Revista Coaching

Qué ocurre cuando evitas el dolor

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

La semana pasada en la Newsletter que envío todos los viernes a mis suscriptores, conté una historia personal mía que al parecer hizo que muchos os sintierais identificados con mi situación. Era un tema que daba para muchos artículos, así que decidí que lo publicaría en el blog para que los que no estáis suscritos o no habéis tenido la ocasión de leer mi último mail, conozcáis también algo que considero interesante para todos.

El lunes pasado tuve una sesión de coaching con mi profesor del curso de coaching estratégico y mentor. Antes de esa sesión yo me preguntaba: ¿pero qué le voy a preguntar, qué problemas tengo? Sí, tengo muchos problemas como cualquier ser humano pero ninguno tan potente como para dedicarle una sesión entera.

Tras pensarlo mucho, hice una pequeña lista de todas aquellas cosas que me preocupaban a nivel de mi empresa y se las solté todas de golpe.

Tino, mi coach, sonrió con amabilidad y me hizo una simple pregunta que ya otras veces le había oído hacer a otros compañeros del curso: ¿Cuál es tu pregunta, María?

Esa es la magia del coaching: tú vienes con multitud de problemas varios, cuentas todo tipo de historias, te dispersas, parece que no lo tienes nada claro, te pasa de todo y no te pasa nada a la vez, pero si estás ahí es porque tienes una pregunta.

Mi pregunta salió por sí sola: creo que trabajo mucho en mi proyecto pero no doy el 100% de mí.

Algo que ya sabía, algo con lo que conviví en el último año y que me empezó a preocupar cuando todavía estaba en Holanda, pero yo, que parece que soy una guerrera en esto de emprender a mi manera, que me paso 7 días de la semana trabajando en lo que más me gusta, que escribo artículos a las 22:25 de la noche (es la hora real del momento actual, acabo de mirar el relojito en mi pantalla del Mac)... al final parece que no me estoy tomando como un verdadero negocio mi proyecto.

No eres coach, eres empresaria

Ésta es la frase clave que me hizo ver mi mentor. Esta es una de las claves para tener un negocio que funciona. Hay 3 personajes que forman parte de nuestra identidad cuando emprendemos o tenemos una empresa:

  • Técnica: el trabajo que nos gusta a las personas que amamos lo que hacemos, que trabajamos en algo que es nuestra pasión y que además tiene que ver con algo tan bonito como ayudar a la gente; nuestra parte técnica vive en el presente y se ocupa de hacer las cosas y terminarlas

  • Gestora: nuestra parte administrativa, la que se ocupa del papeleo, gestiones, cobros, facturas, horarios, métricas, disciplina... Esa es la parte que no nos gusta nada a los que emprendemos a través de nuestra pasión. Por eso trabajamos demasiadas horas y nos dispersamos tanto a lo largo del día. La figura del gestor vive en el pasado y se preocupa de mantener una empresa funcionando, guiándose por el status-quo.

  • Empresaria. Esta es la parte que nos gusta todavía menos a los emprendedores apasionados. Se trata de tener visión, soñar a lo grande, marcarnos objetivos a un año, a 2, a 10. Sólo con esa parte desarrollada podemos conseguir que nuestra empresa crezca, que no se estanque, que no se cierre. El empresario vive en el futuro y tiene que ver con el desarrollo de nuestro negocio.

Por eso cuando digo que soy coach, sólo le estoy dando prioridad a la parte técnica de mi trabajo (que es por otra parte la que más me gusta y que disfruto), pero esto no es suficiente si quiero vivir de esta profesión. En realidad soy empresaria del bienestar, del crecimiento personal, de la reinvención profesional, del desarrollo del talento.

Cambio de identidad: el cambio más difícil de todos

Aquí como ves hablo de un auténtico cambio de identidad. Sólo con la identidad adecuada se pueden conseguir objetivos ambiciosos. De lo contrario, puedo pasarme 12 horas al día trabajando, trabajar gratis y no obtener nada a cambio.

Pero un cambio de la identidad es uno de los cambios más profundos, más difíciles de conseguir. Porque se trata de salir de nuestra zona de confort, cuestionarnos nuestra vida y nuestras prioridades, porque también un cambio de identidad significa dolor: despedirse de nuestro yo antiguo y dar paso a algo nuevo. Y es que sin el dolor no hay crecimiento.

3 tipos de dolor

Lo conté la semana pasada en el coaching tip en mi Newsletter ( si aún no te has suscrito, te recomiendo que lo hagas, porque suelo compartir contenido de mucho valor que no publico normalmente en mi blog). Existen 3 tipos de dolor a grandes rasgos: los dos primeros podemos controlarlos nosotros, exponiéndonos a ello a voluntad. El último y el menos deseable ya no depende tanto de nosotros, sino que se presenta cuando no hemos tomado las decisiones correctas en el día de hoy. Me explico:

  • Dolor del crecimiento. Se da cuando aprendemos algo nuevo, cuando nos formamos, cuando vamos al gimnasio por ejemplo o montamos una empresa. Es decir: nos enfrentamos a algo nuevo a lo que todavía no estamos acostumbrados. Ese dolor está asociado a salir de nuestra zona de confort y conlleva esfuerzo, incomodidad y también miedo (miedo a no conseguirlo, miedo al rechazo, miedo a equivocarse, miedo a la incertidumbre, et.) Sin embargo es un dolor necesario para crecer. En mi caso por ejemplo el hecho de realizar tareas nuevas que ni siquiera me gustan como la gestión de mi empresa o la visión empresarial son necesarias si quiero prosperar como profesional y vivir del coaching.

  • Dolor de la disciplina. A pocos nos gusta seguir una disciplina. Nos encantaría pasarnos horas haciendo lo que nos gusta pero sin tener que respetar unos horarios rígidos, ¿verdad? De hecho, muchos de los que hemos emprendido por nuestra cuenta lo hemos hecho porque detestamos seguir las órdenes de un jefe o no queremos tener horarios establecidos que cumplir todos los días. Pero emprender no significa no tener un jefe. De hecho si no tienes un jefe tu empresa no prosperará. Tu jefe debes ser tú mismo y todos sabemos lo fácil que es autoengañarnos y procrastinar.

  • Dolor del arrepentimiento. Si los dos primeros dependen de nosotros y nos ayudan a conseguir mejores resultados en la vida, el dolor del arrepentimiento no es en absoluto positivo. Arrepentirse quiere decir lamentar algo que hemos hecho o no hemos hecho en el pasado. Y como todos sabemos, el pasado es algo que no se puede cambiar. Podemos cambiar nuestra interpretación del pasado, pero no cambiar las circunstancias como tal.

¿Qué pasaría en 2 años si hoy no cambias nada en tu vida?

Esta es la pregunta más difícil porque nos conecta directamente con ese dolor. ¿Qué pasa si sigues viviendo tu vida sin cambiar nada, si temes enfrentarte a tu dolor del crecimiento y de la disciplina, si te quedas como estás, en tu cómoda zona de confort que no está tan mal?

Yo me enfrenté a mi mayor pesadilla: me vi con 40 años, trabajando por cuenta ajena en una empresa con un jefe desagradable, haciendo un trabajo administrativo que no me aportaba nada, cobrando una verdadera miseria porque no me podían ofrecer más, desplazándome a una localidad lejos de mi casa, y además siendo despedida tras estar trabajando allí durante un par de años.

¿Sabes qué pregunta me haría en ese momento, mientras desesperada, cansada y frustrada me miraría al espejo, contemplando una cara que no me gusta, viendo unos ojos sin energía, sin chispa, sin alegría de vivir? ¿Qué he hecho con mi vida?

Sólo de pensarlo, me recorren escalofríos por todo el cuerpo.

Te puedo asegurar que la sola idea de tener que vivir esta terrible experiencia hizo que algo hiciera un click en mí y me dije: es ahora o nunca. O me pongo las pilas hoy o en 2-3 años me veré en esa situación tan frustrante, sintiendo impotencia y desazón. Y esto es lo último que quiero para mí.

Puede que a ti también te pase: que temes sufrir el dolor ahora. Pero si no pasas por los primeros 2 dolores que son necesarios para crecer y conseguir objetivos, te visitará el tercero, el menos agradable de todos porque ya no depende de ti, porque llega de repente a tu vida y te dice: ¿qué has hecho con tu vida?, ¿por qué no has dado el paso entonces?. ¿por qué no te has atrevido?

Claro que puedes contarle mil historias y mil excusas de por qué no lo has podido hacer. Pero al dolor del arrepentimiento no le interesan excusas. Aparece porque hay unos resultados, hay una realidad: una realidad que te duele, que no te gusta, que te hace sentir infeliz.

Por cierto, te recomiendo encarecidamente ver este increíble vídeo sobre la mente de un procrastinador, contado de manera amena y con mucho humor. Es más que probable que te sientas identificado con él. Y sobre todo: aguanta hasta el último minuto, porque te va a revelar algo que te pondrá los pelos de punta, como me ha pasado a mí.

Una bonita avestruz rodeada de algodones

Hace tiempo conté en mi otro blog Coahcing y Emociones los 3 estados mentales o actitudes predominantes que tenemos: víctima, avestruz o guerrera.

Recuerdo que pensé en aquel entonces: "soy una auténtica guerrera". ¡Estaba equivocada! Soy una bonita avestruz que ha vivido toda su vida rodeada de algodones para que nada le hiciera daño. O lo que es lo mismo: una experta en autoengaño anclada en su zona de confort.

Al final mi pregunta primaria resulta ser mucho más profunda: ¿cómo me libro del dolor en la vida? Sí, queridos amigos, no me gusta sufrir, no me gusta pasarlo mal, aunque mi vida no haya sido fácil, yo siempre puse mi mejor cara en la peor adversidad (algún día contaré la historia de cómo mi familia escapó de una muerte segura y de una guerra que en el mundo apenas se conocía), yo aprendí a ver esas dificultades como crecimiento personal, alejándome de la actitud de víctima.

Nunca me sentí víctima o lo fui en contadas ocasiones. Pero tampoco era guerrera. Simplemente encontré una manera de esconderme, moviéndome al extremo opuesto: todo está bien, no hay nada de qué preocuparse.

¿Tú también evitas el dolor en tu vida?

Hoy, tras aquella sesión de coaching de 45 minutos, tomo la conciencia de que sí hay algo de lo que preocuparse. Pero no desde la perspectiva de víctima o pasividad, sino desde la acción y desde un compromiso profundo conmigo misma.

Y tú, ¿te has sentido identificada con lo que he contado en este post? ¿Crees que procrastinas también? ¿Te da miedo pasar a la acción? ¿Crees que si sigues como estás lograrás tus resultados en el día de mañana? ¿Cómo crees que será tu vida si no cambias nada en el día de hoy? ¿Estás enfocada en la acción, en las excusas o eres excesivamente optimista pensando que las cosas se acabarán resolviendo por sí solas? ¡Me encantaría oír tu voz!


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