Revista Opinión

Puta Navidad

Publicado el 22 diciembre 2014 por @igarro @igarro

Se acerca la Navidad y eso hace que un escalofrío recorra mi cuerpo y se me estremezca lo más profundo de mis entrañas. Sé que no es un sentimiento aislado y que muchos seres humanos nos sentimos incómodos y miramos las hojas del calendario esperando que pasen a toda velocidad y descubrimos lo eterno de estos días. Somos como Bill Murray atrapados en el día de la marmota pero con el castigo adicional de que esta sensación se repite año tras año, per sécula seculórum.

La Navidad is coming, yo me piro. #DiarioDeUnPerdedor #PutaNavidad pic.twitter.com/qSU3yjnVmX

— Iván R.G. (@Igarro) diciembre 20, 2014

No os podría decir en qué momento he empezado a odiar la Navidad. Creo que desde el momento en que mi hermano (diez años mayor que yo) me hizo “spoiler” con el tema de los Reyes Magos.  Para poneros en antecedentes, os diré que siento un profundo desprecio por la totalidad de la especie humana – incluyéndote a ti, querido lector -, y eso motiva que las demostraciones de amor calculadas me espanten terriblemente. Pero no hemos venido a hablar de mis múltiples y variadas psicopatías, sino que os quiero hacer un exhaustivo repaso de las ventajas de meterse en una cueva, encadenarse y observar desde allí lo bien que se lo pasan las figuras que atisbamos desde ella.  Os detallo:

  • La cena de empresa. Es un engendro programado en el que vas a “disfrutar” de un rato de ocio con gente con la que nunca lo compartirías. Además, en la mayoría de restaurantes aprovechan que esos días están hasta la bandera para tratarte como escoria – realmente lo eres- . Por si aún os sigue pareciendo buena idea compartir mesa y mantel con tipos y tipas que no te caen bien, añadámosle al cóctel un poco de alcohol y ya tenemos el combinado perfecto. Después de dos botellas de vino y siete cubatas puedes acabar encerrado en los baños de una discoteca con el orco de contabilidad, follando como salvajes.  Tranquilo, solo se han enterado treinta y siete compañeros de trabajo.
  • La cena de la pandilla. El procedimiento es el mismo, la variación es que con esta gente sí que te sientes a gusto, lo cual es igual de peligroso. Las croquetas van a seguir siendo Findus, pero al menos, el vino te lo bebes en buena compañía. Aquí el problema mayor es que le puedes tirar los tejos a quien no debes.  Mi consejo es acudir sin pareja, por dos motivos muy claros: es incómodo ver como tu amigo/a desde la guardería se intenta follar a tu pareja delante de ti y también es incómodo que tú te intentes follar a tu amigo/a de guardería delante de tu pareja.
  • Las colas. Del día 23 de Diciembre al 5 de Enero hacemos cola por todo. Sin rechistar. Hasta por lo más básico, pero no pasa nada, es Navidad y todos somos muy felices.  ¡Qué cojones, si hasta Arnold Schwarzenegger se tuvo que comer colas para comprarle un puto muñeco a su hijo en aquella mierda de película, imagínate tú y yo que tenemos los mismos músculos que el muñeco de Michelín!
  • Tú tío el que va a la cena con la pandereta. Es un espécimen de difícil clasificación. 364 días al año es un muermo que trabaja en el banco y aburre a las ovejas.  En Nochebuena le posee el espíritu del ritmo ragatanga y no suele la pandereta ni para cagar. Os recomiendo no recriminarle, se pone violento. Mucho.
  • Las discusiones de política. Desde hace muchos años he renunciado a hablar de política en las comidas navideñas. Eso sí, me gusta ver las discusiones familiares sobre derechas e izquierdas mientras como pipas y animo a los contertulios.  El maniqueísmo en las cenas familiares gana mucho si hay un cuñado presente.  Si veis que la discusión decae en algún momento es perfectamente válido azuzar a tu cuñado susurrándole al oído “mi padre siempre ha dicho que eres un rojo de mierda”. Tras ese comentario, podéis retomar las pipas tranquilamente.
  • Los regalos de Navidad. Es menester gastarse la paga extra, mitad de la normal, un ojo de la cara (el de menos miopía) y un riñón en regalos. Pero no os preocupéis, compensa porque a cambio recibiréis unos cuantos pares de calcetines y un bonito pijama de felpa.

pijama de felpa

                      El último regalo de reyes. desde entonces me voy a la cama hecho un pincel

  • La función de Navidad de los niños. Tienes que tragarte tres horas de espectáculo mientras disfrazan a tu hijo de pastor, estrella de navidad o burro en el portal. El niño no es consciente de lo indigno de su papel hasta que cumple los dieciséis años. Además, siempre habrá conversaciones tediosas con otros padres acerca del papelón que ha hecho su hijo. – Tu hijo iba disfrazado de “caganer” y no le han dado ni frase porque es medio retrasado, como tú – es lo que piensas, pero acabas diciendo: -soberbio, tu hijo Juanito ha estado soberbio.
  • Engordar 20 kilos en 10 días.  Si eres Mario Vaquerizo te viene bien y tu figura saldrá ganando (de todos modos ese no es el mayor de sus problemas). Si estás entre los otro siete millones de humanos date por jodido.
  • Ocio. No hay fútbol, solo el partido contra la droga y perdió mucho desde que Maradona se retiró porque ahora nadie juega a favor de ella. En televisión pasan toda la mierda que fuera de esta época no se atreven a programar y ponen bodrios tales como “Qué bello es vivir”, “Cuento de Navidad”, “El Grinch” y mi favorita: “Marcelino pan y vino”, que da fe de cuando éramos más país de pandereta si cabe.  Además de eso, tenemos a Ramontxu, el tonto de la capa, dando las uvas y seguramente caiga un especial de Jose Luis Moreno y sus putos muñecos dando pasta a troche y moche a todo aquel tipo aburrido (menos tu tío el de la pandereta que está disfrutando a lo loco) que llame al 800 lo que sea que sale a cuerno de unicornio virgen por minuto.
  • Emborracharse en fin de año. A vosotros os parecerá una novedad. Yo lo hago habitualmente. No tengo que esperar 364 días para pillarme una gorda. Mi impresión es que Nochevieja está llena de domingueros (como una playa un domingo). Se les nota en la mirada que no saben beber, no como yo, que a las cuatro de la mañana ya he vomitado tres veces.

Me siento tan extremadamente hasta la coronilla de estas fiestas que busco un culpable, y como decían los grandes Def Con Dos “La culpa de todo lo tiene Yoko Ono y el espíritu navideño que le sale por los poros”.


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