Revista Opinión

¡Que poca dignidad la de Artur Mas!

Publicado el 01 diciembre 2015 por Franky
No se entiende cómo los catalanes soportan con tanta pasividad y silencio lo que Artur Mas y sus aliados están haciendo con Cataluña, sus instituciones y su futuro. Es difícil contemplar tanta degradación y tanta humillación en un gobierno europeo. --- ¡Que poca dignidad la de Artur Mas! Son tantas las ansias de poder de Artur Mas que no le importa humillarse, ni devaluar la Presidencia de la Generalitat, ni someterse a los dictados de un partido político como la CUT, ideológica y sociológicamente ajeno a Convergencia, a la democracia y a la Constitución. El mal ejemplo que Artur Mas, como dirigente político, está ofreciendo a sus conciudadanos será difícil de olvidar.

Cataluña y su futuro están siendo sacrificados en la pira del poder, no por esa España que, según los independentistas, "nos roba", sino por las desordenadas y tristes ansias de poder de un grupo de dirigentes políticos, encabezados por Artur Mas, que, obsesionados con la independencia, están cometiendo arbitrariedades y errores suficientes para arruinar el futuro de Cataluña y tal vez España entera.

Someter el futuro de la región a los dictados de un grupo político ajeno al sistema y a la democracia sólo para obtener la Presidencia es una acción terrible que demuestra hasta que punto ha llegado el deterioro político catalán.

No les importa que la sociedad catalana esté dividida y enfrentada, que las instituciones hagan el ridículo, que cientos de empresas huyan del conflicto que ellos han creado y que el futuro de Cataluña como sociedad próspera y pacífica esté seriamente amenazado.

Los catalanes tienen derecho a decidir sobre su futuro, sobre todo si se considera que la injusta y poco democrática España no es hoy un país donde merezca la pena vivir. Nadie podría frenar ese derecho si consiguieran mayorías muy sólidas e indiscutibles para cambiar, pero no tienen derecho a sostener el proceso independentista sobre la corrupción, la insolidaridad y el odio. El gran pecado de Artur Mas, de Jordi Pujol y de muchos de sus seguidores encaramados en la política y las instituciones catalanas no es querer la independencia sino haberla construido de manera sucia, manipulando las conciencias y las mentes, sin contar con apoyos mayoritarios, degradando la sociedad catalana, fracturándola y esparciendo desde el poder mentiras y falsedades.

En lugar de reconocer que el bloque independentista no es lo bastante sólido y numeroso para exigir la independencia y que las últimas elecciones plebiscitarias, al no conseguir ni siquiera la mitad de los votos, fueron un fracaso, Artur Mas y los suyos se han empeñado en lograr la independencia cueste lo que cueste, con una irresponsabilidad inmensa, despedazando en su huida hacia adelante al viejo partido CIU, que se dispone a refundarse para sobrevivir con otro nombre, y causando a Cataluña daños que tardarán décadas en repararse.

Han puesto en peligro la convivencia, han humillado a sus clientes españoles, están destrozando la imagen de Cataluña en su principal mercado, que es España, donde cientos de miles de ciudadanos rechazan ya los productos procedentes de Cataluña, están dividiendo la sociedad y, para colmo, están descuidando el gobierno y alterando, peligrosa e injustamente, las prioridades, prefiriendo financiar la independencia a pagar sus deudas y a garantizar los servicios básicos que necesita el ciudadano.

Nadie entiende la pasividad de la sociedad catalana ante tantas y tan intensas agresiones de su propia clase política. No se comprende que un pueblo emprendedor y próspero guarde silencio y se esconda mientras contempla impávido esa cruzada del odio que conduce claramente a la autodestrucción.





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