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¿Qué futuro le espera al Barça?

Publicado el 30 julio 2020 por Trescuatrotres @tres4tres

A falta de la opción de la Champions League, el F.C. Barcelona puede estar cerrando su primer curso sin títulos desde hace 12 años. Tomando en consideración las palabras del propio Messi sobre las escasas opciones de convertirse en campeones de Europa, ésta es una posibilidad bastante probable.

De cómo la temporada del Barça ha llegado a este punto, podrían escribirse (y se han escrito, sin ir más lejos en esta página) kilómetros de palabras. También de cómo va a revertir esta situación en las próximas semanas de cara a la Champions. O de cómo va a afrontar la próxima temporada (altas, bajas, etc).

En mi opinión, el gran problema del Barça está en un futuro algo más lejano. En cómo pretende mantener el estatus de equipo top mundial en el próximo lustro. Tomando el hilo de una teoría que enunció Josep María Minguella, hombre del entorno barcelonista, hace algún tiempo, el club corre el peligro de convertirse en un nuevo Manchester United. Es decir, dejar de ser un gigante a la cabeza del balompié mundial, para empezar a tener que pelear por lograr una plaza en Champions. O lo que sería aun peor, convertirse en el nuevo Milan.

Varios son los indicadores de que el equipo culé puede estar en el sendero hacia la intrascendencia. En primer lugar, el banquillo. Al igual que el Manchester United perdió a Sir Alex Ferguson, el Barça perdió a Guardiola. Se mantuvo tono con Tito Vilanova y, tras el paréntesis del Tata Martino, se retomó el camino con Luis Enrique. Aunque cada uno a su manera, fueron entrenadores que mantuvieron la llama sagrada del Estilo (así, con mayúscula), algo muy importante para los aficionados. Al menos, aprendieron a ganarse el beneplácito del vestuario.

Con Valverde, algo se fue rompiendo. El público no reconocía al Barça que les enamoró una década antes y los pesos pesados no se sentían cómodos. La llegada de Setién quiso recuperar la esencia del Estilo, pero las características del cántabro y de su cuerpo técnico (el avezado lector ya habrá adivinado que me refiero a las formas de Éder Sarabia), parecen no haber conectado bien con los jugadores. Messi, con un micrófono a modo de guillotina, pareció sentenciarle tras la penúltima jornada de Liga. Solo un milagro en Champions parece que le libraría de salir del equipo, y seguramente ni siquiera ese milagro le haría ganarse el favor de la plantilla.

Esa falta de liderazgo desde el banquillo, ha sido sustituido por ese confuso mandato que emana de la plantilla. Gente como Piqué, Busquets, Jordi Alba y, por supuesto, Messi, que vienen de formar parte de uno de los equipos más brillantes de la historia del fútbol, se sienten, con o sin razón, en su derecho de ser tenidos en cuenta en cualquier debate que rodee al club. Y por supuesto, creen tener más criterio para decidir lo que el equipo necesita, que cualquier entrenador del mundo que pretenda tomar el mando (a excepción de Guardiola, claro).

Pero no es solo un problema de los veteranos. Otros componentes de la plantilla, como Ter Stegen, Vidal, Rakitic, Griezmann o Suárez, tienen enjundia y personalidad suficientes para querer comer en la mesa de los capitanes. Si a eso se suma alguna cabeza distraída y complicada, como las de Semedo, Umtiti o Dembélé, el cóctel es explosivo.

La cuestión es que los grandes jugadores de la casa se van apagando. Desaparecieron los Valdés, Puyol, Xavi o Iniesta, y los que quedan, están en los últimos años de su carrera, aunque sigan rindiendo a buen nivel. Aunque se adivinen grandes cosas en Ansu Fati, Riqui Puig, Pedri, Aleñá o Araujo, parece complicado que puedan aguantar el nivel de la generación dorada de La Masía.

Y ahí llega el gran problema. Tienes que fichar. Pero no vale fichar a cualquiera. Tienes que compensar con lo que traigas de fuera aquello que ya no tienes en casa, pero además, tratando de mantener el Estilo para que sea del gusto de la afición. Y eso es muy difícil con jugadores de fuera y sin entrenadores de la casa. Haciendo malabarismos, por otro lado, con una masa salarial en la que, los sueldos altos de los veteranos, no dejan todo el margen que sería deseable para refrescar un equipo que quiere seguir siendo el mejor del mundo.

Así las cosas, tras Messi, el futuro parece incierto. Se adivina buen nivel, pero también la necesidad de acostumbrarse a vivir un escalón más abajo. Una manchesterunitedización del equipo en toda regla. Si la columna vertebral del equipo la forman Ter Stegen - Piqué - Busquets - Messi - Suárez, nos encontramos que solo el portero alemán, con 28, baja de los 32 años. Hace falta que los canteranos con nivel que citábamos antes asuman responsabilidad, y que jugadores contrastados como De Jong o Griezmann, mejoren notablemente su desempeño y peso específico en el juego culé. Y esto es una lotería a la que resulta muy difícil ganar.

Fichajes como los de Dembélé, Coutinho, Junior Firpo o el propio Griezmann, quedan lejos en rendimiento del precio que costaron, y esa es otra losa sobre la economía del equipo que atenaza su futuro. El cambio de Arthur (el joven díscolo que no deslumbró) por Pjanic (un treintañero que genera dudas) no ayudará a rejuvenecer la columna vertebral. Pero además, la directiva ha perdido completamente cualquier atisbo de confianza, ni en materia de gestión del club ni en materia de fichajes. El sucesor de Bartomeu va a encontrar un agujero difícil de cubrir.

La solución es verdaderamente compleja. Pasaría por traer un entrenador que genere confianza en el vestuario. Con Xavi como opción en mente de cualquiera, pero muy complicada por sus desencuentros con la directiva tras los sucesos posteriores al despido de Valverde. Pero solo él parece capaz de transmitir el Estilo a jugadores de alto nivel que tendrán que llegar de fuera, porque los formados en casa no apuntan tan alto como el Barça necesita. Y en esos jugadores que lleguen de fuera tendrán que afinar, ya que los Trincao o Matheus Fernandes adquiridos no parecen la solución al futuro.

Un galimatías complejo para el que el F.C. Barcelona precisa de amplitud de miras, de visión amplia, para evitar pagar precios desorbitados por medianías y dar palos de ciego con los proyectos deportivos. Ya que esto es lo que convirtió a Milan o Manchester United en lo que son ahora: clubes de segunda o tercera fila en Europa.


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