Revista Opinión

Rajoy, el más cínico de todos los cínicos (II)

Publicado el 01 abril 2012 por Romanas
Rajoy, el más cínico de todos los cínicos (II)Cada pueblo es lo que sus gobernantes le permiten que sea.”Olvida los tambores” no es más que una mala copia de “Mirando hacia atrás con ira”porque Ana Diosdado no se crió, a pesar de ser hija de un farandulero, en los bajos fondos ingleses como John Osborne. Arturo González no es un demócrata porque si lo fuera no podía ser amigo de Jose Ignacio Wert, el tipo que, como ministro de Educación y cultura,está dando, uno tras otro, los golpes de gracia necesarios para que los hijos de los trabajadores permanezcan en la incultura de modo que un esclavo económico sea capaz de votar para que le gobierne a aquel asqueroso y canallesco tipo que hace todo lo posible por mantenerle en la esclavitud. Contaba yo ayer, en mi post, que, apoyada mi mano izquierda en el hombro de mi mujer, enferma de Alzheimer y ya casi muda porque ha olvidado el nombre de todas las cosas, lo que casi impide hablar, pero no ser lo que siempre ha sido, el apoyo más firme que yo he tenido, y la derecha en una muleta de plástico que me costó 9 euros en una de esas tiendas de los chinos, participé en la manifestación del 29 y oí la expresión más certera de todo este maldito tiempo: “Rajoy, bandido, estás perdido”. Uno puede ser, como vengo diciendo continuamente, el tío más cínico de todos los cínicos, uno puede haber encontrado el camino, aquel camino del que presumía Rato cuando era ministro de economía y le contestaba a un diputado socialista que le reprochaba que la ley cuya aprobación había llevado al Congreso era para que sus amigos no pagaran impuestos, “pero qué ingenuo que es v., ninguno de mis amigos paga impuestos”, aquel camino, digo, que los exime a todos ellos de pagar los tributos debidos  a la Hacienda pública y que puede concretarse en una amnistía fiscal como la que acaba de promulgar el gran cínico o, simplemente, mandar sus dineros a esos paraísos fiscales en los que, luego, por arte de birlibirloque, se conoce que residen los miles de millones de euros de nuestros plutócratas como los ínclitos Botines que andan por ahí aplaudiendo las medidas económicas que promulga Rajoy para promover nuestra economía, al propio tiempo que  ellos mandan sus escandalosos superavits a dormir el sueño de los injustos en los más acreditados paraísos fiscales. Y, así, sin apenas darnos cuenta, nos hemos encontrado con que nos gobierna un tío que, como no podía ser menos, es registrador de la PROPIEDAD, o sea el tipo que se encarga de garantizar para siempre que la expropiación que las clases dominantes han hecho del suelo público que, por ley natural, pertenece a todos los habitantes de la Tierra, permanezca intocable por los siglos de los siglos: "son bienes de dominio y uso público", dice nuestro Código civil, "las riberas, playas, radas y otros análogos", pero a los legisladores, que indudablemente eran también propietarios, se les olvidó incluir en este precioso precepto, que todo el resto de la tierra que, en un principio, fue esa inmensa ribera que los mares iban descubriendo, era también de propiedad y uso público de tal manera que toda apropiación de una parte de ella y la más mínima restricción de su uso, era la más canallesca de las injusticias. Pues, bien, resulta que la persona que nos gobierna, en la cima de todo el poder, es un tío cuya vocación profesional es asegurar que nadie pueda tocar impunemente la propiedad privada, o sea, un antimarxista por naturaleza pero que no esconde ni mucho menos esa increíble propensión, todo lo contrario, la exhibe como el mayor de los timbres de gloria: “Todo ello constituye demostración matemática de que el hombre no se conforma con su realidad, de que aspira a más, de que busca un mayor bienestar y además un mejor bien ser, de que, en definitiva, lucha por desigualarse.Por eso, todos los modelos, desde el comunismo radical hasta el socialismo atenuado, que predican la igualdad de riquezas –porque como con tanta razón apunta Moure Mariño, la de inteligencia, carácter o la física no se pueden “Decretar” y establecen para ello normas como las más arriba citadas, cuya filosofía última, aunque se les quiera dar otro revestimento, es la de la imposición de la igualdad, son radicalmente contrarios a la esencia misma del hombre, a su ser peculiar, a su afán de superación y progreso y por ello, aunque se llamen asimismos “modelos progresistas” constituyen un claro atentado al progreso, porque contrarían y suprimen el natural instinto del hombre a desigualarse, que es el que ha enriquecido al mundo y elevado el nivel de vida de los pueblos, que la imposición de esa igualdad relajaría a cotas mínimas al privar a los más hábiles, a los más capaces, a los más emprendedores…de esa iniciativa más provechosa para todos que la igualdad en la miseria, que es la única que hasta la fecha de hoy han logrado imponer.El hombre es desigual biológicamente, nadie duda hoy que se heredan los caracteres físicos como la estatura, color de la piel… y también el cociente intelectual. La igualdad biológica no es pues posible. Pero tampoco lo es la igualdad social: no es posible la igualdad del poder político (“no hay sociedad sin jerarquía”), tampoco la de la autoridad (¿sería posible equiparar la autoridad de todos los miembros de un mismo gremio, por ejemplo, de todos los pintores o los cirujanos?), o la de la actividad (es difícil imaginar un ejército en el que todos fueran generales; o una universidad en la que todos fueran rectores), o la del premio, o la de oportunidades (las circunstancias, temporales, geográficas y familiares colocan inevitablemente a los individuos en situaciones más o menos favorables, nadie tiene la misma oportunidad mental, ni histórica, ni nacional: no es igual nacer en EE.UU. que en U.R.S.); ni siquiera la económica: “allí donde se ha implantado una cierta igualdad pecuniaria –mediante la nacionalización de los medios de producción, la abolición de la herencia, la supresión de las rentas del capital y la equiparación de casi todos los salarios- se han radicalizado las inevitables desigualdades de poder, creadores de desigualdades económicas quizá no monetarias, pero espectaculares. Aunque la cuenta corriente de Stalin no fuera superior a la del más mísero music, nadie podría afirmar la igualdad económica de ambos. Para imponer tal igualdad habría que eliminar el poder político, lo que es imposible”. Mariano Rajoy Brey, artículos publicados en El Faro de Vigo.

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