Revista Cultura y Ocio

Recuperación de la cultura clásica occidental

Por Ilustrado
Una de las grandes contribuciones que España ha realizado para el desarrollo de la cultura y pensamiento Occidental fue la recuperación de la cultura clásica durante la Edad Media. Los momentos de mayor esplendor de este movimiento se efectuaron mediante las aportaciones de san Isidoro de Sevilla o Alfonso X el Sabio, la Córdoba de Abderramán III y Al-Haham II, la cultura hispano-judía, y las escuelas de traductores de textos clásicos, especialmente la de Toledo.
Hubo un momento en la Historia de Occidente en el cual la Cultura Clásica corrió peligro de desaparecer. Durante la caída del Imperio romano, buena parte de esa sabiduría grecolatina fue llevada a Siria por monofisitas y nestorianos (herejes) y traducida al siríaco. Siglos más tarde se convertiría al árabe, siendo extendida a los territorios por los que se expandía el islamismo.
En el siglo XII llega a Occidente y en este retorno tendrán gran importancia Sicilia, y los reinos Hispánicos. Así llegó toda la cultura grecolatina a las grandes bibliotecas califales de Córdoba, y de las principales ciudades de Al-Ándalus, en especial la de Toledo. En estas ciudades se reunieron los más grandes sabios intérpretes y traductores de las obras fundamentales, griegas y latinas, que sentó las bases de la cultura de Occidente.


RECUPERACIÓN DE LA CULTURA CLÁSICA OCCIDENTAL

SAN ISIDORO DE SEVILLA

 Durante el reino Hispano-visigodo comenzó a aparecer un resurgimiento cultural dirigido por la figura erudita de san Isidoro de Sevilla y de su hermano san Leandro. Isidoro de Sevilla se convirtió en el principal promotor de la recuperación de la cultura clásica que se estaba perdiendo en Europa, fomentando el desarrollo de las artes liberales, del derecho y de las ciencias.
Fue reconocido como el hombre más sabio de su época que transcurrió entre finales del siglo VI y principios del VII,  un puente entre la Edad Antigua que terminaba y la Edad Media que comenzaba. De gran influencia en Europa, fue muy leído durante la Edad Media y el Renacimiento, hasta el punto de ser llamado el Maestro de la Europa Medieval.
La principal contribución de Isidoro para la recuperación de la cultura clásica fueron sus Etimologías, escritas hacia el año 634. Fueron la mejor recopilación del saber de su tiempo, que reunía los principales resultados de la ciencia de la época, siendo uno de los textos clásicos hasta mediados del siglo XVI. La pretensión universal de sus Etimologías las convierte en la gran enciclopedia de la época y el gran precedente cristiano y medieval de la anticristiana y moderna enciclopedia que surgió en la Ilustración por D´Alambert y Diderot.
Otra de las grandes contribuciones para salvar en lo posible el patrimonio de la cultura helénica y romana fue el desarrollo de una Biblioteca y de una Escuela, que serán más adelante enraizadas en la obra imperial de Carlomagno.
Su sistema educativo era abierto y progresista, propuso un sistema que abarca todas las ramas del saber humano. La Escuela dividía todo el saber humano en las siete artes liberales: el Trivium (gramática, retórica y dialéctica), y el Quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). También se ocupó de otras disciplinas como medicina, derecho, lingüística, geografía, agricultura, tradiciones, etc. El método de enseñanza consistía en dar lectura a un texto para comentarlo después; de ahí viene la costumbre que aún se practica de llamar lecciónal método de enseñanza.
La primera Biblioteca no es más que un armario para guardar Biblias. En la de Isidoro de Sevilla, figuraban abundantes ejemplares de autores romanos así como de los padres de la Iglesia.
Isidoro previó que la unidad religiosa y un sistema educativo amplio, podían unificar los elementos heterogéneos que amenazaba desintegrar el reino Hispano-visigodo, por lo que gran parte del país se convirtió en un centro de cultura, mientras que el resto de Europa se hundía en la barbarie.
El Renacimiento cultural que efectuó la Corte de Carlomagno estuvo fuertemente influenciado por las escuelas visigóticas isidorianas a través de los hispano-godos que huyeron al norte de los Pirineos tras la invasión islámica. Entre aquellos isidorianos estaban Teodulfo, poeta y obispo de Orleans, Agobardo, obispo de Lyon, Claudio de Turín, el mejor intérprete de las Sagradas Escrituras y Prudencio Galindo, filósofo y obispo de Troyes.

RECUPERACIÓN DE LA CULTURA CLÁSICA OCCIDENTAL

GRAN MEZQUITA DE CÓRDOBA


La enorme labor científica efectuada por los orientales pudo haber llegado al Occidente europeo gracias a España, y también a Italia, que hicieron de puentes culturales entre Oriente y Occidente. En contraste con la decadencia por la que pasaban la cultura de Europa con los últimos carolingios, en la España islámica Abderramán III fomentó las ciencias, las letras y las artes, creando el ambiente propicio para los estudiosos. Su sucesor, Al-Hakam II, organizó una biblioteca de más de cuatrocientos mil volúmenes, trayendo a sus dependencias todas las novedades literarias de Oriente. Este ejemplo sería seguido por muchos reyes de Taifas.
En Córdoba convivían mozárabes (cristianos en dominios islámicos) que seguían manteniendo su fe y su culto. En esta ciudad había entonces seis iglesias, dos monasterios a las afueras y seis pequeños conventos en la sierra. En cada iglesia había una escuela y en cada escuela una biblioteca, donde se mantenía la cultura salvada siglos antes por san Isidoro de Sevilla. Aquellos cordobeses no sólo iban a transmitir a las generaciones futuras la herencia de san Isidoro de Sevilla, sino a descubrir y canalizar las culturas orientales clásicas, en trances de desaparecer.
Todos los obispos y sacerdotes cordobeses aprovecharon sus viajes para enriquecer las bibliotecas de sus iglesias y sus conventos de obras famosas de autores profanos. San Eulogio llevó a Córdoba códices antiguos, en los que estaban recogidos los textos de la Eneida de Virgilio, las Sátiras de Horacio y de Juvenal, los opúsculos de Porfirio, las fábulas de Aviceno, la Ciudad de Dios de san Agustín,…
Todas las ciencias religiosas y profanas fueron estudiadas, sus textos recogidos y dispuestos para ser tratados por los sabios cordobeses. Los mozárabes sirvieron de puente entre la civilización musulmana y la cristiana, colaborando con árabes y judíos en la traducción del arábigo al latín de los textos de la cultura, ciencia y filosofía orientales y clásicas.
Los judíos también tuvieron un papel importante en el desarrollo cultural hispánico, estableciendo sus academias en Córdoba durante en la primera mitad del siglo X. Aquellas escuelas hicieron de la bella capital del Califato el centro mundial de la cultura rabínica, dando a la historia de la erudición humana nombres de la importancia de Avicebron, Jehudá Haleví y Maimonides, escritores universales, que influyeron en la difusión del pensamiento aristotélico, aunque mezclándolo con ideas de base neoplatónica.


RECUPERACIÓN DE LA CULTURA CLÁSICA OCCIDENTAL

MAIMONIDES

RECUPERACIÓN DE LA CULTURA CLÁSICA OCCIDENTAL

AVERROES


  
Difusores del pensamiento de Aristóteles fueron los hispano-musulmanes Avicena y, sobre todo, Averroes. Muchas de las tesis de Averroes tuvieron especial incidencia en Occidente, como en el caso de las doctrinas sobre la eternidad del mundo y la doble verdad, que están en la base de la grave polémica que sacudió a la universidad parisina con el nombre de averroísmo latino.
La cultura hispano-hebrea fuertemente influida por la musulmana alcanzó su madurez en los reinos de taifas, que acogen a los judíos como administradores e incluso promueven sus manifestaciones culturales en ciudades como Granada, zaragoza, valencia, Denia o Badajoz. Tras la invasión de los almorávides, estos se refugiaron en los reinos cristianos hispánicos.
Los estudios gramaticales y filológicos realizados durante el Califato de Córdoba permitieron conocer las leyes de la gramática y filología hebrea y contribuyeron a la depuración del hebreo literario. Traducidos al latín, fueron la fuente en la que aprendieron el hebreo los hombres del Renacimiento. Entre aquellos traductores judío-hispánicos destacan los nombres de Mose b. Ezra a quien se atribuye una de las reglas de oro de la traducción: fijarse en el sentido y no traducir literalmente, ya que las lenguas no tienen una única sintaxis; Mose Sefardí, convertido al cristianismo y conocido como Pedro Alfonso, fue el primer difusor de la astronomía y matemática árabe, redactó en latín la Disciplina clericalis, colección de apólogos de origen oriental que tendrían una gran difusión en toda Europa y lograría la llegada de numerosos europeos a la Península para ponerse en contacto con estas ciencias; Abraham b. Ezra de Tudela difundió los conocimientos hispanoárabes por varias ciudades de Europa, redactando numerosas obras de tema filosófico, gramatical, matemático y astronómico en hebreo y en latín; Yehudá b. Tibbon es conocido como el Padre de los Traductores gracias a su labor y a la de sus hijos que tradujeron obras filosóficas, gramaticales y religiosas.
El monasterio de Santa María de Ripoll dejó constancia de las primeras traducciones científicas del árabe al latín a mediados del siglo X. Un célebre manuscrito procedente de allí, el tratado de Al-Kwarizmi, adelantó más de un siglo la aparición de traductores de árabe en la Península. Dicho manuscrito versa, principalmente, sobre matemáticas y astronomía y el correspondiente instrumental, y fue identificado y estudiado por Millás. Su aportación más destacable fue la introducción en Europa del cero, el infinito, y los guarismos que sustituirían a los números romanos. El futuro Papa Calixto II, Gerberto de Aurillac, viajó hasta España para adueñarse del texto y exportarlo a toda Europa.

RECUPERACIÓN DE LA CULTURA CLÁSICA OCCIDENTAL

CENTRO HISTÓRICO DE TOLEDO

La ciudad de Toledo, antigua capital de reino Hispano-visigodo, experimentó un floreciente esplendor cultural que comenzó con la conquista de la ciudad en 1085, por Alfonso VI, y culminó en la hermosura intelectual del reinado de Alfonso X el Sabio. En la “Ciudad de las tres Culturas” se reunieron sabios y estudiosos tanto de Europa como de Oriente: moros, judíos y cristianos; y las obras de los grandes filósofos griegos y latinos, árabes y judíos, fueron lanzadas hacia Europa, donde eran desconocidas.
Fue un momento estelar en la Historia de la cultura española, y europea también. Las escuelas traductoras de Toledo alcanzaron fama europea, fueron cuna de la cultura de Occidente y transmisoras de las culturas clásicas y orientales, aunque no se llegó a organizar una auténtica escuela o cuerpo de traductores permanentes.
Toledo conservaba un gran número de obras en poder de refugiados mozárabes y judíos cultos que fueron expulsados por almorávides y almohades, mérito al que hay que añadir la voluntad de los reyes castellanos y obispos toledanos en estimular las traducciones. Allí judíos y mozárabes, conocedores de varios idiomas, traducían de originales en árabe o hebreo al latín o al romance castellano vulgar, sin interpretaciones o contextualizaciones. Posteriormente, estas traducciones se fueron poniendo a disposición de otros eruditos más capacitados para corregir el manuscrito, dándole una redacción más elegante y ajustada a la preceptiva literaria. Estos correctores ponían el libro en lo que se llama latín escolástico, es decir, latín culto, un idioma universal, preciso para que la obra fuese conocida en todo Occidente. Por ese procedimiento tradujeron obras de filosofía y científicas (medicina, álgebra, astronomía, astrología y alquimia).
Durante la segunda mitad del siglo XII, Domingo Gundisalvo y su colaborador Juan Hispano dirigieron la Escuela de Traductores de Toledo, que adquirió fama internacional, incorporándose el arabista italiano Gererdo de Cremona, los ingleses Daniel de Morlay, Alejandro Neckham y Alfredo de Sareshel, y otros como Abelardo de Bath o Rétines.
Las traducciones continuaron hasta finales de este siglo y comienzos del XIII gracias a la labor de Marcos de Toledo, Rodolfo de Brujas, el italiano Platón de Tívoli, o el escocés Miguel Scoto.
El filósofo segoviano Domingo Gundisalvo fue discípulo de Juan Hispano y del médico Ibrahim ibn Dawud. Juan Hispano le enseñó árabe, por lo que tradujo la Metafísica de Avicena, De anima de Avicena, Fons vitae de Ibn Gabirol, De intellectu de Alkindi, Liber de scientiis de Alfarabi, Las tendencias o las opiniones de los filósofos de Algaceletc: siempre en colaboración con Juan Hispano, que traducía del árabe al castellano, y Gundisalvo del castellano al latín. Fue el primer pensador occidental que sufrió la influencia de escritos árabes, y agente decisivo en la incorporación de estos escritos al mundo latino. Sus escritos principales son De divisione philosophiae, De inmortalitate animae, De processione mundi, De unitate et uno y De anima.
El maestro Juan Hispano o Hispalense fue un judío converso, de nombre Ibn Däwüd. Fue autor de más de treinta y siete traducciones y obras originales. Compuso un Tractatus de anima, el Liber de causis, el Liber de causis primis et secundis, una física y una metafísica. Las doctrinas de Avicena constituyeron el fondo de su doctrina.


RECUPERACIÓN DE LA CULTURA CLÁSICA OCCIDENTAL

ALFONSO X EL SABIO


Según Marcelino Menéndez y Pelayo: “la empresa de transmitir al mundo latino la ciencia oriental fue continuada con mayores bríos y espíritu por nuestro rey Alfonso X el Sabio, a quien se debe la primera aplicación de las lenguas vulgares a asuntos científicos”.
Años más tarde, durante el último tercio del siglo XIII el rey Alfonso X el Sabio impulsó una intensa actividad cultural, no había disciplina que no le interesara (las ciencias, la historia, el derecho, la literatura); él mismo dirigió las traducciones y revisaba su trabajo. Toledo había alcanzado uno de los periodos de mayor esplendor, convirtiéndose en la capital europea de la cultura
 Se trasladaron allí los restos de la biblioteca de Al-Hakam II, cuyos fondos fueron traducidos. Para entonces, no sólo se traducía al latín sino de manera definitiva también al castellano y al francés. Y no sólo se recopilaba y se copiaba, sino que también se creaba mucha obra original en todas las materias (medicina, filosofía, cosmografía, etc.). Un ejemplo eminente es el Libro de las Tablas Alfonsíes. Alfonso X había mandado instalar un observatorio astronómico en el castillo toledano de San Salvador; a partir de las observaciones realizadas, se calcularon esas Tablas Alfonsíes, un completo tratado de Astronomía que todavía tres siglos más tarde admiraría Copérnico.

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