Refugio o cobardía

Observe usted a quienes llegan como refugiados a Europa. El ochenta por ciento son hombres jóvenes solos que dicen huir de otros jóvenes que hacen la yihad en Siria e Irak.

Todo ser humano tiene derecho a amedrentarse ante la muerte. Pero la humanidad desaparecería si sus jóvenes fueras cobardes, abúlicos, incapaces de enfrentarse bravamente a las hostilidades geográficas, climáticas, humanas o ideológicas que les impiden vivir dignamente.

Las casas se construyen para protegerse del clima hostil y de los animales. Los fuertes y castillos, contra los invasores, las armas para luchar contra quienes agreden a los tuyos.

Históricamente los hombres defendieron a su familia. Incluso un dictador protege al pueblo del enemigo exterior.

Pero estos jóvenes huyen dejando atrás, sin defensa, a sus madres, mujeres, hijas y hermanas, presentes y futuras esclavas sexuales prostituidas por los yihadistas.

Goya pintó La carga de los mamelucos del dos de mayo. Muestra a soldados musulmanes, los Mamelucos de Napoleón, atacados por masas de jóvenes madrileños que se habían levantado contra el invasor francés.

Ahora es el Ejército y el Estado Islamicos, el Daesh, el propio dictador Assad al-Assad, no importa quién, pero esos cientos de miles de hombres jóvenes, que debían luchar en su tierra, huyen cobardemente, desertan de una guerra cuyas víctimas son sus madres, esposas, hijas y hermanas. ¿O no es eso?

Fueron educados para revivir la valentía medieval de los conquistadores musulmanes, como enseñan sus libros de Historia.

Pero llegan a Alemania aparentemente sin honor caballeresco, con su cobardía incrementada, en teoría, y egoístamente tras la idea de que durante al menos tres años cobrarán subsidios. ¿O persiguen otra cosa?

En Europa hubo pueblos de valientes cuyos descendientes son cobardes, como parecen estos refugiados que quizás se despierten pronto como gallos dominantes en el pancista gallinero continental.

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SALAS