Revista Comunicación

Querido Ministerio: esa NO era Salamanca

Publicado el 13 abril 2015 por Lya
En este día hoy de salmantinidad a tope, en el que las gentes se acercan a la ribera del Tormes a comer hornazo y a honrar la memoria del Padre Putas, en la que es, sin duda, la mejor de las fiestas por lo que tiene de pagana, de libertina, de loca, en este día, digo, no me puedo resistir y tengo que hacer algunas precisiones al capítulo que el Ministerio del Tiempo basó en la Salamanca de 1520. Aprovecho para ello que servidora de ustedes de hornazo poco y de ribera menos. El trabajar es lo que tiene. Y el tener jefes que no poseen la alta cualidad de salmantinos y ergo desconocen el sentido y la necesidad del Lunes de Aguas, también. Una pena todo. 
En fin, precisiones, decía. 
En primer lugar, si ese era el perfil de la Salamanca de 1520 yo soy Rita Marley. Así, a las claras se lo digo. Que digo yo que no todo es decir, venga, hoy los chavales del Ministerio se van a conocer al Lazarillo, ¿qué necesitamos? Ah, una ciudad, o algo que se asemeje, con río. Fundamental lo del río, que mira, pone aquí en la Wikipedia, debajo del anuncio pidedineros (cansinos), que el chico nació a la orilla del Tormes. ¿Eso es un río, no? Pues eso, ciudad con río. 
Y río había. Pero no había ni cerros ni torres ni murallas ni puente romano. NI PUENTE ROMANO. 
Por partes, Salamanca, como Roma, es una ciudad construida sobre colinas. O cerros. O tesos. Que son las dos denominaciones que se usan por aquí. El cerro de San Vicente, de hecho, conserva los restos del castro prerromano que, se supone, fue el origen de la ciudad. Esos cerros (lugares altos sobre un río caudaloso, lo que garantizaba protección en dos terceras partes de la superficie del poblado) estaban ya por el 1520 más que construidos. Y tenían muralla, la cerca nueva que amplió la protección de la vieja. Y la Catedral Vieja era más que una realidad, con su torre del Gallo, y estaba iniciada la construcción de la Catedral Nueva. 
Y ya eso, el Puente Romano. ¿Por dónde cruzaron nuestros amigos funcionarios? Que por cierto, si la ermita donde estaba la puerta del Ministerio estaba al norte de Salamanca, imposible que llegaran a ese lado del río sin haber cruzado previamente el río para situarse allí, no sé si me explico. 
Para que os hagáis una ligera idea de lo que os cuento, ahí va el mapa de Salamanca a mediados del XIX. El perímetro de la muralla se mantiene, aunque ahora es una ronda de circunvalación y de muralla poco queda. Veis como el río queda al sur y veis la zona en la que se concentraron los bombardeos de nuestros queridos amigos franceses durante la Guerra de la Independencia. Esa parte blanca, sin edificios de abajo a la izquierda. Se cargaron el 25% del patrimonio de la ciudad, algo de lo que se habla poco, porque duele, pero que está ahí, en forma de ruinas. 
Querido Ministerio: esa NO era Salamanca
Además, la Plaza Mayor como tal no existía en 1520. Era la época de la plaza de San Martín, cuatro veces más grande que la actual plaza que todos conocéis y que estaba más allá de la cerca vieja, la muralla que protegía lo que hoy es el casco antiguo más antiguo, es decir, catedrales y universidad. Por lo que esa ejecución en la "plaza" no tenía mucho sentido porque aquello era minúsculo. Sin olvidar, claro está, de la falta de un elemento esencial cuando hablamos de Salamanca: la piedra dorada de Villamayor.
En fin, podría seguir, por ejemplo lamentando que el tema de los Comuneros de Castilla no se tratara con más profundidad. Al menos señalar que uno de ellos, Francisco Maldonado, era de Salamanca. A fin de cuentas el único vestigio cierto de la batalla de Villalar, el pendón (la bandera) de los Comuneros se conserva en la Catedral Vieja, en la capilla de Talavera, fundada por la familia Maldonado. 
Y bueno, que se agradece el intento, de verdad, querido Ministerio. Y que, al menos, se habló en la tele española del Lazarillo de Tormes que ya es mucho (por cierto, yo siempre he creído que fue real, no sé de qué la sorpresa), pero que no cuesta nada preguntar un poco e informarse bien. 
Con amor, una ministérica charra. 

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