Revista Cultura y Ocio

Recaredo, orthodoxus rex

Por Manu Perez @revistadehisto

Recaredo fue asociado al Trono por su padre Leovigildo, siendo reconocido Rey de los visigodos cuando éste falleció. Recaredo (Reke: ’venganza’, Rede: ‘palabra’) ya gozaba de una excelente reputación militar por su comportamiento en las campañas contra los francos en la Septimania.

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Durante la guerra civil que enfrentó a Hermenegildo contra su padre, éste intentó neutralizar la amenaza de los francos, pues Ingundis, esposa de Hermenegildo, era la hermana de Chilberto, que intentó actuar contra Leovigildo, aunque sin éxito.

Recaredo

Con este propósito, concibió la idea de casar a su hijo Recaredo con una princesa franca. Por estas fechas, Recaredo ya tenía un hijo, Liuva, que debió de nacer hacia el 584, siendo su madre una católica de condición humilde llamada Baddo. El ilegítimo nacimiento de Liuva no fue un impedimento para que, muerto su padre, le sucediera en el Trono. Leovigildo negoció en 583 la boda de Riguntis, hija de Chilperico y de Fredegunda, que fue la instigadora del asesinato de Galsuinda, hija de Atanagildo y primera esposa de Chilperico.

Superadas las dificultades, Riguntis de dirigió a Toledo, con un lujoso cortejo de 50 carros cargados de riquezas y un acompañamiento de más de 4.000 personas. Así de rica era su dote. A pocas jornadas de París, la brillante caravana se detuvo por un cuerpo de Caballería franca, enviada por el Rey Childeberto, tío de la novia, para protestar por este matrimonio e intentar que el cortejo regresara a su lugar de partida. Tras arduas negociaciones, Riguntis pudo proseguir su viaje, pero entregando cien caballos con sus correspondientes arneses de oro. En la Galia Meridional, grupos de paisanos armados le salieron al encuentro también con la intención de detener su marcha. Llegó por fin Riguntis a Tolosa, pero el conde Desiderio, hijo natural de Clotario, invadió la ciudad y se quedó con todas las riquezas que componían la dote y de la propia Riguntis.

Falleció Chilperico y todos abandonaron a la prometida de Recaredo. Fredegunda tuvo que enviar a por su hija, regresando Riguntis a París sola y sin dote. Recaredo, molesto con los francos, renunció a su mano. Posteriormente se casó con Baddo, hija de un tal Fonsa, que desempeñó de comes patrimoniorum y que había sido arriano. Este matrimonio se debió celebrar un poco antes del III Concilio de Toledo, puesto que aparece junto a Recaredo en calidad de Reina y con la fórmula: “Yo Baddo, gloriosa Reina”, suscribiendo, tras su esposo, su profesión a la fe católica. Aunque las fuentes no dan noticias ciertas de este hecho, se puede deducir que Baddo, de condición plebeya, estaba unida a Recaredo desde tiempo atrás por una relación de concubinato estable. Baddo, entonces, sería la madre de Liuva.

Los francos, parientes y aliados de Hermenegildo, deseando expulsar a los visigodos de las Galias, decidieron atacar la Septimania. Gontran (Gonth-Hram, ‘fuerte en la batalla’) de acuerdo con Childeberto (Hilde-bert, ‘pasmoso en el combate’) tomó a su cargo esta expedición. Dividió a su Ejército en dos cuerpos e invadió la Septimania por ambos extremos, llegando uno a Nimes y el otro a Carcasona. Esta última ciudad le abrió las puertas, pero la brutalidad con que los francos trataban a la población hizo que ésta se sublevara, expulsara a los invasores y matara a su Jefe Terenciolo, exponiendo su cabeza clavada en una pica sobre la muralla. Leovigildo había ordenado a su hijo Recaredo para que se dirigiera a las Galias a contener a los francos. Ante la noticia de la proximidad de Recaredo, los francos levantaron el sitio de Nimes y se retiraron, pero como antes devastaron el país que ahora tenían que atravesar, muchos murieron de hambre y necesidad. Recaredo penetró en territorio franco tomando varias fortalezas.

El ascenso de Recaredo al Trono se hizo pacíficamente, quizá porque la dureza con que Leovigildo trató a la levantisca nobleza desanimó a los posibles candidatos, pero también porque su actuación militar en la Galia fue eficaz y se le consideraba un candidato idóneo. No transcurrieron diez meses de su coronación cuando Recaredo se convirtió al catolicismo. Antes de hacer pública esta decisión hizo el Monarca numerosas consultas, tanto con los más altos responsables de ambas tendencias religiosas como con los círculos dirigentes de la nobleza visigoda, tratando de ganarse para su causa al mayor número posible de personas pactando con unos y haciendo concesiones a los otros. Incluso tuvo que pactar con la poderosa Godesvinta, esposa primero de Atanagildo y de Leovigildo después, reconociéndola como su propia madre; tal era el poder de esta dama, que debía sobrepasar los 60 años. A pesar de este pacto, Godesvinta olvidó su actitud de complacencia inicial y se mezcló en las intentonas subversivas para derrocar a Recaredo. Es muy posible que éste, para llevar a cabo su política de conversión al catolicismo, tuviera que desprenderse de las personas que durante el Reinado de su padre se comprometieron con una política anticatólica. Un indicio de esta actitud fue la ejecución sumaria de Sisberto, el verdugo de Hermenegildo. A juzgar por las actas de III Concilio de Toledo en 589, parece que Recaredo consiguió un notable éxito. Pero antes tuvo que hacer frente a más de un conflicto producido por el descontento de un sector de la nobleza visigoda.

El primer conflicto estalló en Mérida, donde los conjurados arrianos y algunos católicos urdieron un plan para asesinar al duque Claudio, Gobernador de la Lusitania, y al metropolitano católico Massona, personas claves en la política diseñada por Recaredo. Los conjurados, que contaban con el Obispo de Mérida, el arriano Sunna, como elemento aglutinador, proyectaban destituir a Recaredo y nombrar Rey a Segga. Pero la traición de otro de los conjurados, Witerico – que llegaría a ser Rey -, puso al descubierto toda la trama. La trama fue rápidamente abortada: Sunna fue deportado el Norte de África y Segga fue desterrado a Galicia después de que le cortaran las manos, mientras que el delator Witerico fue recompensado. La poderosa viuda de Leovigildo, Godesvinta, tramó con Uldila, Obispo arriano de Toledo, una conjura contra Recaredo, que fue rápidamente neutralizada con el destierro de Uldila y la oportuna muerte de Godesvinta, en condiciones que aún no han sido suficientemente aclaradas.

Otro intento se produjo a finales del 588, en la Septimania. Gontran, el Rey franco de Borgoña, apoyaba la rebelión encabezada por Athaloc, Obispo arriano de Narbona, y por los nobles Granista y Wildigerno. Recaredo envió a la Septimania al fiel duque Claudio, que obtuvo una aplastante victoria sobre el Ejército de Gontran: 5.000 cadáveres francos quedaron en las orillas del río Aude, cerca de Carcasona, y 2.000 fueron hechos prisioneros. Lo que Gontran buscaba al invadir de nuevo la Septimania estaba muy lejos de cualquier sentimiento religioso, puesto que él era católico, sólo le movía el afán de botín y apoderarse de las posesiones de los visigodos. Isidoro de Sevilla, que entonces era muy joven, dejó escrito: “Ninguna victoria de los godos de España fue nunca mayor, ni siquiera igual a ésta”. La rebelión de la Septimania quedó totalmente aplastada.

En el III Concilio de Toledo, celebrado el cuatro de mayo de 589, Recaredo fue aclamado por los poderes conciliares como orthodoxus rex, quedando dotada la Monarquía del soplo sacro. El mismo Concilio puso un exquisito cuidado en correr un tupido velo sobre la reciente tragedia que había sacudido a la Monarquía visigoda, omitiendo cualquier referencia, condenatoria o laudatoria, sobre Leovigildo o Hermenegildo. Ni siquiera Leandro de Sevilla, catequista de Hermenegildo y embajador de su causa ante Bizancio, tuvo una palabra de recuerdo en la vibrante homilía que pronunció. Era evidente que razones de alta política impedían evocar el nombre de Hermenegildo. Una nube de incienso se derramó sobre el Monarca. Recaredo fue presentado por el Concilio como el hombre nuevo que condujo a su pueblo por la senda del catolicismo, no siendo el continuador de nada ni de nadie, sino el iniciador. Una de las consecuencias del Concilio fue la compenetración entre el Estado y la Iglesia, que trajo consigo un reforzamiento del clero haciéndole receptor de unos enormes beneficios, lo que en última instancia fue el origen de la debilidad estructural de la Monarquía visigoda.

Pese a las acciones de castigo que llevó a cabo Leovigildo contra los vascones, Recaredo se vio obligado a emprender nuevas operaciones bélicas contra ellos. En cuanto a los bizantinos, que consiguieron extender ligeramente sus posesiones territoriales, Recaredo intentó mantener un status quo, que contrario a la política que llevó su padre, mediante un arreglo político con Bizancio y utilizando la mediación del Papa San Gregorio Magno. En el 590, Recaredo se vio nuevamente obligado a abortar una conjura encabezada por el noble Argimundo, que aspiraba a ceñir la Corona. Descubierta la trama, Argimundo fue sometido a la calvicie y a la amputación de su mano derecha, siendo paseado sobre un jumento de esta ignominiosa guisa por las calles de Toledo y sirviendo de escarnio al pueblo, después de lo cual fue condenado a muerte junto con sus cómplices.

Recaredo falleció en Toledo, de muerte natural, en diciembre del 601, después de una intensa labor para imponer el catolicismo, incluyendo la sistemática quema de libros arrianos, tarea en la que tuvo un gran éxito, ya que no nos han llegado ningún texto visigodo o arriano. Le sucedió en el Trono su hijo Liuva II.

Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es

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Bibliografía
RÍOS MAZCARELLE, Manuel. Diccionario de los Reyes de España.

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