Revista Política

Redes Sociales y sus límites

Publicado el 28 abril 2014 por Fabio Expósito Rodríguez @FabioExposito
Todavía recuerdo cuando me creé mi primera cuenta de Messenger, acababa de cumplir diecisiete años y no tenía ni siquiera Internet en mi casa. Casi una década más tarde me parece inconcebible pasar un solo día sin consultar mis redes sociales. Y no por obligación sino porque quiero, porque me gusta y me siento cómodo en este mundo virtual (que no lo es tanto). Pero no voy a hablar sobre qué nos induce a utilizar esta nueva forma de socializarnos, sino sobre cuando nos pasamos de la raya. Así pues, en mi contacto diario con diferentes tipos de contactos en redes, principalmente en Facebook, he identificado dos grupos de riesgo que tienden a saltarse los límites. 
Por un lado están los más jóvenes, los reconocidos como nativos digitales que desde bien pequeños han tenido acceso a todo tipo de tecnología. Su problema es que en el paso de la adolescencia a la edad adulta, en la que muchos se encuentran ahora, las redes sociales están ocupando un lugar fundamental. Ya no están sometidos únicamente a las presiones en el cara a cara diario, los móviles y el ordenador son también ahora otra forma de ser guay. El resultado es que líderes y seguidores adolescentes utilizan Internet para posicionarse socialmente, sin comprender ni establecer límite alguno al respecto.
Redes Sociales y sus límites
En otro flanco opuesto están esas personas con una edad superior a los cuarenta años, que como han podido se han adaptado a la tecnología que ahora lo domina todo. En este caso existen muchísimos tipos de comportamientos, pero a la mayoría les une un mal común, no tienen filtro. Su problema surge de la adaptación a un lenguaje (moldeado por jóvenes) que nadie les ha enseñado a utilizar. Sucede como cuando alguien aprende el idioma de otro país a fuerza de hablarlo pero sin conocer las reglas gramaticales, se les entiende pero no es lo mismo (vergüenza ajena).
Redes Sociales y sus límites
Aunque evidentemente el resto de franjas de edades también somos culpables de excedernos en ocasiones con los contenidos que compartimos (y yo el primero). Somos seres sociales, y aunque aparentemente rehusemos del contacto físico más que hace diez años, nos sigue encantando eso de presumir. ¿Qué pasa si nos dedicamos a vociferar lo bien que nos lo pasamos de vacaciones a miles de kilómetros de nuestra casa? Quizás haya alguien que lo vea y decida probar suerte donde quizás antes no lo hubiera intentado. Por supuesto que podemos cruzarnos con "gente de mal" en cualquier momento de nuestras vidas, pero compartiendo según que cosas ayudamos a que los golpes sean mucho más certeros.
Mi consejo es bastante sencillo, antes de publicar o compartir lo que sea deberíamos preguntarnos a nosotros mismos ¿qué voy a ganar con ello? ¿qué coste me va a conllevar? ¿merece la pena ese coste?. Y por supuesto, sobre todo en Twitter, antes de darle al botón de publicar, respirar hondo varias veces y nunca hablar desde el enfado.
PD: La babosería entre enamorados en Facebook debería estar prohibida por ley, me duelen los ojos

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