Revista Cómics

Repaso al 2016 (I): Lo mejor

Publicado el 08 enero 2017 por Alvaropons

Que quede claro que hacer la lista del 2016 ha sido un esfuerzo titánico. Después de varios años con un nivel de lecturas relativamente bajo, he conseguido por fin alcanzar cierta velocidad de crucero en las lecturas. Las cosas de la evolución natural de la paternidad, que poco a poco te permite recuperar tu vida “normal” (es un eufemismo, está claro) y gracias a lo que he podido volver a leer casi, casi un tebeo al día aprovechando la estadística, el empujón veraniego y el incluir en las lecturas muchas anteriores en diferentes idiomas bárbaros. Pero este aumento del ritmo de lecturas se ha visto machacado por un espectacular incremento de la calidad media de los tebeos editados.  Puede ser simple percepción mía, pero esa dificultad que estaba notando in crescendo en los últimos años, magnificada -o no- por la reducción de lecturas, este año se ha disparado exponencialmente. Hasta el punto que me ha sido literalmente imposible hacer una lista de 25 y he decidido incrementarla a 35. Decisión arbitraria, por supuesto, pero este es mi reino de taifas particular, así que, se siente.

Dos avisos: el primero, que veréis que puede haber diferencias con la lista que publiqué en Babelia. Que nadie busque conspiraciones: simplemente, un mes después, unas 500 vueltas a la lista y el hecho de que aquí están “ordenadas”, me ha hecho reconsiderar posiciones, recordar olvidados o, simplemente, cambiar de opinión porque he añadido lecturas. Segundo aviso, el tradicional: esta lista no es un canon, es la expresión de mi gusto. Ni más ni menos. Se puede estar de acuerdo, muy en desacuerdo, o no, pero no significa que sea mejor ni peor. Es otra lista, nada más, de esas que deben ser divertimentos, guías o recordatorios según uno quiera.

Dicho esto, la lista:

  1. Philemon, de Fred (ECC Ediciones)
  2. Sirio, de Martín López Lam (Fulgencio Pimentel)
  3. Gialla, de Martín López Lam (Ediciones Valiente)/ El título no corresponde, Martín López Lam (Ediciones Valiente)
  4. Spirou, de Yves Chaland (dibbuks)
  5. Marcelín, de Sempé (Blackie Books)
  6. VIP, de Felipe Almendros (reservoir Books)
  7. El ala rota, de Altarriba y Kim (Norma Editorial)
  8. La ternura de las piedras, de Marion Fayolle (Nórdica)
  9. Hoodoo Voodoo / Teen Wolf/ Fosfatina 2000 (Fosfatina)
  10. Intrusos, de Adrian Tomine (Sapristi Cómic)
  11. El piano oriental, de Zeina Abirechad (Salamandra)
  12. Orlando y el juego 3, de Luís Durán (Diábolo)
  13. Crisálida, de Carlos Giménez (Reservoir Books)
  14. Si dios existe, de Joann Sfar (Confluencias)
  15. Una entre muchas, de Una (Astiberri)
  16. La favorita, de Matthias Lehmann (La Cúpula)
  17. Lamia, de Rayco Pulido (Astiberrri)
  18. Jamás tendré 20 años, de Jaime Martín (Norma Editorial)
  19. La grieta, de Spottorno y Abril (Astiberri)
  20. Dios ha muerto, de Irkus Zeberio (Bang Ediciones)
  21. Tiktok comics (http://www.tiktokcomics.com)
  22. Paciencia, de Daniel Clowes (Fulgencio Pimentel)
  23. Gran Bola de Helado, de Conxita Herreros (Apa Apa Comics)
  24. El día de Julio, de Beto Hernandez (La Cúpula)
  25. Epigrafías, de Carla Berrocal (Libros de Autoengaño)
  26. Los dientes de la eternidad, de Jorge García y Gustavo Rico (Norma Editorial)
  27. Beverly, de Nick Drnaso (Fulgencio Pimentel)
  28. Vencedor y Vencido, de Sento (Autoedición)
  29. Materia, de Antonio Hitos (Astiberri)
  30. Tokyo Zombie, de Yusaku Hanakuma (Autsaider Cómics)
  31. Las amapolas de Irak, de Brigitte Findlaky y Lewis Trondheim (Norma Editorial)
  32. 8 poemas, de Laura Pérez Vernetti
  33. Mundo plasma, de Calpurnio (Reservoir Books)
  34. Cuadernos japoneses, de Igort (Salamandra)
  35. Fuga de la muerte, de Fidel Martínez (Edicions de Ponent)

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Vale, se me puede achacar que el Philemon de Fred ya estaba editado en España en la revista Cavall Fort y que, por lo tanto es una reedición, pero reconozco que he hecho trampa y arrastrado para casa. Se publicó en catalán y la edición de ECC es la primera en castellano, así que aprovecho y lo incluyo en la lista.  Y, una vez incluido, tengo claro que es el mejor tebeo del año por derecho propio, porque Fred creó un universo propio arrebatador, en el que el surrealismo campa a sus anchas sin miedo a hacer críticas sociales demoledoras, mientras que el arte del cómic se eleva a través de los increíbles recursos que Fred va creando en cada entrega. Una obra maestra indiscutible del noveno arte que, por fin, se edita en castellano.

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En segunda y tercera posición, dos (o tres, según se mire) obras de un autor que ha entrado en el 2016 con una fuerza arrolladora. Martín López Lam nos dejó a todos fascinados con Sirio y su particular sentido de la historia, con esa capacidad innata de transmitir sensaciones a través del dibujo, pero es que ese tándem indisoluble que forman Gialla y El título no corresponde es una de las grandes sorpresas de los últimos años. Pura subversión narrativa que expande las posibilidades del cómic abriendo el proceso creativo en canal para darle todo el protagonismo. No deja títere con cabeza: su dibujo de trazo tan vigoroso como impulsivo se acompaña de un cromatismo radical que es perfecto para entrar directamente en la mente del creador y dejar al lector solo ante un panorama de fragmentos dispersos que componen la base de la mirada creativa. Un viaje fascinante. Ya era hora de que publicara en España el Spirou, de Yves Chaland, una genialidad que se truncó por problemas empresariales y por la muerte del dibujante, pero que auguraba una imposible fusión de la escuela de Marcinelle y la de Bruselas. Del Marcelín, de Sempé poco se pude decir: es una obra deliciosa, una joya que deja al lector con una sonrisa de oreja a oreja y, quizás, un poquito más de felicidad en la vida. Ahí es nada.

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VIP, de Felipe Almendros consolida la evolución de un autor que me ha atraído desde aquél S.O.S autoeditado. Su particularísima aproximación a la autobiografía es completamente diferente a todo lo que se puede encontrar anteriormente, desde la autoconsciencia de la obra a su aparente ficcionalización, que transforma VIP en un objeto fascinante. Se puede leer como un enfrentamiento entre la realidad y la aspiración artística, pero también como una brutal ironía autoreferente. Tras la gloria de El arte de volar, parecía difícil que sus autores pudieran repetir sintonía y acierto, pero en El ala rota Altarriba y Kim logran no solo equiparar el nivel de la anterior, sino cambiar el registro para pasar de la necesaria catarsis a una reflexión apabullante sobre el papel de la mujer en la sociedad. Marion Fayolle es una de las autoras que más sigo del panorama actual francés y La ternura de las piedras es, a mi entender, su gran confirmación. Autora de delicado surrealismo, su trazo sencillo es perfecto para desarrollar un estilo que se basa en el simbolismo gráfico para componer una poética gráfica particular.

El siguiente puesto es coral y tiene nombre de editorial: Fosfatina. La editorial gallega ha conseguido arremolinar a su alrededor un conjunto de jóvenes autores que han sabido desligarse de las mochilas del pasado para entrar en el cómic vírgenes de influencias previas del medio, lanzándose a él como esponjas que han absorbido todo tipo de referencias externas. De la música al arte moderno, de los videojuegos a la televisión… las propuestas que la editorial ha puesto en las librerías, tanto la colección Fosfatina 2000 como las indispensables antologías Hoodoo Voodoo y Teen Wolf son auténticos retos creativos que demuestran que el cómic está y debe estar en continua evolución, que como arte debe ser repensado constantemente sin remilgos ni prejuicios. El resultado es puro magnetismo gráfico, que deja al lector sin palabras descubriendo posibilidades increíbles. El futuro es suyo. Proyectos que están ligados casi de forma natural a Tiktok comics (http://www.tiktokcomics.com), una plataforma de experimentación continua necesaria y de obligatoria visita.

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Reconozco que no soy muy fan de Adrian Tomine por su irregularidad, pero Intrusos me parece una obra redonda, un atroz retrato de una sociedad donde el individuo se invisibiliza y muere si no sigue las normas. Pequeñas muertes cotidianas que pasan desapercibidas y que Tomine fija en una foto espeluznante de la soledad. El piano oriental es la confirmación de esas esperanzas que Zeina Abirechad nos dejaba abiertas en sus obras anteriores. Sin dejar la exploración de sus raíces, Abirechad ha conseguido en esta obra traducir su pasado en una fábula maravillosa que entronca la música con el lenguaje y la identidad. Maravillosa. De Luís Durán lo único que puedo decir es que a este hombre no se le ha reconocido todavía en la medida que merece. La tercera entrega de Orlando y el juego es una obra que sigue dejando al lector boquiabierto con su capacidad de fabulación y de integración inmensa de la cultura popular en un relato que crece ante los ojos del lector. Otro genio que no necesita ya justificaciones es Carlos Giménez, que en Crisálida firma una obra realmente perturbadora. Su reflexión sobre el final del creador es brillante, enfrentando al ”autor/hombre de a pie” con su alter ego “autor/artista” en un diálogo que deja un nudo en la garganta. Angustiosa y dolorosa, pero magnífica.

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Igual de sincero es Joann Sfar en Si dios existe, que además de iniciar la edición de sus maravillosos cuadernos, es un ejercicio de honestidad aplastante en el que las ideas se acumulan sin parar. Siguiendo con el ejercicio de sinceridad, Una entre muchas, de Una es una de esas obras necesarias para entender lo que es la agresión machista. Una reflexión inapelable que debería ser leída obligatoriamente por cualquier hombre. Por su parte, La favorita, de Matthias Lehmann es una sorprendente ficción que aprovecha un sorprendente giro argumental para desarrollar un discurso sobre la identidad impecable. Rayco Pulido no deja de entusiasmarme con su capacidad camaleónica de cambiar registros y tras la excelente Nela, abraza el género negro con una metamorfosis gráfica brillante que lleva a Lamia a un nivel increíble. Retrato cruel de la España negra y sucia de la posguerra que contrasta con un trazo de limpieza cristalina, generando un diálogo continuo entre forma y fondo que deja un reguero de lecturas.

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De la posguerra también habla Jamás tendré 20 años, nueva obra de Jaime Martín en la que vuelve otra vez a su pasado para explorar la vida en la España de la posguerra. Martín ilustra el día a día de una época olvidada que debe ser conocida. Reconozco que La grieta, de Spottorno y Abril me genera dudas sobre si es un cómic o una fotonovela, pero los argumentos que encuentro pueden ser utilizados tanto para justificar una cosa o la otra. Un debate académico fascinante que queda relegado a un segundo plano ante la potencia del discurso de la obra firmada por estos dos periodistas: lo que cuenta La grieta es necesario gritarlo a los cuatro vientos, darlo a conocer y plantarlo delante de la cara de todos los políticos. Es desgarrador sin necesidad de mostrar una sola imagen macabra o escabrosa: las imágenes son impactos directos, pero el hilo conductor que genera, esa grieta que atraviesa Europa, es aterrador. Dios ha muerto, de Irkus Zeberio es una de esas obras que parecen imposibles en su concepto, pero que logran salir adelante por la personalidad incontenible de su autor. Adaptar a Nietzsche al cómic es una temeridad, pero Zeberio lo hace y triunfa con un cómic donde la forma explota con las ideas nihilistas. La nueva obra de Daniel Clowes se aparta en apariencia de su trayectoria anterior para entrar en la ficción pura, en un relato de ciencia ficción. Pero Paciencia se va transformando poco a poco en una obra multiforme donde el creador de Bola Ocho vuelve a transitar eso que llamamos el alma del ser humano.

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Gran Bola de Helado, de Conxita Herreros es, sin duda, una de las sorpresas de la temporada. Una obra que convierte lo cotidiano en una experiencia hipnótica, que transforma el día a día en una ficción. El día de Julio, de Beto Hernandez me parece que ha pasado algo desapercibido en los medios, pero es una obra descomunal de su creador. Lo que ya es decir, porque el creador de Palomar demuestra aquí un pulso inaudito. Epigrafías, de Carla Berrocal me ha parecido una poesía gráfica de una belleza absorbente, un retrato del amor que desprende pasión palpitante. Los dientes de la eternidad, de Jorge García y Gustavo Rico es una inteligente reflexión sobre la épica de uno de nuestros mejores y más en forma guionistas, que Rico borda con un dibujo de una fuerza inmensa, excesiva.

Los de Fulgencio vuelve a descubrirnos un autor interesantísimo: Nick Drnaso. Su Beverly es un relato de una sociedad reprimida, de sentimientos que salen a la luz extraídos con una asepsia perturbadora e inquietante. Con Vencedor y Vencido, Sento cierra la trilogía del Dr. Uriel, posiblemente una de las mejores obras que se han escrito sobre la Guerra Civil española. Materia, es la nueva acometida de Antonio Hitos contra una juventud banalizada, pero que construye su futuro a sabiendas de que no existe. Un autor en evolución que demuestra en cada obra una inteligencia inusual. Creo Tokyo Zombie, la locura de Yusaku Hanakuma, es el mejor relato de zombies que se se puede escribir en esta época de profusión de muertos vivientes. Brutalmente divertido. Esperaba de Las amapolas de Irak, de Brigitte Findlaky y Lewis Trondheim que fuera solo una nueva entrega de este neogénero de “tebeos de mi infancia en Oriente Medio”, pero me he encontrado una de las mejores reflexiones que he leído sobre el llamado enfrentamiento de civilizaciones. Pausado, tranquilo, pero contundente. Laura Pérez Vernetti lleva años en el filo de la navaja creativo, expresando su continua inquietud y búsqueda de nuevas posibilidades del lenguaje de la historieta.  En sus últimas obras ha encontrado una forma particular de expresar la poesía que posiblemente tiene su mejor resultado en la brillante 8 poemas. Mundo plasma es pura genialidad, es mezclar ciencia con superstición, surrealismo con racionalismo, cuántica con las caras de Bélmez… Es, simplemente, Calpurnio. Tras varias obras en las que Igort, a mi entender, se quedaba demasiado atrapado en la trascendencia, en Cuadernos japoneses se relaja para centrarse en su pasado, en su experiencia profesional, lo que le libera y permite firmar una obra de múltiples lecturas, desde la simplemente anecdótica al análisis de la evolución del creador. Fuga de la muerte, de Fidel Martínez ha sido la gran última obra publicada por Edicions de Ponent. Paradójico título para la última obra que Paco Camarasa editó. Al asunto: Fidel Martínez está inmenso, se arroga sin escrúpulos el privilegio de ser el gran heredero de la grafica de El Cubri para componer una arriesgada pero apasionante biografía del poeta Paul Celan.

Hasta aquí, los 35 “seleccionados”, pero se me quedan fuera demasiadas obras que podían haber estado perfectamente en esa lista. Sin orden ni concierto, hay que recordar obras como la denuncia del bullying de Jane, el zorro y yo, de Isabelle Arsenault y Fanny Britt (Salamandra Graphic); la tan compleja como hipnótica Fartlek, de José JaJaJa (Fulgencio Pimentel); el regreso de Miguelanxo Prado con su reivindicación de la tercera edad en Presas Fáciles (Norma Editorial); la vitriólica Todos los hijos de puta del mundo, de Alberto González Vázquez (¡Caramba!); la visceral y corrosiva revolución utópica de Gran Hotel Abismo, de Marcos Prior y David Rubín (Astiberri); el salvaje Submundo 2, de Kaz (Autsaider); la mutación sorprendente del género zombie que firma Kengo hanazawa en I am a hero  (Norma Editorial); la opresiva Escapar, de Guy Delisle (Astiberri); el interesante Chiisakobee, de Minetaro Mochizuki (ECC Cómics); la fusión de cómic y música de Hotel California, de Nine Antico (Sapristi Cómic); la apabullante Mujer, de Los Bravú (Fulgencio Pimentel); el delicado Titú, de Stygrit y Maiques (Autoedición) o la radical experimentación de Iceland, de Yokoyama (Mincho Press).
En esa lista deben estar obligatoriamente las nuevas aproximaciones al género de superhéroes, comandadas por la interesante La visión, de Tom King, G.H. Walta y J. Bellaire (Panini), pero seguidas por La imbatible chica ardilla, de Ryan North y Erica Hendersson (Panini); Moon girl y dinosaurio diabólico, de Natacha Bustos, Brandon Montclare,Amy Reeder y Tamra Bonvillain y el Estela Plateada, de Dan Slott y Mike Allred (Panini). También incluiría el ataque directo a la industria de La luna al revés, de Blutch (Norma Editorial); la conmovedora pero racional aproximación al cáncer de La historia de mis tetas, de Jennifer Hayden (Reservoir Books); la incendiaria reescritura de la frivolidad que firma Mirena Osorno en Sensación de vivir (Fulgencio Pimentel); la renovación inquietante del género de Safari Honeymoon, de Jesse Jacobs (DeHavilland); la belleza de la experimentación formal de Nubes de Talco, Amanda Baeza (Fulgencio Pimentel); la sencillez minimalista de Algo más que amistad, algo menos que amor, de Yumi Sakugawa (Sapristi Cómic); el surrealismo delirante de Simplemente Samuel, de Tommi Musturi (Aristas Martínez); la acertada incursión en el cuaderno de viajes de Álvaro Ortiz en Viajes (Astiberri); la magistralidad del gekiga de La chica de los cigarrillos, de Masahiko Matsumoto; la provocación reflexiva de Maria lloró sobre los pies de Jesús, Chester Brown (La Cúpula); la dinamita que esconde cada página de SOT, de Cornellá; el homenaje que no cae en la concesión de El hombre que mató a Lucky Luke, de Mathieu Bonhomme (dibbuks); la nostalgia crítica de Heavy 1986, de Miugel B Núñez (Sapristi); el inesperado pero inspirado debut como humorista de Pablo Ríos con Presidente Trump (Sapritsti); la increíble peripecia de Simon Radowitzky en 155, de Agustín Comotto (Nórdica); la necesaria reivindación de una autora clásica, Moto Hagio de Quién es el 11º pasajero (Tomodomo); el siempre magistral Tezuka en Dororo (Random House); la bella fábula de La reina orquídea, de Borja González (Verano del cohete) o Woodring, el siempre inclasificable Woodring en Peeping Frank (Fulgencio Pimentel).

Y ha sido también el año de las revistas, con la recuperación de la insustituible La Cruda (La Cúpula), y la aparición de nuevos proyectos, como La resistencia (dibbuks), con la reconocible huella de Juanjo el Rápido, o la renovadora Voltio (La Cúpula); sin olvidar que otros proyectos acabaron, como la interesante Paranoiland.
Parafreseando el anuncio de mi niñez, ¡año completo, año Comansi! Todo un indicativo de la increíble diversidad a la que tiene acceso el lector de cómic hoy. Pero no se vayan, ¡todavía hay más!

(Continuará)


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