Revista Historia

Regularidad y Universalidad masónica. Una aproximación

Por Vguerra
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cierto es que el concepto de «regularidad» supone cuando menos y de antemano para buena parte de los masones del orbe mundial el canto rodado del camino, ese en el que todos tropezamos alguna vez; pues supone de una u otra forma que pese a los reconocimientos que como masones nos debemos unos con respecto a los otros en lo individual, sin embargo nos encontramos que en muchas ocasiones no podemos trabajar juntos en lo institucional u obediencial debido a esa concepciones al uso de «regularidad» e «irregular» Esta noción de la «regularidad» es digamos unidireccional, en tanto que deviene en base a los edictos que emanan de una determinada entidad masónica, que parte de los presupuestos de considerar como medida patrón de la regularidad, lo siguiente:

  • · La legitimidad de origen
  • · El respeto a las Antiguas Reglas.
  • · Reconocimiento
  • · Exclusividad territorial
Esto es lo que ha conllevado a que se acuñe como definitorio, que aquellos que nos estén en línea con la medida «patrón», sean considerados algo así como los «Hermanos Separados». Lo cierto es que la masonería tiene interesantes e importantes proclamas tendentes a querer alcanzar tanto la fraternidad como la universalidad; lo cual paradójicamente choca de frente con ciertos sofismas nacidos generalmente en el seno de las Antiguas Tradiciones en cuyas fuentes beben aquellas organizaciones masónicas que proclaman ser Obediencias Regulares, por el hecho de estar legitimadas mediante ese extraño concepto y proceso de la «regularidad» emanante de la GLUI. Se debe exponer que en lo filosófico dichas organizaciones se desarrollan más bien en el concepto de un cierto «paternitas» medieval, y ejemplifican su acción mediante el ejercicio de la caridad, que se nuclea a través de su diversa identidad religiosa más que a otros conceptos de carácter más universalista o racionalista que tienen más fácil acomodación en otro tipo de organizaciones con sede en el Continente y que se enraízan más bien en el mundo de la Razón. Esto último digamos que está más bien instalado en las masonerías y Obediencias alejadas de la Traditio, las cuales se embarcan con mejor o peor fortuna, en lo que supuso la fundación de la masonería de 1717, o sea el renacimiento de la masonería moderna. La nueva creación masónica de 1717 fue ante todo un proyecto de renovación sobre los pilares de una cierta razón universalista que al pasar por el crisol de Las Luces terminó acuñando como resultado conceptos más modernos y contemporáneos, como el avance que supuso pasar de ser considerados vasallos a la condición de ciudadanos, o la que devino de la caridad a la «fraternidad»; o de la «universalidad» un tanto confesional del Centro de Unión andorsiano al Centro de la Unidad más contemporáneo. Por tanto la famosa querella de los «antiguos y los modernos» cobra desde esta visión mucho más sentido; sobre manera en el plano de que el nacimiento de 1717 resultó ser un choque cultural masónico de primera magnitud. Por lo cual podemos decir que la fundación de 1717, no fue un proyecto de transición de una masonería operativa a una masonería especulativa, sino muy al contrario significó el rompimiento con la traditio de un mundo anclado en los «Centros de Unión» medievales, donde la religión protestante tenía todo un peso social y confesional de primera magnitud y cuya plasmación tanto organizativa como conceptual se plasmó en la fundación y quehacer de las logias, tal y como se puede ver en muy diferentes referencias, en lo institucional, en lo Obedencial y como no, en lo ritual. En este último caso las diferencias conceptuales entre lo «antiguo» y lo «moderno» las obtenemos al comparar los viejos catecismos y divulgaciones y los distintos rituales que la historia nos ha ido legando a los largo de todos estos siglos. Tal vez para comprender la verdadera dimensión de todo esto haya que revisar nuestro propia observación de la historia masónica, para verla de otra forma y bajo otro prisma, fuera, como no, de los contextos tópicos e historicistas tan al uso. Por cual será necesario para entender el fenómeno de la eclosión de 1717, verlo y examinarlo como el fruto de una auténtica ruptura, como la quema de naves por parte de las logias que secundaron a Desaguliers a Payne, o a Sayer en el proceso de modernización en el que se embarcaron estos Hermanos en 1717. Su nacimiento se tradujo en un objetivo cuasi único y es el que no hubiera para ello punto de retorno; tal vez desde esta perspectiva se pueda entender la comentada quema de textos rituales por parte del pastor Anderson; personalmente soy de la creencia que Desaguliers, tenía muy claras las ideas al respecto de la obra en la que estaba embarcado, y como tal, lo dejó plasmado al redactar los Reglamentos de las Constituciones de Anderson, intentando crear dentro de la componente religiosa y confesional que asolaba a las logias y a los propios masones ingleses del siglo XVIII, un espacio neutral, un hueco para la Razón, espacio ideal para aquellos que no querían estar bajo el yugo de la confesionalidad y confesionalización individual y logial de aquellos momentos de tener que expresarse en función de sus creencias intimas y personales. El respeto a las creencias religiosas e íntimas en el ámbito masónico será producto del crisol que supuso Les Lamieres en suelo francés.   Sin embargo el pastor Anderson, más dubitativo y menos planificador, pivotaba entre un cierto conformismo asentado sobre dos orillas, por un lado su querencia e inclinación hacia la vieja tradición noaquita y los distingos heráldicas con que premió a la naciente masonería, y que retrató con toda la magnificencia en su introducción en las llamadas Constituciones, con la intención de mantener cierto cordón umbilical con los Antiguos Deberes.   Sin embargo su otro pie alcanzaba la otra orilla gracias al empuje de sus otros compañeros imbuidos del espíritu modernizador de la Royal Society, impregnados de un universalismo en cuyo atanor racionalista que se irá cociendo con los años se van nucleando singulares conceptos como los que adornan a la masonería: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Conceptos que no tenían cabida en el mundo medieval del «fraternitas» operativo, de cuyas bases conceptuales en buena medida beben los «Antiguos» con Dermott como cabeza de puente en ese primigenio retorno a la Tradición y con el forzamiento a posteriori de los cambios habidos en las Constituciones de Anderson, amparando el deseado confesionalismo de los masones, que paradójicamente va poner de manifiesto Dermott con la publicación de su Ahiman Rezón , y ya de un modo más definitivo y definitorio con la creación de la Gran Logia Unida de Inglaterra, lo cual sellará para la eternidad la dicotomía entre ambas corrientes masónicas, la llamada «regular» y la denominada «liberal» y más despectivamente por algunos como co-masonería, o entre la mal llamada masonería «espiritualista» y la «social» o la masonería de Tradición y la Moderna.   Esta corriente masónica nacida en el marco de la Traditio, y reflotada de la mano de Dermott, y sobre manera, cuando se rompe con la lógica de las guerras de religión y se deshace la melé confesional, abriendo otras posibilidades de inclusión en la masonería fuera del confesionalismo religioso, pese a la presión mediática de llevar adelante las diversas modificaciones de los textos andorsianos, más pegadas a la Traditio y por supuesto menos agnósticas, va suponer la creación como ente ganador de una guerra de conveniencias y socioeconómica, pese a las apariencias religiosas, y con ello marcar un patrón de conducta, un reglamento de relaciones sujeto al tan cerrado concepto de la «regularidad».   Proceso que se culmina con el «Act o Union» de 1813, constituyéndose de este modo una masonería enraizada en un fuerte sentido de interiorización, y en una prepotente confesionalidad ritual, cuyo desarrollo desemboca en una cultura del «Espíritu» cuya idea central va a ser ocupada por el Gran Arquitecto del Universo (GADU) fuera de contextos neutros o de connivencia. Lo cual lleva a este tipo de masonerías a inscribirse en una lógica cerrada en la cual el Espíritu lo es todo, aunque luego veamos que un Diputado Gran Maestro de la GLUI a finales del año 2011[1] nos indique que «la francmasonería no se ocupa ciertamente de la espiritualidad»; aún que tal y como nos indica un buen conocedor de la masonería inglesa como es el ex- Gran Maestro del GODF Alain Bauer en su trabajo La Crise du Contenu, dentro del libro de Les Promesses de L´Aube: «la masonería (regular no tiene otra ambición que hacer buenos ciudadanos, buenos padres de familia y buenos maridos» Para poder ver estos cambios del tender puentes hacia ese confesionalismo masónico del que vengo escribiendo es bueno referirse a las viejas Constituciones de Anderson y sus respectivas modificaciones: Arti. 1 (1723) Un Masón está obligado por su título a obedecer la Ley moral y si comprende bien el Arte, no será jamás un ateo estúpido, ni un libertino irreligioso. Sin embargo, en los tiempos antiguos los Masones fueron inducidos en cada país a pertenecer a la religión de ese País o de aquella Nación, cualquiera fuese, no obstante, se le considera ahora como aceptable de someterlo a la Religión que todos los hombres aceptan, dejando a cada uno su particular opinión, y que consiste en ser hombres buenos y leales u hombres de honor y de probidad, cualesquiera fuesen las denominaciones o creencias que pudiesen distinguirlos; de este modo, la Masonería deviene el centro de unión y el medio de anudar una verdadera amistad entre personas que hubiesen debido permanecer perpetuamente alejadas entre sí   Arti.1 (1738) Un masón está obligado por su título obedecer a la ley moral en tanto que verdadero noaquita y si comprende bien la profesión, él no será nunca un ateo estúpido, ni un libertino irreligioso ni actuará en contra de su conciencia. En los tiempos antiguos, los masones cristianos eran llamados a actuar de acuerdo con las costumbres cristianas de cada país donde ellos viajaban. Pero la masonería existente en todas las naciones, aun de religiones diversas, lleva a que los masones adhieran a la religión según la cual todos los hombres están de acuerdo (dejando a cada hermano sus propias opiniones), es decir, ser hombres de bien y leales, hombres de honor y de probidad, cualesquiera sean los nombres, religiones o confesiones que ayuden a distinguirlos: pues todos se articulan sobre los tres artículos de Noé suficientes para preservar el fundamento de la Logia. De este modo la Masonería es el centro de la unión y el feliz medio de unir a las personas, quienes, de otro modo, habrían permanecido perpetuamente desconocidas entre sí.
Arti. (1813) En lo que respecta a Dios y la Religión: un masón está obligado, por su título, a obedecer la ley moral y si comprende bien el Arte, él no será jamás un ateo estúpido ni un libertino irreligioso. De todos los hombres, él debe comprender mejor que Dios ve de otra manera que el hombre, pues el hombre ve la apariencia externa, en tanto que Dios ve el corazón. Un masón está, en consecuencia, restringido a no actuar nunca en contra de los mandatos de su conciencia. Cualquiera sea la religión del hombre o su manera de adorar, no está excluido del Orden, considerando que el cree en el glorioso arquitecto del cielo y de la tierra y que él practica los deberes sagrados de la moral. Los masones se unen a los hombres virtuosos de todas las creencias en el lazo sólido y agradable del amor fraternal, que les enseña a ver los errores de la humanidad con compasión y a esforzarse por la pureza de su propia conducta, de demostrar la alta superioridad de la fe particular que ellos profesen
Leyendo atentamente los textos andorsianos y siendo un punto atrevidos se podría concluir que estamos hablando de un francmasonería que se constituye como una nueva mística occidental, con independencia de que siempre se hace un gran esfuerzo en remarcar la cuestión de que la masonería no es una religión, lo cual no niega que vista la cuestión desde una perspectiva moderna, percibamos a día de hoy esta Masonería de Tradición que se podrá calificar como de una cierta mística masónica, que al fin y al cabo, es como se presenta este tipo de masonería, como una mística del Espíritu, entendido esto desde esa parcialidad neoconfesional que deja fuera a tantos otros hermanos.   Tomando como punto de partida la filosofía de los «Antiguos» se ha ido desarrollando una masonería basada en un triángulo que vertebra de arriba abajo a la “regularidad” y cuyos tres vértices son el Gran Arquitecto del Universo, el Espíritu y la Tradición, y los adheridos a esta masonería se constituyen a modo de una gran élite masónica, podríamos decir que conforman una aristocracia místico- iniciática en base a ese protocolo que se desarrolla en el unilateral marco de la «regularidad». Ese gran triángulo de esencias, tangibles e intangibles, se construyen en el determinado espacio sostenido por varios vértices que lo constituyen, por un lado “Espíritu y por otro el Conocimiento” y un tercer pilar que lo representa la Iniciación, lo cual conforma la filosofía masónica regular, que tiene su mayor expresión en un espacio, en una palabra y un tiempo, basados en un acierta sacralidad y confesionalidad. Un tiempo, y una palabra que se desarrollan en un espacio sagrado que compondría en epicentro de estos tres vértices: el Templo, diseñado por David, dirigido por Salomón y que reconstruirá de forma figurada a modo de parábola para la masonería el Maestro Hiram, y cuyos referentes míticos se van a encontrar en la Biblia, tanto en la Crónica de los Reyes, como en el Evangelio esotérico de San Juan, construyendo de este modo un arquetipo en enlaza muy bien con la Traditio, y tras cuyo recorrido conformará el gran atanor alquímico que es lo que constituye la «regularidad»
Todo un conjunto que la masonería regular revivificará de forma cotidiana en cada Tenida en el Templo considerando a este como el fruto del reencuentro del Conocimiento de los hombres y lo Trascendente, entre el plano humano y el plano divino. Lo divino se revela en lo humano, y lo humano se eleva a divino, y el templo por tanto se transfigura en un lugar de trasmutación de la metanoia de la transfiguración del hombre”
Pero si bien esta sería la expresión filosófica de la «regularidad», la expresión práctica se plasma en la Legitimidad de Origen. Una Gran Logia necesita para ser «regular», la transmisión de una Tradición, y para ello tendrá su label de origen por el hecho de haber sido instalada por otra Gran Logia.
Esto no deja de ser un modelo de clonación endogámico de los gremios medievales, y que además persigue un objetivo final como es el control férreo de la estructura obediencial de forma unilateral, ya que por ejemplo la supuesta «regularidad» del Gran Oriente de Francia no valdría como moneda homologadora dentro de este sistema patrón creado por la Gran Logia Unida de Inglaterra; como tampoco tendría validez en el caso de una Gran Logia espuria, aunque esta estuviera constituida por masones regularmente reconocidos entre sí y como tales y tuviera una demostrada practica masónica. Todo ello al final conforma un estrecho embudo en el cual la pretendida universalidad que tanto se exalta en las Constituciones de Anderson queda reducida al «Centro de Unión» de los iguales dentro del confesionalismo de creencias..   Pero si este embudo fuera demasiado ancho el estrechamiento del canal se cierra más aún al constreñir la consecución del patrón regular a la cuestión del respeto a las Antiguas Reglas, que paradójicamente e estas, al menos las más principales, fueron definidas en el año 1929, en un documento admitido por todas las Grandes Logias Regulares del mundo, citaremos a continuación los 6 primeros puntos, como los más importantes de ese Decálogo de Reglas y Usos.
  • 1. Creencia en un Ser Superior-Dios-Gran Arquitecto del Universo.
  • 2. Absoluto respeto a los “Antiguos Deberes o Land-Marks”.
  • 3. No se puede aceptar más que a hombres libres y respetables que se comprometan a poner en práctica un ideal de Paz, Amor y Fraternidad.
  • 4. Su objeto es el perfeccionamiento del hombre y en consecuencia de la humanidad entera.
  • 5. La Francmasonería impone a todos sus miembros la práctica escrupulosa de los Rituales como modo de acceso al Conocimiento por las vías Iniciáticas que le son propias.
  • 6. La Francmasonería impone a todos sus miembros el respeto a opiniones y creencias de cada uno. Prohíbe en su seno toda discusión o controversia política o religiosa.
Está claro que parte de esa «regularidad» se pierde, máxime si partimos de la discusión en cuyos términos la plantea, quien fue uno de los grandes referentes para la Masonería de Tradición, como René Guenón, el cual nos transmite que una organización es válida, si la organización es «regular» y esto viene definido por los ritos, la organización y el origen. Para que una organización sea «regular »sus ritos no deben haber sido alterados, desde su fundación, al menos en lo esencial. Para ser válidos, los ritos deben contener un elemento «no-humano», que los hace indiscutibles y, por lo mismo, intocables. El rito no es una creación consciente de la naturaleza humana, sino algo que trasciende a esa misma naturaleza humana y que, por tanto, no puede haber surgido de ella. A la atenta lectura de este guenoniano texto, podemos decir que pocas grandes logias se pueden considera «regulares», pues continuamente vemos que los landmarks han ido creciendo y cambiando su faz, que los ritos y rituales han sido esencialmente alterados en el fondo y en la forma, no hay nada más que hacer trabajos comparativos entre los ritos y rituales para ver que se han ido reconstruyendo en base a interpretaciones y mutaciones, y la trnasversalidad de las escuelas o corrientes de pensamiento que han halado buen acomodo en toda la masonería. Estamos por tanto ante una masonería, la «regular» que es elitista y jerarquizada, y por tanto se da por supuesto no es igualitarista ni democrática; y al final todo ello se sujeta y alambica bajo el concepto de la «regularidad» Por tanto, desde esta compleja cuestión de la construcción de un mundo universalista masón, se puede argumentar que es imposible de lograr por más bonachonas ideas que medien de acercar el desarraigo entre Hermanos; ya que desde una perspectiva histórica, filosófica y de praxis, ambas dos corrientes masónicas están situadas en un antagónico discurso, y como no en el enraizamiento de bases conceptualmente distintas. Por más que la confusión reine entre unos y otros, y utilicen indiscriminadamente los modismos, los tópicos al uso, y toda la construcción lógica de una corriente masónica sea la tramitadora de «regularidad» hacia otra, a modo de una torre de babel, digamos que la estructura jerárquica y la conceptualización que la sostiene, hace imposible que ambas dos corrientes masónicas se den la mano, o se encuentre al final del largo camino del debate. De suceder tal eclosión ello significaría otro «Act of Union» de tal calibre que tendría que deshacerse todo el nudo gordiano de la «regularidad», con su landmarks, tradiciones y exigencias, para de este modo poder enmarcarse en el rupturista concepto moderno de la Razón, y si tenemos en cuenta lo que nos plantea el gran pensador francés de la regularidad: Marc Halévy, «la Masonería es pots moderna o simplemente no será masonería», por más que unos (regulares) fuera del contexto histórico hablen de Fraternidad, de Igualdad; y los otros los «liberales» hablen de Tradición y Espíritu en un intento de congraciarse, y no quedar fuera de los campos del debate. Solo habrá un aparente reconocimiento entre iguales por las bases logiales, poco sujetas unas a las tradiciones, y otras deseando ejercen un cierto buenismo supondría dejar de lado los conceptos de co-masonería y los criterios más excluyentes de la «regularidad», para de este modo tender puentes de cara al reconocimiento como masones de unos por los otros y viceversa. Pero pese a los intentos de algunas organizaciones masónicas y fraternales de acercar mundos y posturas, creo que el gran nudo gordiano que se ha establecido en el seno de toda las masonerías hace imposible cualquier acercamiento, ya que hablamos de «universalismos» distintos, con bases filosóficas distintas, unas enraizadas en la Razón y otras en cierta trasmutación espiritualista, que sirven para enmascarar conceptos un tanto antiguos, que hoy se quieren presentar como algo moderno, pero cuyo planteamiento responde al mundo de las conveniencias y los intereses.   Por tanto no se podrá avanzar hasta que las partes en liza, y de forma cruda, como lo hace Marc Halévy por parte de la «regularidad», y como lo hace Alain Bauer por la parte de la masonería «liberal» muestren sus credenciales, sus arraigos y sostenimientos filosóficos, y como no sus autocríticas; sin ambages y sin enmascaramientos, definiendo en qué cuestiones están dispuestos a tirar por la borda en pro de llegar a un entendimiento, o al menos aun un cierto ecumenismo, que no sé si a estas alturas de la película interesa a unos y a otros. Ya es tan grande la estructura obediencial de unos y otros, tan grandes sus intereses, tan diversas las masonerías, tan cosmopolitas, y tan desinformadas, que plantear sobre el tapete ecuménico, si es que ello fuera necesario, que este nuevo «Act of Union» crearía un auténtico bing-bang masónico, que hoy por hoy es inimaginable, porque posiblemente ya no estaríamos hablando de Masonería, sino de otra cosa distinta. Para complementar este texto es bueno un libro de Roger Dachez: Franc-maçonnerie: Regularite et reconnaissance Hay una reseña de este libro en http://freimaurer-wiki.de/index.php/Es:_Tratado:_%C2%A1%C2%A1%C2%A1_TODOS_SOMOS_REGULARES_!!! [1] Página 2 del libro: Freemasonry: What´sit Al About?. 

  Víctor Guerra . MM.:. Rito Moderno

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