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Que Dios nos perdone

Publicado el 31 octubre 2016 por Alvaromoral

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Madrid es el escenario de este thriller policial dirigido por Rodrigo Sorogoyen. La película comienza con un bello homenaje a La conversación de Coppola. Sirve para definir bien el estilo y marcar diferencias con otros clásicos. Un zoom desde lo alto de la Puerta del Sol madrileña sobre la plaza a primera hora de la mañana presenta un Madrid que se despierta sucio, con basura en sus calles, con los servicios de limpieza haciendo lo posible por limpiarla. Un Madrid que no duerme, que ve amanecer un nuevo mañana.

El dúo de guionistas Sorogoyen-Peña se dio a conocer con Stockholm, un drama psicológico de personajes encerrados en un amor fatal. En Que Dios nos perdone siguen cuidando esos personajes perturbados que tanto parece gustarles. De esta manera la pareja de policías protagonista tiene que hacer frente a un violador de ancianas. Sus almas están tan sucias como el Madrid que retratan. Cada cual tiene una tara afectiva o física que le impide mantener una vida realmente normal. Su aparente vida cotidiana saltará por los aires al menor agente exterior. Sorogoyen-Peña trabajan muy a favor de la pareja (Roberto Álamo y Antonio de la Torre) regalando un jugoso material que prepara el terreno para la aparición del asesino. Con ciertos puntos de humor negro se van presentando los asesinatos y la sordidez que reina en cada una de las secuencias. La acidez de los personajes actúan como barrera protectora al estómago del espectador. Son muchos los golpes (físicos y emocionales) que han recibido y que recibirán pero la avalancha de crudeza no impacta directamente sobre el espectador, sino que la pareja de policías los recibe haciendo que nuestro paso por la historia sea más llevadero.

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Stockholm fue un drama íntimo por sostenerse prácticamente en dos personajes y un escenario. Sin embargo, pese a la marabunta de localizaciones y personajes que se presentan en Que Dios nos perdone, la apuesta sigue siendo similar. Abundan las escenas personales por encima de la trama de investigación. Me gusta que sean las complejidades afectivas las que marquen el ritmo de la historia hasta el desenlace. Ayuda y mucho que, si bien no resulta tan gustosa la trama policial, el destino de cada personaje esté cuidado y de pie a más de una secuencia sorprendente e inesperada.

Son muchos además los homenajes (y bien usados) en la película: desde el inicio a La conversación o las famosas naranjas que anteceden al crimen en El Padrino. Sin embargo, el ambiente más latino recordará más a No habrá paz para los malvados, a Grupo 7 o la genial El secreto de sus ojos.


Que Dios nos perdone

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