Revista Expatriados

¿Qué se le ha perdido a la OTAN en Afghanistán? (V)

Por Tiburciosamsa

A comienzos del pasado mes de junio, los Ministros de Defensa de la OTAN se reunieron en Bruselas. El Secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates, al que le quedaban dos telediarios en el cargo aplicó el viejo principio de “para lo que me queda en el convento, me cago dentro” y se desahogó de todas las frustraciones que le había supuesto el cargo.

Gates advirtió a los aliados que si no aportaban más medios y tenían más voluntad política, la Alianza se volvería irrelevante y ya verían cómo se arrepentirían a medida que el escenario internacional se vuelva más y más sombrío y peligroso. Dijo que los miembros de la OTAN no habían cumplido sus compromisos en Afghanistán y criticó duramente las cortapisas al empleo en combate que habían puesto a las tropas que habían enviado. Y terminó poniendo el dedo en la llaga de la manera tan poco diplomática que se pueden permitir aquéllos que están de retirada: “La realidad descarnada es que habrá un apetito y paciencias decrecientes en el Congreso norteamericano- y en el cuerpo político norteamericano- en gastar fondos cada vez más preciosos a favor de unos países que aparentemente no quieren dedicar los recursos necesarios o hacer los cambios necesarios para ser unos socios serios y capaces en su propia defensa.” Y ya que se había desatado, añadió que algunos de los aliados eran unos gorrones que lo único que quieren es que los contribuyentes norteamericanos asuman sus gastos de defensa, al tiempo que ellos recortan esos gastos para dedicar esos fondos a vino y mujeres. Esto último no lo dijo, pero seguro que lo pensó.

Con estas palabras de Gates termino esta serie que creí que me iba a llevar sólo dos entradas y se ha alargado mucho más de lo previsto. Analizando y resumiendo lo sucedido, creo que pueden resaltarse los siguientes puntos para explicar porqué las cosas no han salido como se esperaban:

1) Igual que los soviéticos veinte años antes, la OTAN se metió en una guerra para la que no estaba preparada. Después de llevar cincuenta años preparándose para una guerra defensiva contra un enemigo convencional en el continente europeo, se encontró enzarzada en Asia central en una operación de contrainsurgencia.

2) Toda la operación se vio afectada por los gravísimos errores que cometió Bush en el primer año de la guerra: 1) No aceptar la ayuda de los aliados en los primeros momentos; 2) Destinar un número insuficiente de tropas, lo que a la larga permitió la resurgencia de los talibanes y que muchas partes del país quedaran fuera del control de Kabul; 3) Descuidar los aspectos políticos y de reconstrucción.

3) Al rechazar la ayuda inicial que le ofrecieron los aliados de la OTAN, Bush creó la imagen de que aquello era una guerra americana. Esa imagen se vio reforzada por el hecho de que los EEUU solos tenían más del doble de topas que el resto de los aliados y que, además, una parte de sus tropas estaban fuera del marco de ISAF. Quitando a los británicos, pienso que los aliados no han llegado a ver la guerra de Afghanistán como algo propio.

4) Los aliados en general fueron a Afghanistán motivados por cosas que no tenían nada que ver con el futuro de Afghanistán. Por un lado se trataba de restañar las heridas creadas por la invasión de Iraq. Nada mejor que colaborar en Afghanistán para volver a ser amiguitos y que los rifirrafes a propósito de Iraq quedasen olvidados. Por otro, se trataba de realizar un vasto ejercicio de relaciones públicas con EEUU a propósito de la OTAN. Europa ha vivido varias décadas protegida por el poderío norteamericano bajo el paraguas de la OTAN. Ello creaba una sensación de seguridad y permitía no tener unos presupuestos de defensa demasiado elevados. En todo caso, siempre podía pensarse que EEUU vendría en ayuda de Europa occidental porque era en su interés hacerlo. Participar en la guerra norteamericana de Afghanistán era una manera de devolverle el favor y demostrar que la OTAN sigue importando. El problema fue que se trataba de ofrecer una ayuda simbólica, no de enfrascarse realmente en la guerra y ponerse a pegar tiros.

5) Los aliados, además, no se vieron ayudados por sus opiniones públicas a las que la guerra de Afghanistán importó tan poco que ni se molestaron en salir a la calle para protestar en su contra. El intento de conseguir su apoyo a la guerra con el argumento de que una derrota en Afghanistán implicaría un aumento del terrorismo islámico en Europa, no cuajó. Para las opiniones públicas europeas Afghanistán siguió siendo algo muy lejano y que no afectaba a sus vidas.

6) La estrategia adoptada por Obama lleva en sí el seno de su propia derrota. No puedes hacer la guerra mirando el reloj para ver cuándo te marchas. Y menos cuando tienes enfrente a un enemigo paciente, que tiene todo el tiempo del mundo.

¿Y ahora qué? La pregunta es retórica, porque en el fondo todos sabemos lo que va a pasar: nos retiraremos con el rabo entre las piernas, aunque no lo llamaremos derrota, y que los afghanos empiecen a estudiarse los vídeos de Saigón en 1975 para ver cómo se organiza una evacuación precipitada.


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