesis, allá por el siglo XV.

Multicentenarios grabados, los daguerrotipos o la televisión en 3D muestran las mismas imágenes de siempre, y hasta las prostitutas de la confluente calle Montera siguen siendo las mismas, aunque con acentos y colores de todo el planeta.

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