Revista Cultura y Ocio

Relato Corto: Somnium

Publicado el 15 noviembre 2020 por Ayaathalia @Ayashi375

 —Abre los ojos.

Obedecí sin siquiera dudarlo.

En aquel momento fui consciente de mí misma y lo que me rodeaba, o mejor dicho: la nada, solo podía describirlo así, el vacío, la oscuridad, pero sí podía oír; los gritos, los lamentos, la agonía… y dentro de todo aquel ruido, había una voz que sobresalía.

—Sistema Grimm sincronizado, Blancanieves operativa —dijo una voz femenina.

Capté un nuevo sonido, eran olas de mar que acallaron el griterío, y acto seguido cayó una cascada sobre mí, derramando un líquido viscoso, caliente y carmesí. Reconocía aquello: era sangre. ¿Debería sentir miedo o asco? Tal vez, pero había demasiadas cosas que debería ser y no estaban en mí.

—Blancanieves integrada a sujeto C22, proceso completado. —De nuevo la voz de mujer, impersonal.

Una vez pasada aquella oleada, el suelo se había mostrado agrietado, duro y firme. No había paredes alrededor, por el contrario podían verse árboles secos, muertos,  sin vida… Edificios derruidos, y tan solo uno se mantenía en perfecto estado, era antinatural ante aquel paisaje, era un hospital y parecía en funcionamiento.

Al menos, sentí el alivio de que mis pies tuvieran un lugar donde apoyarse, así que pude erguirme en mi totalidad.

—Extiende el brazo.

Aquella frase sí iba dirigida a mí, y a diferencia de la otra voz, esta era masculina, más ruda. Obedecí, abriendo también la palma de mi mano.

—Activación de Dormilón en marcha —replicó la femenina.

Sentí un pinchazo que me arrancó una mueca y la herida surgió en la palma de mi mano, comenzando a manar sangre.

—Dormilón en proceso, uno por ciento, cargando. Umbral de dolor, dentro de la normalidad, aumentado el flujo de sangre para acelerar el proceso —continuó.

La herida se expandió y, como dijo la voz, la sangre brotó con más intensidad. Apreté los dientes por el dolor y el fluido comenzó a encharcar el suelo, pero era solo lo que aparentaba. Había comenzado a tomar forma, se estaba forjando un mandoble de gran tamaño: aquel, era Dormilón.

Solo cuando acabó de forjarse la empuñadura cerré la mano en torno a esta y la sangre cesó, también el dolor.

—Dormilón completado, pérdida de sangre del diez por ciento. ¿Estado?

—Operativa —fue mi simple respuesta.

Moví el mandoble con un brusco gesto para poder eliminar la sangre que cubría el arma, dejando ver su color real, el de la plata en la que se reflejaba la luna de aquel cielo oscuro sin estrellas.

—Objetivo, detener el impulso Id de C22 —dijo la voz impersonal, robótica.

—Afirmativo —dije—. ¿Rastro?

—Ambar.

Aquel era un impulso peligroso, pero podía manifestarse de muchas formas.

—Solicito activación visual —pedí.

No hubo respuesta pero la modificación de mis ojos se puso en marcha, tuve que cerrarlos con fuerza debido al escozor que muy pronto pasó a un dolor inmenso, similar al de ser atravesado con agujas.

Era un misterio cómo funcionaba aquello o qué cambiaba en mi cuerpo para mejorar mi visión, pero me permitía ver el plano de los impulsos cuando mantenía los ojos cerrados. Ahora podía verlo con claridad, el rastro del Id que guiaba hasta el hospital. Si lo piensas, era obvio, ¿verdad? Bueno, ya veríamos si era tan obvio una vez estuviéramos allí.

Para acelerar la llegada al objetivo moví la mano libre hacia mis altas botas y activé el sistema antigravedad que había en mi traje, presioné el botón y mis pies fueron impulsados hacia arriba. Me costó unos instantes estabilizarme y poder comenzar a deslizarme por aquel bosque mortecino hasta llegar al edificio.

Finalmente el bosque quedó atrás y fue más clara la estructura del hospital, llena de cristaleras iluminadas con tanta intensidad que impedía la visualización a ojos naturales, pero entre esas ventanas una en concreto desprendía un destello ámbar en el plano impulsivo: era mi objetivo, y debía llegar antes de que consiguiera pasar la barrera de la realidad.

Al llegar a las puertas del hospital hubo un temblor, aquello era el aviso de que comenzaba la fase de representación, se agotaba el tiempo.

Como no había tiempo que perder, entré en el hospital rompiendo la puerta con un golpe de mandoble; en otras circunstancias trataría de descifrar la clave para entrar sin quebrantar la mente pero el tiempo era crucial, así que yo fui quien causó el siguiente seísmo, y tras de mí el mundo comenzó a romperse, trozos de aquel suelo habían comenzado a flotar y desintegrarse, la mente había comenzado a desestabilizarse.

—Mierda —mascullé.

—Has perdido un veinte por ciento de sincronización, cuidado —me informó la mujer.

Lo sabía, podía sentirlo: cómo aquella mente quería expulsarme al haber alterado su inconsciente, o mejor dicho, el mundo de los sueños.

El interior del hospital había comenzado a girar y cambiar, es más, en aquellos momentos me encontraba en el techo de un largo pasillo que llevaba a una cocina, la cocina de un hogar, no un hospital, y podían oírse voces dentro.

—¡Papá, por favor, para! ¡Vas…! ¡Vas a…!

El sonido de un golpe, un niño salió disparado de la cocina al pasillo donde yo me encontraba, debajo de mí, lloroso.

—¡Cállate! —gritó la voz desde dentro—. Y tú, furcia, te vas a enterar…

Solo podía vislumbrar una silueta, una mano alzándose contra el cuello de otra persona más pequeña.

—¡Mamááááá…!

—Blancanieves —me distrajo la voz masculina en el momento oportuno—. No te detengas en recuerdos, queremos el impulso, búscalo.

—Recibido —respondí.

Me dejé caer junto al niño, que me miró, sorprendido. Sé que balbuceó algo pero simplemente lo ignoré y comencé a subir las escaleras de caracol que había al otro lado del pasillo, en una de las esquinas antes de dar con la cocina.

Al subir las escaleras se sucedieron más recuerdos de aquella mente perturbada. Los ignoré todos, solo mostraban una violencia que él no había generado, pero al fin lo vi.

El impulso se encontraba en la habitación de un hospital y una mujer en su interior había aparecido, la escena había dado inicio y comenzaba a recrearse.

El lugar podría confundirse con el mundo real, pero no era así, había claras señales de ello.

La mujer estaba en la cama, llena de moratones y siendo atendida por una enfermera que parecía hablarle con la mirada, decirle lo que no podía con palabras. Al otro lado, sentado con las piernas abiertas en su sillón, había un hombre de aspecto impaciente y el brillo ámbar en sus ojos. Era él, C22.

Toda aquella ambientación tan realista fue rota al bajar la mirada a sus pies; el deseo oscuro tomaba forma. En aquella ocasión era un charco de sangre, unos ojos que lo miraban y una boca que hablaba incitándole a cometer el acto.

—Mátala, mátala… fue una puta, mátala…

El hombre se llevó las manos a la cabeza, apretando con tanta fuerza que comenzó a hacerse daño. La mujer lo miró con miedo pero a la vez con esperanza.

—Cariño, estoy bien… No tienes… No tienes la culpa, fue… fue sin querer…

La voz seguía susurrando.

—No la escuches… Te está engañando con tu mejor amigo, merece la muerte, acaba lo que comenzaste, es lo que quieres.

—Es… lo… que… quiero… —susurró él.

El hombre de pronto gritó y se puso en pie, la sangre que lo rodeaba había comenzado a trepar por su pierna fusionándose con él.

Era el pacto, Id tratando de negociar con el Ego, destruyendo la moral, destruyendo las reglas del mundo que conocía.

—Objetivo fijado, erradicación en tres…

Abrí los ojos y pude ver el proceso de transformación, alzando el arma para prepararme.

C22 quería asesinar a la que parecía su pareja actual por una supuesta infidelidad, curioso, ¿verdad? Sobre todo cuando de niño su padre había realizado algo parecido. ¿Seguía su mismo patrón de conducta? No es que importara la razón, ni los motivos, solo importaba el impulso egoísta que podría ser manifestado en la realidad si se llevaba a cabo en el pacto.

—Mátala, mátala, mátala —repetía la voz que acabó por envolver por completo a la forma humanoide de C22.

—Cariño… —decía la mujer, ajena a lo que sucedía—. Todo irá bien, sé que no lo hiciste adrede, lo solucionaremos, ¿de acuerdo?

Para ella yo no existía, tampoco aquel ente. Los personajes creados por los impulsos no percibían su entorno ni se salían del guión. Era una exagerada representación de un deseo que quería ser realizado. El convencimiento de que aquello era lo que quería y haría.

—Dos…

—¡Cállate! —gritó el hombre con la voz distorsionada a la mujer postrada en la cama.

Los brazos del sujeto habían aumentado de tamaño y su piel se había caído a tiras, las manos acababan en garras afiladas, sus ojos habían sido inyectados en sangre pero su pupila era de color ámbar, su boca se había desencajado y mostraba dientes afilados, y a proporción del resto del cuerpo, sus piernas habían quedado pequeñas e inútiles, fusionándose con el suelo, creando raíces de carne y sangre. 

Qué grotesco.

—¡Uno!

Cuando una de esas manos iba a desgarrar y partir por la mitad a la mujer, su trayecto fue bloqueado por el impacto de mi mandoble.

Puedo asegurar que eso cabreó mucho a C22.

—¡Nooooooooooooooooo! ¡No, no, no! —gritaba él.

Alargó las uñas para tratar de llegar a su objetivo, pero la enfermera intentó absurdamente protegerla con su cuerpo. ¿Qué ganaba con aquello? Quién sabe qué iba a ocurrir, el guión de su deseo se había visto frustrado y ahora se desataría la locura.

Inspiré hondo y no dudé en rebanar los dedos del monstruo con un giro del mandoble. C22 retrocedió el brazo para lamer sus heridas y clavó su mirada en mí.

—¿Quuiiiéééén….? ¿Qué haces tú… aquí? ¡No deberías estar aquí! —gritó desorientado.

—Ya me darás las gracias luego. —Volví a colocarme en posición de ataque—. O no.

Volvió a gritar y fue acompañado de un terremoto que comenzó a destrozar la sala. Aquello ya no era importante, al fin y al cabo la prioridad de su mente en esos instantes era eliminar al intruso, es decir: yo.

—¡Sal, vete, sal, vete! —Sus ojos comenzaron a llorar sangre, también las paredes, el suelo… Todo había comenzado a romperse—. ¡Vete!

Intentó aplastarme con sus manos, aunque conseguí reaccionar a tiempo y saltar. Como aquello no funcionó, trató de devorarme con su boca abalanzándose sobre mí. Le dejé hacer, le dejé engullirme, en apariencia.

—Eres estúpido —repliqué.

Para impedir que cerrara la boca y pudiera triturarme con sus dientes, utilicé el mandoble atravesando su paladar y la lengua. Oh, eso le hizo daño, porque gritó, gritó mucho e intentó arrancarse a Dormilón de sus fauces.

—Activación de Bonachón.

Extendí ambas manos delante de mí y la sangre comenzó a brotar de la palma de mis manos para formar un cañón. Cuando terminó simplemente apreté el gatillo y el proyectil salió disparado atravesando de lado a lado el interior de su boca, pero como aquello no pareció ser suficiente para él, salí por el orificio que acababa de hacerle y volví a disparar contra su cabeza para destruir el deseo, tan rápido que no tuvo tiempo a reaccionar.

Diría que el pobre desgraciado estalló en pedazos, pero no me daba pena.

—Objetivo derribado.

—Justo a tiempo, buen trabajo —dijo la voz masculina.

Con el deseo desaparecido y el pacto sin ser realizado, aquel rincón de la mente había comenzado a mutar, a desintegrarse, para formar otro escenario que esperaba no volver a ver.

—Desactivando sistema Grimm, induciendo estado letárgico a Blancanieves, desconexión en marcha —fueron las últimas palabras que oí de la voz femenina antes de volver a la nada.

Los fuertes estruendos lo habían distraído durante la desconexión, tuvo que dejar el monitor y subir las metálicas escaleras, alejándose de su laboratorio que cerró tras de sí, quedando oculto al ojo humano.

El hombre estaba molesto, odiaba que le interrumpieran mientras trabajaba.

Pasó por lo que parecían interminables pasillos de acero hasta dar con una puerta del mismo material que se deslizó para abrirse tras pronunciar la palabra <Grimm>.

Al otro lado de la puerta había otro hombre de una edad parecida a la suya, en torno a los cuarenta, y vestía de oficial, a diferencia de él, que portaba una bata blanca.

—Oh, querido inspector, de nuevo por aquí —dijo en tono jocoso—. ¿No te cansas de no conseguir nada?

Eso pareció crisparlo, porque apretó los dientes.

—No, no me canso, sé que tú estás detrás de todos esos secuestros y los utilizas para esa aberración tuya que has creado.

—¿Aberración? ¿Secuestros? —se rió el otro—. Te confundes de persona, querido inspector, yo soy el justiciero, el salvador. ¿Gracias a quién la tasa de criminalidad ha bajado?

Esa vez el oficial apretó los puños.

—Y también ha aumentado el tráfico de nullam-somnium.

—Pequeños detalles insignificantes, pero dime, querido inspector mío, ¿qué te trae por aquí? ¿Quieres jugar a la búsqueda del tesoro de nuevo en mi precioso hogar?

El inspector dio un fuerte golpe contra la puerta.

—No juegues conmigo, maldita rata.

—Oh, pero es tan fácil hacerte enfadar, me pregunto qué clase de impulsos hay en esa mente tan inquieta… —dijo mientras alzaba la mano para tocarle la mejilla.

El otro lo apartó con agresividad.

—No sé cómo lo has hecho para que el gobierno solicite tus servicios, pero así ha sido, así que prepara de nuevo esa endiablada máquina que has creado para seguir el rastro de un hombre que creemos planea un atentado contra el presidente.

El científico comenzó a reírse tanto que acabó encogiéndose.

—¡Oh, cielos, eso debe joderte, ¿verdad?! La policía no consigue sus objetivos… ¡Qué divertido, qué giro de acontecimientos! Y yo que creía que venías a jugar al gato y al ratón…

—No volveré a repetirlo —escupió el otro.

—Tranquilo, tranquilo… Es divertido jugar un rato contigo, pero no tanto. De acuerdo, lo haré. ¡Es lo que se espera de mí! —canturreó emocionado.

—Se te enviará la información necesaria vía e-mail.

—Agh, qué anticuado… e-maaaiil —se mofó.

Sin una palabra más, el inspector decidió marcharse antes de cometer algún acto del que arrepentirse pero… se dijo que algún día demostraría que aquella patraña que utilizaba para eliminar los bajos deseos había comenzado con el rapto de niños con habilidades especiales.

Unos instantes después, tras la visita del inspector, el científico se sentía orgulloso, pues había logrado que su arte, su trabajo, tuviera la visión que se merecía, y ahora tendrían un nuevo enfoque, tal vez una posible expansión.

El hombre volvió a su escondite, su laboratorio, su pequeño secreto que celosamente había guardado.

Se acercó al monitor que reflejaba en las gruesas gafas del hombre y reía satisfecho por su gran trabajo, aunque el mérito no era completamente suyo ya que el sistema somnium, la red de sueños que conectaba a todas las mentes del mundo, había comenzado gracias a Bella Durmiente en primer lugar.

Se deslizó la puerta secreta y la estancia se abrió ante él.

La única luz que entraba allí provenía de las cinco cabinas ocupadas y los monitores.

—Oh, querida, mi querida Bella Durmiente, nuestra última adquisición es la más completa que hemos tenido hasta ahora —habló en voz alta para ella, acercándose a una de las cápsulas que contenía en su interior una joven de cabello blanco y piel igual a la nieve—. Oh, Blancanieves, haremos grandes cosas juntos. ¿Empezamos?


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