Revista Cultura y Ocio

Rebelión: El Despertar de los Incas

Por Manu Perez @revistadehisto

A comienzos de 1536 los españoles ocupaban los palacios de la ciudad del Cuzco, la campaña de conquista había sido un rotundo éxito y ahora el legado y tesoros del imperio inca se  repartían entre los conquistadores.

Los españoles no podían ignorar que la autoridad de un nuevo “Inca” podía permitirles un control más efectivo y sobre todo pacifico sobre aquellos territorios que ocupaban cerca de 2, 500 000 km2; así que Francisco Pizarro tras saquear el Cuzco el 15 de noviembre de 1533 permitió que un nuevo Inca se hiciera con la corona de aquel debilitado imperio, la sagrada “Mascapaicha”, fue puesta entonces sobre Manco Inca (uno de los hijos del último y legitimo Inca, Huayna Cápac); quizás en aquel momento el nuevo soberano sentía que la protección de los españoles podría darle la oportunidad de recuperar el poderío de su recién heredado imperio, cuánto se equivocaba.

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Rebelión: El Despertar Inca

Los españoles mantenían a Manco Inca completamente vigilado, muy pronto se transformó en un prisionero en su propio palacio y las calles del Cuzco no podían ser transitadas por él sin una escolta española, sin embargo y pese a estas condiciones tan pesadas a su libertad, Manco Inca observaba que tras tres años de ocupación los conquistadores no habían cesado en sus abusos contra los indígenas y que sistemáticamente se abusaba de las mujeres del pueblo, la nobleza, e incluso las sagradas vírgenes del sol sin distinción alguna.

Consciente que era el momento de expulsar a los conquistadores, planificaba escapar del Cuzco y juntar un ejército, cuando sus planes llegaron traicioneramente a oídos españoles y fue encerrado, hasta que llegó el Hermano de Pizarro, Hernando quien a comienzos de 1536 lo liberó; Manco decidido a dejar de ser un títere y engaño a Hernando Pizarro, le prometió que le traería una estatua de oro de su Padre Huayna Cápac, si a cambio lo dejaba salir del Cuzco llevando al Villac Umo (sumo sacerdote inca), Hernando aceptó y sin querer le dio a Manco Inca la oportunidad que estaba buscando, si alguien podía validar el derecho imperial de Manco Inca a gobernar era Villac Umo.[1]

Manco Inca reunió a muchos nobles incas y curacas (jefes políticos y/o caciques), a su juicio era necesario destruir a estos invasores, pues aunque los cerros y nevados se cubrieran de oro, no bastaría para saciar la ambición de estos conquistadores, la presencia del Villac Umo alentó a los jefes incaicos y todos acordaron prestar su apoyo para el levantamiento, y como la tradición lo mandaba el nuevo Inca mando traer dos vasos enormes de oro llenos de chicha (bebida de maíz)  y estos fueron pasados para que toda la asamblea de guerreros bebiera en señal de aprobación.

El 3 de Mayo de 1533, cientos de miles de soldados incaicos rodearon el Cuzco[2], estaban decididos a retomar la capital de su imperio; Hernando Pizarro se encontró de pronto encerrado, enfrentando un rebelión a gran escala, con 190 soldados de infantería y 90 de caballería (Españoles), si bien tenía decenas de miles de indios auxiliares, la sorpresa de ver un Cuzco sitiado, le impidió tomar acciones ofensivas, ahora tendría que ceder la iniciativa a Manco Inca, quien lanzo a sus fuerzas en un ataque frontal contra la ciudad, en un comienzo esto fue un gran éxito pues gran parte de esta cayó en manos incaicas, pero al acercarse a la plaza principal, la lucha urbana se recrudeció y los incas fueron contenidos por las trincheras españolas, los edificios más grandes de la plaza y sobre todo por los contraataques españoles que en aquellas estrechas calles hicieron que el número de atacantes no pudiera ser explotado al máximo.

Con todo Manco Inca se apuntó una enorme victoria táctica al apoderarse de la fortaleza de Sacsayhuamán (a unos 2 km al norte de la ciudad imperial), este era un punto clave de vigilancia pues su vista dominaba toda la ciudad, los españoles con ello estaban más presionados y la moral de los incas crecía, Hernando Pizarro comprendió entonces que había llegado el momento  de pasar a la ofensiva, la atención de la batalla se concentro en la fortaleza y el 16 de mayo de 1536 se lanzó a reconquistarla utilizando 50 jinetes[3] y a miles de sus auxiliares indígenas; salió del Cuzco rompiendo el cerco de los incas y atacó Sacsayhuamán, Juan Pizarro (Hermano de Francisco y Hernando) dirigía esta acometida, y por un momento parecía que la suerte le seria adversa a los españoles cuando los defensores incas de la fortaleza hirieron a Juan Pizarro con un piedra en la cabeza. No obstante, lograron establecerse alrededor de Sacsayhuamán, los ataques de los incas no lograron desalojarlos y al día siguiente por la noche escalaron los muros de la fortaleza y obligaron a que el ejército Inca se refugiara en las dos torres más grandes de Sacsayhuamán.

La lucha por ambas partes se había mostrado sangrienta, si bien a los españoles les costaría la vida de uno de sus jefes principales, Juan Pizarro, quien no sobreviviría a sus heridas, la lucha en Sacsayhuamán también había absorbido a muchos valientes soldados incas y los contraataques a la fortaleza habían desgastado su ejército, sin reservas operativas para empeñar un combate más serio; aún se debate si la orden de abandonar las posiciones de Sacsayhuamán provinieron del comandante Paúcar Huamán o del sacerdote Villac Umo.

Pero esta orden no fue cumplida en su totalidad y varios capitanes incaicos se decidieron a defender las últimas torres hasta la muerte. En esta lucha sobresalió “Cahuide” un guerrero inca muy valiente quien llevaba una espada española y un morrión (presumiblemente conseguidos de conquistadores caídos en los combates previos)[4], cuando las fuerzas españolas entraron a las últimas posiciones incaicas, Hernando Pizarro reconociendo el valor del noble indígena, pidió que lo capturase vivo, sin embargo éste se lanzó al vacío, tras la toma de  Sacsayhuamán los incas levantaron el cerco del Cuzco, pero el grito de rebelión abría sus puertas.

Autor: Luis Carlo Zanabria Cabrera para revistadehistoria.es

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Bibliografía

-Angles Vargas, Víctor. “Historia del Cusco incaico”. Tercera edición. Lima: Industrial gráfica S.A. 1988.

Busto Duthurburu, José Antonio del: “La conquista del Perú”. Colección de obras escogidas de José Antonio del Busto. Lima, Empresa Editora El Comercio, 2011.

Vega, Juan José: “La guerra de los viracochas”. Tercera edición. Lima, Edición Universidad Nacional de Educación, 1969.

Créditos fotográficos:

Portada: De Juan Bravo – Detalle de la pintura de Juan Bravo sobre la “historia de Qosqo” para la municipalidad de Cusco., CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3258824

Portada: By Scarton – Detalle de la pintura de Juan Bravo sobre la “historia de Qosqo” para la municipalidad de Cusco., CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3260216

[1] Solo el sumo sacerdote o “Villac Umo” podía coronar al inca, poniendo sobre su cabeza la “Mascapaicha”, este era el símbolo que le daba la legitimidad para gobernar sobre el imperio; Manco Inca parecía un buen conocedor de este detalle, pues a toda costa quiso abandonar el Cuzco en compañía del “Villac Umo”,  si bien los españoles lo habían coronado Sapa Inca, era mucho más importante ser coronado en presencia de este sumo sacerdote, ante el pueblo, el ejército y los nobles incas.

[2] Si bien en la actualidad no hay un consenso definitivo de las tropas incaicas que participaron en el sitio del Cuzco en 1533, se comprende que esta acción bélica fue el equivalente a la “Noche Triste”, dado que los incas habían puesto en duda la divinidad española, y se lanzaban en armas contra sus conquistadores.

[3] En estas batallas de conquista, el factor decisivo era la caballería, los jinetes ponían romper las líneas de batalla que los incas presentaban y penetrar en su profundidad estratégica, después las tropas auxiliares de aliados indígenas de los españoles atacaban y aprovechando que ya los ejércitos incas estaban dispersos se entablaban combates cuerpo a cuerpo para barrer toda resistencia

[4] La Figura de “Cahuide” fue quizás la de mayor sorpresa en esta parte de la guerra, pues era quizás la primera vez que los incas intentaban utilizar el armamento convencional de los españoles que había caído en sus manos, a partir de allí la forma de guerrear de ellos cambio, ya no se limitarían a utilizar solo arcos flechas, mazas escudos, etc. Las armas españolas en especial las espadas constituían un elemento muy bueno para incorporar a las tropas en especial a los jefes o nobles que las dirigían.

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