Quimera

Setecientos caballos de potencia; de cero a cien kilómetros por hora en tres segundos; la novedad reside en que es totalmente eléctrico y la sorpresa en que ha sido desarrollado por un español.

El nombre, título de la entrada, le va bien al vehículo, que supone una revolución en el mundo de los automóviles exclusivamente eléctricos, aunque su autonomía se reduzca a dieciocho minutos a plena potencia o a treinta en conducción deportiva.

El otro día tuve ocasión de charlar un rato con un ingeniero que trabaja en Thyssen y que trasladaba la sensación de estar enamorado de su proyecto, tanto como orgulloso de los logros obtenidos en el desarrollo de sus productos, algunos de los cuales estaban instalados y con estupendo funcionamiento, en diferentes partes del mundo.

La base de todo ello está en las personas, en la cultura y la educación, en la capacidad de sacrificio, a veces hasta de renuncia. Los valores de hace algunos años se han ido degradando paulatinamente, entre otras razones, por una tolerancia y permisividad en la educación de niños y jóvenes, fruto de planes de educación de gobiernos socialistas y populares; en fechas recientes hemos sido informados del nivel que nuestros estudiantes, de todos los niveles, tenían en Europa, con la desagradable sorpresa que preveíamos. La quimera real, además de este estupendo vehículo, es regresar al nivel educativo que este país disfrutaba hace treinta años. No es tan difícil, basta con un poco menos de electoralismo y una cierta dosis de sentido común, el menos común de los sentidos.