Revista Cultura y Ocio

Qué escribo al salir del blog

Publicado el 09 junio 2016 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

Muchos Algunos sabrán que escribo un blog. Este blog, concretamente. Aquí la escritura es sanadora, expresiva, sincera; es ken bugul: absoluta necesidad.

Pero también es ambivalencia; constantes subidas y bajadas, como un trayecto en montaña rusa con los ojos cerrados, como una incertidumbre constante, como una búsqueda sin objeto.

Desde pequeño ha sido un diálogo conmigo mismo y, más tarde, una forma de afectar a mi realidad. Porque, hoy, la escritura también es eso: una conexión con un tercero, al que hasta la aparición de la red no podíamos ponerle cara, ni hablar con él (o ella) de igual a igual.

Desde que comprendí eso, me encanta volver al blog. Se trata de mi Fortaleza de la Soledad —como ya expliqué—, pero también de un espacio mucho más real que unas hojas repletas de borrones sobre el escritorio. Esos textos conforman otra realidad, una muy distinta y, hasta cierto punto, menos real que la primera; quizá algún día se convierta en un discurso que forme parte de todas las realidades de quienes los lean, como le ocurrió a Tolkien, Bukowski, Bradsbury, Saramago… Quizá no.

gonzo-and-dr-animal
Bueno, es Gonzo, ¿o no?

En eso, todos los escritores —sean mejores o peores— son iguales; son parte de su público, generadores de otros cosmos, de universos que se superponen, de mundos que ni tan siquiera llegarán a conocer; pero solo en internet estos se pueden ver, de algún modo, afectados por el lector.

Los blogs asesinan al taller literario —lo dijo hace unos cuantos años Hernán Casciari antes de repatriarse. Nadie aprende más que a base de palos, de errores, de intentar contar una historia que solo él conoce. Pueden darte un bolígrafo, un iMac, una cámara o un pincel, pero solo tú puedes definir qué es un artista y qué un artesano.

Visto así, el blog puede resultar para muchos el perfecto laboratorio. Aquí será el visitante quien llegue y defina dónde está el oro y dónde la mierda, quien nos aconseje otros temas e incluso quien relacione las ideas entre sí. Tú le ofrecerás parte de tu vida interior, algunas líneas que se pasean distraídas por el córtex cerebral, él o ella juzgará sin piedad tras la máscara del anonimato.

Mientras no escribas para ellos, todo irá bien. Si sigues este precepto, te asegurarás de que la escritura pueda convertirse en literatura, y no en mero exhibicionismo.

Escritor y muelle loco
¿No se te ocurre qué escribir? Ten a mano el “muelle-loco” de los noventa…

Llegará el día en el que te preguntarás: ¿puede uno escribir sin público? ¿Debe hacerlo acaso? La respuesta la encontrarás a medida que saborees ese proceso en el que unas líneas cobran vida; tachadas, elevadas de nuevo, asesinadas y regeneradas hasta dejarlas libres en algún lugar.

Antes, el desarrollo quedaba en la sombra; oculto; encerrado hasta que alguien con verdadera potestad podía liberarlo. Hoy, podemos lanzar infinitos mensajes al público, y ahí está el reto siguiente, en saber cuáles lanzar y cómo hacerlo.


Por eso escribo al salir del blog; por eso escribo a mano en una libreta que luego abandono cruelmente en cualquier rincón, y en hojas en blanco en las que no creo. También escribo historias para mí, y para los míos, que a menudo oculto e incluso termino por destruir.

Por algo así me he llevado algunos textos hacia otro lugar; aunque estén terriblemente vinculados a este espacio, porque esto es mi blog, y aquello es un cajón donde empezar a guardar todo lo que que ya no cabe en el escritorio.

Lo sé. Para los demás, no tiene mucho sentido. Pero lo tiene para mí.

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Te invito a echar una ojeada en jruiz.es, mi página web; encontrarás algunos de mis textos, en especial, relatos y microrrelatos.

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