Revista Literatura

Reina Mora

Por Martindealva

Tiempo ha que tus susurros atravesaron mi pecho, que tus versos inundaron mis días y mis noches, y tus suspiros se convirtieron en el aire que respiraba. Tiempo ha que nuestro verbo se cruzó entre las delgadas líneas que unen la vigilia de las quimeras. Sentimientos encontrados que tan sólo en los anhelos de nuestras almas supimos descifrar. Errantes en un mundo sin salida ni aire que respirar, ahogos entre sollozos en busca de la dicha de nuestros sentidos. Volátil como el aire que ondea tus cabellos, para acercarte el suave murmullo del rompiente que baña mis pies.
Reina Mora
Dócil brisa que trajo a mis albores la sonrisa de tu mirada, cálidos abrazos y utópicos besos, que forjaban mis labios con el calor de tu pecho. De otro mundo te revelaste asumiendo tu propio destino, para iluminar los pasos de aquellos que siguen tus pies. Dulces días aquellos en los que el eco de tu voz resonaba en el cáliz de mis entrañas, para reencontrarse con aquello que un día se nos negó.

Incontables noches he huido de mi propia existencia para unirme a ti en el lecho de tu alma, para retozar en tu piel y sentirme tuyo, y sentirte mía, hasta que el alba invadiera tus aposentos para regresarnos a la realidad.

Aún recuerdo aquella última noche, en la que nuestros brazos se ligaban para abarcar el amplio  desierto de nuestra espalda, en la que nuestros besos marcaban cada una de las costuras de nuestro nuevo pijama de azahar, y nuestra piel se fundía entre aquellos mimos para cobijarnos entre la húmeda paja del frío sentir de la Luna.

Y despertamos…

Y precipité sobre el firme… desapareciste una vez más, en vano fue mi búsqueda, pues  por más que mis anhelos buscaban evidencias de aquella noche, mis sentidos me transportaron a otro mundo en el que nada hubo pasado, habiendo eliminado cualquier rastro de nuestra unión. Siglos pasaron, vidas sin hallarte en mi camino,… vidas de errores no forzados por sentir tu alma y no encontrar tu esencia.

Un nuevo alba regresó vestido de bermellón, aquél mismo al que tornó el día que te desvaneciste entre mis besos. Hacia ti me llevaron mis pasos, tu sangre fue atraída por mis versos, y mis venas ardieron en el fuego de tus entrañas. Me evocaste entre las sombras de tus designios, ciega por los prejuicios de aquestas vidas pasadas. Sabes de ti, de tu esencia, aún en tu elección estalla el no reconocimiento de tu alma inmortal. Te encerraste en tu mundo y protegiste aquello que más te importa, impidiendo que la luz deslizara entre los delicados hilos de seda que cubrían tu ser. La espera se hizo eco de ti, de tus deseos, y tus lágrimas bañaron mis pies para penetrar en mi alma.

Y hoy vuelas libre mostrando los cálidos colores que entre sombras supiste tejer, mostrando al mundo, una vez más, toda tu luz y la belleza más cautivadora con la que el Hombre jamás pudiera soñar.
Ven a mi, sonrójame con tus ojos de sable, hechiza el desierto de mi espalda con tus cabellos, y penétrame con las dulces caricias que cicatrizan en mi piel; que tu piel sea verbo en mis sentidos; que tu verbo sea alma en mis suspiros… que mis lágrimas sean el elixir que emana de los poros de tu piel, que tus besos sean la marca de nuestra fe, y que nuestros versos sean el instrumento de nuestro amor.

Seré vigía de tus vuelos en tus albores y tus vigilias, hasta que la eternidad se haga conciencia de la unión de nuestras almas.


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