Revista Coaching

Relacionarse con los demás… ¿para pedir o para dar?

Por Antonio J. Alonso Sampedro @AntonioJAlonso

Dar o pedir

Recientemente he tenido oportunidad de ver por televisión unas declaraciones “rosas” de una famosa modelo internacional española a quien preguntaban sobre aquello que pedía en una relación sentimental a su pareja. La respuesta me dejó estupefacto: “No suelo pedir mucho a un hombre, sencillamente que para él yo sea su prioridad”.

La señorita, en la frontera de los cuarenta, hace honor a su tratamiento pues se encuentra en estado civil de soltería (pese a no ser ese su propósito sentimental declarado en la citada entrevista).

Es evidente que mal comienzo es aquel que en asuntos sentimentales se presenta la petición antes del ofrecimiento. Pedir antes de dar, en cualquier relación de tipo personal o profesional, lleva a condicionar y esto siempre conduce a dificultar aquello que en un principio y en un después también debe intentar ser relativa facilidad.

No obstante, también es cierto que en las transacciones de pedir y de dar normalmente no es posible lograr un orden sitemático en el tiempo que anteponga unas a otras pues de forma simultánea se nos suelen agolpar en el devenir de nuestras interactuaciones relacionales. En este caso, lo principal será medir con cada cual que pesa más, si lo ofrecido o lo reclamado, buscando siempre la sobrecompensación que nos lleve a ser un poco más ganadores del dar.

Pero el ejemplo que nos ocupa va mucho más allá en su error conceptual pues esta inconsciente petición reclama ser para el otro prioridad, con esa ingenuidad de quien no es capaz de entender que eso nunca verdaderamente acontecerá ya que sería tanto como aspirar a protagonizar la vida de los demás, injerencia egoísta en alguien que siempre que valore positivamente su vida nunca permitirá.

En mi opinión, los comportamientos que se orientan y buscan el protagonismo propio en la vida ajena son vivencialmente poco prácticos y reflejan en aquellas personas que los practican su escaso desarrollo emocional, sin duda todavía deudor de una infancia que se resisten a abandonar. La madurez relacional, si por algo se distingue, es por su independencia generosa en lugar de la dependencia medicinal, pues mientras las personas maduras enfocan sus relaciones para elevar su nota vivencial, las inmaduras buscan simplemente en los demás un motivo para aprobar.

Ser modelo y famosa puede abrir muchas puertas pero nunca las de un franco corazón que no quiera ser subsidiario de otro que siempre le pida rendida e insultante resignación…

Saludos de Antonio J. Alonso


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