Biblioteca Nacional S1502. He oído y sobre todo leído bastantes cosas buenas sobre Joan Didion, una de las escritoras más reputadas de Estados Unidos, creo que de eso no hay duda, por lo que al ver que había un libro suyo en la B.N.P.D. me propuse hacerle un espacio en los préstamos para ver qué tal. La obra de Didion parece que es más conocida por sus libros de crónicas, memorias, no-ficción, etc., pero también publicó varias novelas, siendo Una liturgia común una de las más apreciadas. Eso no lo sabía, desde luego, yo solamente conocía la buena recepción de su autora.
Una liturgia común es una buena novela. Está bien escrita, tanto en lo formal como en lo, digamos, sustancial: es una novela de una honda sutileza, una novela de capas y capas de perspectivas, significados, etc., una novela mordaz, con sentido del humor además, crítica y afilada a la vez que humana, intimista por así decirlo, sin embargo... Sin embargo, debo decir que no me ha interesado ni entusiasmado su lectura, que más allá de ciertas partes que me causaron ciertas risas (en el buen sentido, de verdad el componente satírico que saca a relucir por momentos es lo mejor de esta novela) me ha dejado bastante frío, algo desolado, porque siempre me siento desolado cuando una novela o película no me llega, no me gusta, no me causa ni provoca sensaciones más allá de lo que se entiende por encima.
Primero señalemos lo más sencillo, de qué se trata. Ambientada en un país centroamericano ficticio, Boca Grande (que no es lo mismo que Grande Boca, menos si eres de River o cualquier otro equipo, aún menos si no te importa el fútbol ni sus hipertrofiadas glorias), la novela es narrada por Grace, una mujer ya madura, viuda, que fuera la mujer del anterior líder (líder en las sombras) de dicho país y que por lo tanto pertenece a la élite de esa geografía marcada por la miseria, la inequidad socio-política, en fin, es una puta dictadura para qué andamos con cosas, una típica dictadura bananera. Aunque la historia de esta mujer y de este país no es, según ella misma dice, el motivo principal de este libro, sí le presta bastante atención a sus vaivenes históricos, a sus dinámicas y mecánicas sociales, a sus estructuras institucionales y arquitectónicas, en resumen, es como una crónica de cómo se vive en esta dictadura ficticia. Desde luego, las punzantes observaciones y el retrato esperpéntico de los miembros de esta élite hablan por sí solos, así que no ahondaremos en ello, podrán imaginarse más o menos como se desarrollan las cosas en esa alta sociedad dictatorial, un delirante núcleo de gente que vive en su privilegiada realidad alterna de lujos materiales y mezquindades personales, perfume caro sobre la piel y hedor a podrido por dentro, donde se supone que está el alma. La verdadera protagonista de la historia, sin embargo, tal como nos señala la narradora, es una mujer estadounidense llamada Charlotte, muerta en una de los enésimos golpes de estado que asolan Boca Grande, y cuya vida y muerte la narradora se propone averiguar y compartir con nosotros. La vida pre Boca Grande es una reconstrucción de sus aventuras y desventuras sentimentales-familiares, es decir otra oportunidad para elaborar y desarrollar certeros y mordaces retratos críticos sobre las clases sociales gringas, sobre el extraño sistema de valores que rige el país de los sueños, ese histerismo cotidiano y normalizado, nación neurótica, ya saben. Y luego la vida de esta gringa en Boca Grande, o, Cómo se las apaña una inestable e impredecible mujer en un medio político igual de inestable e impredecible.
Como digo, la novela está bien hecha, está bien escrita, al menos en lo formal, y desde luego que también se entienden sus puntos, sus ideas, sus perspectivas, incluso sus sentimiento o pesares: el retrato desencantado y desilusionado de esa clase alta estadounidense; el horroroso absurdo y el cruel sinsentido de una dictadura; la perpleja e indignante desconexión ética y moral de ciertas castas en relación a la vida de a pie, es decir la banalización del mal y la deshumanización de los seres humanos de abajo; el descontento y hartazgo y desorientación vital, existencial... Sí, comprendo que puede ser verdaderamente desesperante adentrarse en el laberinto de comprender la psiquis humana, la psiquis colectiva, o no sé, el destino, el azar, el porqué de las cosas, la derrota de los ideales, la caída de los ídolos, la ascensión de las mezquindades, en fin...
Mi problema es que la prosa de Didion, sofisticada, de buen gusto, lo que quieran, es demasiado desapasionada y gélida para su propio bien, casi como si no le importara realmente nada de lo que pasa; sé que tiene que ver con el estado de ánimo algo depre de la narradora y con su intención de narrar de una manera "científica" y objetiva, sin embargo es demasiado frío todo, cuesta creer que los personajes aman, sufren, se alegran, viven... Están tan alienados, tan decepcionados, tan desengañados que ni sus vidas ni bienestares e integridades corporales, mentales y emocionales parecen importarles: se enferman, se separan, se lastiman y ellos actuando como si todo fuera un chiste, malo pero chiste al fin y al cabo... Ese es, precisamente, el punto, ¡lo sé!, de todas formas no me convence el mecanismo... Houellebecq propone lo mismo y, según yo, lo logra, esto es, escribir una desapasionada y distanciada y casi repugnada crónica de los patéticos avatares de sus tristes personajes succionados por circunstancias y medios socio-políticos alienantes y ridículos. En Las partículas elementales y Serotonina, por ejemplo (y en menor medida, en la fallida Ampliación del campo de batalla), logra sublimar ese estilo "impersonal", ese estilo despojado, clínico, observador, que te lanza dentro de la trama. En Una liturgia común esta prosa de Didion (que, por cierto, en varios pasajes elabora observaciones conductuales basadas en criterios bioquímicos, como adelantando a Houellebecq, aunque no lleva esta vertiente a sus últimas consecuencias), para mí, ejerce el efecto contrario: me empuja y expulsa demasiado lejos del núcleo moral-sentimental-humano...
Y aunque también se entiende el retrato burlón de esta dictadura ficticia inspirada en dictaduras muy reales, el efecto es el mismo: la caricaturización de los vaivenes políticos de Boca Grande trivializa el horror que suponen estos gobiernos autoritarios. No digo que deba ser todo grave y pesaroso, la sátira existe por y para algo, al reírse de lo terrible se expone precisamente la atrocidad, pero siempre he dudado de los gringos que llegan a examinar políticas exteriores (sobre todo latinoamericanas) desde la comodidad de su engañosa libertad: para mí, siempre hay algo incompleto en la manera en que los gringos observan, hablan y escriben sobre dictaduras americanas, y acá sentí eso: las críticas de Didion son legibles, válidas, comprensibles, más aún porque escribe desde el conocimiento de causa (ella misma estuvo en Nicaragua, por ejemplo), pero su retrato se tuerce hacia una caricatura burda, simplista y casi insustancial, centrándose más en la grotesca vida familiar de los tiranos que en lo político y lo social, reducido a mero recurso colateral, mostrar aquí y allá la muerte de un anónimo o la explosión de un auto (y me dirán que, de nuevo, ese es el punto: mostrar el eterno ciclo de golpes y gobiernos de facto en donde mueren miles sin que a nadie le importe... Tienen razón, pero insisto que a Didion se le escapa de las manos lo caricaturesco y simplista: creo que nunca se interesó por la fauna local por así decirlo, sólo en esa élite, paradójicamente, extranjera gobernando un país en el que no tiene orígenes, sólo su residencia). Como digo, dudo que un gringo pueda comprender realmente el clima político de un país caído en dictadura: qué lo produjo, el contexto, todo eso.
Como sea, me he alargado demasiado. Una liturgia común está bien, es una novela solvente e inteligente a su modo, errada en otras cosas, pero comprensible ya que, como he dicho, en lo personal no espero mucho de un gringo hablando de países que nunca podrá conocer de verdad a fondo. Puede gustarles, así que denle una oportunidad, pero ya les he advertido de su prosa/tono extremadamente desapasionado, su algo rutinario y poco novedoso retrato de las clases altas estadounidenses, además de la caricatura plana que es ese exótico destino ficticio: Boca Grande.
Qué pereza cuando no hay mucho que decir en la tradición republicana de todo préstamo a domicilio. En casi un año solamente ha sido pedido en dos ocasiones este libro. Esperemos que, a pesar de mi falta de entusiasmo, otros más se animen a descubrirla y conocerla.