Revista Coaching

Q de QUEJA

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

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Buenas, amigos. Poco poco vamos avanzando para ir acercándonos al final del abecedario. Hay veces que me siento estancada y creo que ya lo he dicho todo, pero aun así, continúo, pues ésta es mi meta: acabar este diccionario de la felicidad, mostrándoos mi visión propia de la vida, lo que estoy aprendiendo por parte de la filosofía védica, pero también lo que la experiencia misma me enseña. Hoy además me he tomado algún tiempo para modificar un poco la apariencia de mi blog, he incluido una imagen para hacerlo más personal y espero que os resulte atractivo.

En la Q no hay tantas palabras para elegir. Pero sí hay una que me resulta relevante: la queja. Nos pasamos la vida quejándonos, llorando, malhumorados, culpando a los demás, criticando y recordando lo negativo. Yo soy el ejemplo más claro de este tipo de personas, aunque conozco a unos cuantos que me llegan a superar. Por tanto, espero que nadie se sienta ofendido con este artículo, pues como ya os advierto: soy la primera persona a la que estas palabras van dirigidas.

¿Es bueno quejarse? Hombre, no hay nada o casi nada que sea totalmente bueno o totalmente malo al 100%. Pero sí es verdad que si la queja se convierte en nuestra rutina, si estamos continuamente quejándonos de las cosas, es que hay algo que va mal. Como ejemplos puedo poneros desde los más típicos y triviales hasta algunos tal vez más serios: el mal tiempo, el tráfico, las colas de espera, el carácter de mi mujer o marido, el comportamiento o las notas de mis hijos, los políticos, los empresarios, las leyes.

Pese a quejarme tanto (a veces es simplemente un reflejo o impulso pasional, como una forma de descargar la energía negativa acumulada), soy perfectamente consciente de que muchas de nuestras quejas no sirven para nada. No podemos cambiar el tiempo, ni a los políticos ni a nuestros hijos. Es decir, sí podemos, pero la única forma de que algo cambie a nuestro alrededor es cambiando primero nosotros.

Hace no muchí descubrí un blog estupendo (pese a que su apariencia deja mucho que desear, así como la facilidad de lectura). He aprendido muchas cosas de allí: desde consejos prácticos sobre cómo blanquear los dientes hasta ideas para la meditación y relajación. También hay un libro que me influyó recientemente: El Poder del Ahora de Eckhart Tolle. Es un libro sencillamente genial. Parece que no dice nada nuevo, pero nos descubre unas sencillas claves que, puestas en práctica, nos darán la oportunidad de ser más felices, más reposados, y sobre todo, más conscientes de vivir el momento presente y no divagar con la inconstancia de nuestra mente aburrida que por todos los medios busca distraerse y escapar del ahora.

En el blog que os menciono, han recopilado los consejos prácticos de este gran libro. Al leer aquel artículo, pensé en el tema que os propongo hoy: la queja. Voy a enumeraros algunos de ellos que considero más interesantes, pues son de gran ayuda para nuestro perfeccionamiento interior.

9 pasos para dejar de quejarse

1. Crea una lista con tus quejas típicas y la frecuencia con la que te quejas de cosas durante el día. (A mí me saldría una lista bastante larga, lo confieso).

2. Presta especial atención a lo de quejarte sin un propósito de mejora, ese tipo de queja que no provoca ningún cambio. Por ejemplo, quejas del tráfico, del tiempo, de las colas.

3. Anota también las quejas sobre algo que alguien hizo o dijo (o por el contrario no hizo o no dijo), quejas sobre tu pareja, el trabajo, la economía, la salud y determinados grupos de personas.

4. Intenta sentir si sólo estás intentando tener la razón, sentirte superior al resto o tu queja tiene un fundamento razonable.

5. Cada vez que notes esta voz quejándose, pregúntate si puedes aceptarla como lo que es: un patrón antiguo en tu mente, la voz de tu ego falso. Esta voz no es tu yo verdadero, es tu mente incansable que simplemente se aburre, que no tiene nada mejor o más importante que hacer.

La mente existe en un estado de «nunca tener suficiente», por lo que siempre ambiciona más. Cuando te identificas con la mente, te aburres y te inquietas fácilmente. El aburrimiento significa que la mente tiene hambre de nuevos estímulos, de más alimento para el pensamiento, y que su hambre no está siendo satisfecha.

6. Cuando te sientas aburrido o inquieto, observa esta sensación de sentirte aburrido o inquieto. A medida que vayas dándote cuenta de estas sensaciones, empezará a surgir algún espacio y quietud alrededor de éstas. Al principio sólo habrá muy poco espacio, pero, conforme crezca la sensación de espacio interno, el aburrimiento empezará a disminuir en intensidad y significado. O sea que incluso el aburrimiento puede enseñarte quién eres y quién no eres.

7. Utiliza tus sentidos plenamente. Trata de estar en el lugar presente. Mira a tu alrededor. Simplemente observa, no interpretes. No son los pensamientos lo que te preocupa, sino el acto mismo de la percepción. ¿Puedes separar el pensamiento de la percepción? ¿Puedes observar sin que la voz de tu cabeza juzgue, saque conclusiones o compare? (Uff, para mí esto es lo más difícil de todo).

8. Observa la luz, las formas, los colores, las texturas. Sé consciente de la presencia silenciosa de cada cosa. Sé consciente del espacio que permite que cada cosa sea. Escucha los sonidos: no los juzgues. Algunos sonidos pueden ser naturales –agua, viento, pájaros- y otros son artificiales. Unos pueden ser agradables y otros desagradables. Pero no diferencies entre bueno y malo. Deja que cada sonido sea como es, sin interpretarlo. Escucha el silencio debajo de los sonidos.

9.  Cuando miras y escuchas de este modo, puede que percibas una sutil sensación de calma, que al principio casi no se nota. Algunas personas sienten como una quietud de fondo. Otras la llaman paz. Cuando la conciencia ya no está totalmente absorbida por el pensamiento, parte de ella permanece en su estado original sin forma, sin condicionamientos. Este es tu verdadero espacio interior.

Y hasta aquí llega este sencillo y nada fácil a la vez ejercicio. Podéis leer más en detalle este artículo que se basa en los preceptos de Eckhart Tolle aquí, yo sólo recopilé algunos puntos que tienen que ver con el tema de la queja y cómo apaciguar nuestra mente.

La idea es que si de pronto nos damos cuenta de que nos pasamos la vida quejándonos, sepamos desconectar a tiempo, sepamos reconocer esa voz que enjuicia, que está desconenta, que busca ponerse por encima del resto, que trata de separarnos de otros, la voz de nuestra mente, de nuestro ego falso. Y tratar de encontrar la otra voz: la voz de nuestro yo verdadero, de nuestra conciencia, hecha de amor, sabiduría, paciencia, comprensión y aceptación.

Difícil, lo sé. Pero el primer paso es precisamente éste: reconocer que las quejas no nos traen nada bueno. La queja es la inacción. Si de verdad quieres cambiar el mundo, ponte en acción, empieza por cambiarte a ti mismo. Y si lo consigues (lo cual llevará no pocos años), verás cómo cambia tu percepción de las cosas.


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