Revista Homo

Relato gay. un gay diferente. capítulo 11: amor condenado

Por Daniel Sanchez De La Nieta Rico @BlogeroGay
RELATO GAY. UN GAY DIFERENTE. CAPÍTULO 11: AMOR CONDENADO
El matón del piercing se abalanzó sobre mi, me agarró por el cuello de la camiseta con la mano izquierda y alzó la mano derecha cerrando el puño para golpearme. Laura lo observaba todo sin poder hacer nada, ya que el individuo del pelo rapado la tenía inmovilizada. El otro matón, el que tenia el cabello recogido en una coleta, me sujetaba los brazos por detrás para que no pudiera defenderme. Yo miraba impotente aquel puño en el aire que se acercaba cada vez mas a mi cara.
-Cuidado, se acerca alguien- advirtió el tipo que estaba sujetando a Laura al ver que una persona se acercaba caminando- vayámonos de aquí.
El puño se detuvo a pocos centímetros de mi cara.
-Esto no va a quedar así- dijo el individuo del piercing- ya te pillaremos cuando menos lo esperes.
Después los tres agresores salieron corriendo, desapareciendo del lugar a toda prisa por miedo a ser descubiertos. Laura corrió hasta mi.
-¿Te encuentras bien?- me preguntó- ¿Te han hecho daño?
-Estoy bien-respondí- ¿Y tu?
-Tengo el culo dolorido por la caída- respondió Laura frotándose el trasero con las manos- pero por lo demás estoy bien.
La persona que había ahuyentado a los tres matones resultó ser Aaron, que atravesaba esa pequeña y desértica calle todos los días como atajo para ir al instituto y ahorrarse algunos minutos caminando. Se acercó corriendo hasta donde estábamos Laura y yo.
-¿Estáis bien chicos?- preguntó preocupado- he visto como os estaban atacando.
-Estamos bien gracias a ti- respondí- han salido huyendo porque te han visto aparecer.
-Esos chicos son peligrosos- indicó Aaron- son alumnos del instituto. El de la cabeza rapada es Ramón, el de la coleta se llama Luis y el mas peligroso de todos es Alberto, el del piercing y el tatuaje en el cuello. Los han expulsado varias veces del instituto por mal comportamiento y por agredir a compañeros. Aunque últimamente ya ni se molestan en venir al centro ¿Qué querían de vosotros?
-¿Os vieron besaros en la calle el otro día?- dijo Laura- Querían pegar a Dani por eso.
-¿Ella lo sabe?- preguntó Aaron sorprendido- creía que iba a ser un secreto.
-No pasa nada, Laura es de confianza- le dije- quien debería preocuparte son esos tres imbéciles.
-¿Entonces nos vieron? Pero si no había nadie en la calle en aquel momento- dijo Aaron.
-Los tres estaban dentro de un coche fumando- le dije- ¿Qué vamos a hacer?
-De momento tened cuidado, no os separéis el uno del otro e intentad estar siempre en lugares donde haya mucha gente- señaló Aaron- y se acabaron los besos en público.Y Ahora deberíamos ir a clase o sino todos vamos a llegar tarde.Los tres comenzamos a caminar hacia el instituto con caras de preocupación. Yo pensaba en como las cosas cuando parecían ir bien, siempre se acababan torciendo por una cosa u otra.
*                 *                 *
A pesar del enfrentamiento con los tres matones, aquel fue un buen día. Al salir de clase, Aaron muy preocupado nos recogió en el coche a Laura y a mi y nos llevó a comer. Estuvimos en un sitio estupendo y los tres lo pasamos genial. El lugar estaba lo bastante lejos como para que Aaron y yo pudiéramos besarnos tanto como quisiéramos sin miedo a ser descubiertos. Tras la comida los tres tomamos un enorme pedazo de tarta. Acabamos empachados. Yo estaba feliz, Aaron estaba feliz y Laura estaba feliz por vernos felices. Aquel era uno de esos escasos momentos en la vida en que uno se olvida de todos sus problemas y simplemente es feliz, sin pensar en nada mas. Esos pequeños momentos que hay que aprovechar al máximo porque aparecen escasas veces en la vida y suelen durar muy poco.
Tras la comida y con las barrigas llenas. Aaron nos llevó a su casa. Por primera vez visitaba su hogar. La casa era estupenda. Un gran adosado con jardín, piscina y además tenia un precioso Pastor Aleman. Los tres acampamos en el salón y Aaron nos ayudó a realizar las tareas de clase. Una vez que hubimos terminado, nos pusimos a jugar a la consola. En ciertos momentos Aaron y yo nos escapábamos con alguna excusa, que Laura por supuesto no se tragaba, para besarnos a solas, acariciarnos, abrazarnos… Allí sin miedo a ser descubiertos todo era mas agradable.
 Cuando llegó el momento de marcharnos me dio mucha pena. Allí me sentía seguro. Hubiera podido estar allí eternamente. Pero había que volver a la realidad. Aaron nos llevó en coche a casa. Primero dejamos a Laura en la suya, y después me llevó a la mía. Aparcó a un par de calles de mi casa, porque ya solo nos faltaba que nos descubriera mi familia. Antes de bajarme del coche Aaron me agarró fuertemente de la mano y me besó. Cuando nuestros labios se unieron sentí, aunque parezca un tópico y una tontería, que el tiempo se detenía. No se cuanto duró aquel beso, pero fue un beso de película. El corazón me latía a toda velocidad cuando bajé del coche. Me despedí de Aaron con la mano y este arrancó el vehículo y se alejó. Caminé unos cuantos metros hasta llegar a mi portal. Introduje la llave en la cerradura, la giré y abrí la puerta. Fue entonces cuando alguien la empujó por detrás de mi y entró al interior del portal conmigo. Era Alberto, el matón del piercing en la nariz.
-Te dije que las cosas no iban a quedar así- señaló mientras me empujaba contra la pared.
Entonces vi la navaja. La llevaba en su mano derecha y la movía de un lado a otro.
-Creo que la sociedad estará mejor con un marica menos- dijo mientras acercaba la navaja a mi cara.
-Estas loco- le dije- déjame en paz.
-Ese es el plan, te voy a mandar a un lugar donde vas a poder descansar en paz todo el tiempo que quieras- dijo.
Entonces, utilizando todas mis fuerzas, le empujé contra la pared de enfrente. Al temer por mi vida saqué el valor suficiente para enfrentarme a el. Alberto no se lo esperaba, por lo que quedo algo aturdido, momento que yo aproveché para abrir la puerta del portal. Cuando iba a salir por ella Alberto me agarró por detrás. Volvió a meterme dentro, pero yo comencé a forcejear, resistiéndome como pude. La puerta estaba comenzando a cerrarse de nuevo. Solo tenía aquella oportunidad. Eché hacia atrás la cabeza bruscamente golpeándole en la cara. Así conseguí que me soltase. Se llevó las manos a la nariz que comenzaba a sangrarle, entonces le empujé con todas mis fuerzas y le saqué fuera del portal. Después cerré la puerta rápidamente. Me apoyé contra la pared y respiré hondo. Noté la camiseta húmeda a la altura del abdomen. Llevé mi mano hasta allí y la toqué. Efectivamente estaba húmeda, pero estaba caliente. Miré mi mano, estaba completamente roja, cubierta de sangre. Alberto había conseguido apuñalarme con la navaja. Al ver la sangre se me nubló la vista, todo se volvió negro y caí al suelo desmayado.
CONTINUARA...

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